El fútbol no siempre dice la verdad. No la contó del todo en los resultados de Libertadores del miércoles, que condenaron con merecimiento a un Colo Colo que se empeora a sí mismo día a día y dejaron sin premio a una Universidad Católica que crece cada vez más atrevida y deliciosa. Jugó la UC para golear en Cali y salió de allí con un empate que no le sirve. El Cacique se marchó de Curitiba con el vacío de puntos al que se hizo acreedor, pero sin el daño en la tabla de posiciones que su patética imagen se está ganando. Las cuentas de la pelota no se ajustan todas las semanas a la realidad de las sensaciones. Acepten la injusticia, le diría Bielsa a los cruzados, que todo se equilibra al final.
Y es verdad que a la UC le conviene insistir. No solo porque así se lo dice su dominio indiscutible en el ámbito local, y ya va para tres años, sino porque también se lo demuestra su comportamiento en el terreno internacional. La actuación a domicilio ante el América es para abrazarse, aunque también para tirarse de los pelos. Pero los mensajes, salvo el del resultado, fueron para descorchar champán.
Dituro regaló un gol estúpido, posiblemente por empeñarse a instancias de su técnico en jugársela a cara o cruz con los pies. Pero es que lo que pasó después de su harakiri a los cuatro minutos, más allá de comportarse como si no hubiera arruinado el futuro de su equipo, sereno, seguro y fiable, fue un recordatorio continuo de por qué el arquero debe seguir jugando por abajo. Parecido a Aued, quien, sí, falló un penal, pero luego se subió otra vez el partido a la espalda y hasta se inventó la asistencia del año con un pase a Pinares sin mirar avisado de gol por todos lados. Y ahí el exquisito zurdo de los golazos lo mandó desviado incomprensiblemente junto al palo vaya usted a saber por qué cuando estaba a punto de subirse a otra portada. Y hasta el árbitro, sin la ayuda del VAR (un contrasentido que no funcione el auxilio de la tecnología según qué fase), le tiró mal para abajo otro tanto a Huerta. Pero la UC acertó a levantarse de todos los disgustos y las adversidades. Y mantuvo sin arrugarse ni dudar su impecable aspecto de protagonista ambicioso, ofensivo, ingenioso y hasta entretenido. A veces cegado y agotado por el paso de los minutos, pero sin rendirse.
Ese equipo de la franja pinta cada vez más bonito. Con jóvenes como Saavedra que apuntan con el dedo a Rueda y viejos que son para llevar su caso a la universidad. Fuenzalida es un misterio no ya del fútbol sino de la naturaleza. Con 35 años corre más que con 25, y con más sentido y profundidad. Y no se cansa nunca, o no lo dice. Y va y vuelve. Y va y vuelve. Cuando debería estar de retirada, va y se convierte en el mejor lateral de Chile. Y alrededores.
Así que aunque la tabla ubica a la UC en la última posición del grupo, con tres unidades menos que Internacional y Gremio, los equipos brasileños con los que debe medirse antes de terminar la fase, y toda la cara de eliminada, su fútbol le recomienda no abandonar la fe ni la fórmula. Es el equipo llamado a romper ese triste pasar de los chilenos por los torneos internacionales que sigue cumpliendo años.
No lo es Colo Colo, que ni se acuerda de que efectivamente es Colo Colo. No hace tanto que el mencionado Fuenzalida se ganó el reto de Castillo por decir que los albos eran lo más grande de Chile. Y estos no hacen más que desmentirle. Convertidos desde hace rato en una caricatura que el Athletico Paranaense reprodujo en toda su extensión. Colo Colo exhibió una catarata de errores en Brasil, pero sobre todo defectos y vicios. En el planteamiento, en el carácter, en el juego y en la actitud. Da la sensación de que esos tipos ni saben, ni pueden y hasta ni quieren. Se deprimen al primer contratiempo. Se lesionan con percances que señalan menos al infortunio que a la mala preparación. Atacan poco, construyen mal y defienden peor. A diferencia de lo que emana el Chapa, acá los mayores están muy mayores (menos Paredes, claro) y los jóvenes parecen viejos.
Y, sin embargo, como se encarga de recordar Insaurralde, que sigue soltando el brazo, la pierna, la plancha y el codo, Colo Colo tiene sus chances intactas. Con seis puntos, los mismos que el Wilstermann al que debe recibir el 20 de octubre en la fecha desenlace. Tres más que Peñarol, a quien visita el próxímo martes. Y tres menos que el Paranaense, al que ya no va a volver a ver. Rivales que no son para tanto, mucho menos peligrosos de lo que es el estado actual de Colo Colo para sí mismo. Su problema es él (salvo cuando le ponen a la U delante).
De modo que la tabla (la de la Conmebol) informa por ahora de una realidad que no es la que vemos. Pero el fútbol no siempre dice la verdad. La UC y Colo Colo, las dos caras opuestas de un mismo deporte, vuelven a jugar el martes. Y a jugársela. Entonces la pelota quizás siga mintiendo. O le de validez al discurso de Bielsa.