Son tiempos difíciles para la U. A su complicada situación deportiva (apenas un punto sobre la zona de descenso a falta de nueve partidos de un torneo en el que, además, ya registra la presencia de tres cuerpos técnicos), se le suma su atribulado presente financiero. "No son tiempos de vacas flacas. Son tiempos de inexistentes vacas", decía el director deportivo Rodrigo Goldberg, en abril, cuando inició sus funciones en Azul Azul, dando cuenta ya de los líos económicos del equipo. Pasa el tiempo y la situación solo empeora.
La directiva del equipo laico decidió ahora impulsar un plan de ajuste económico a fin de disminuir sus gastos. El momento es complejo y requiere recortes de todo tipo. Desde la bullada restricción de los útiles de aseo en el camarín, develada por el diario La Cuarta, hasta el fin de los asados semanales del plantel. Sin embargo, la cortapisa mayor afectará directamente a la conformación del equipo y comenzará a percibirse desde 2020.
Actualmente, los laicos cuentan con la plantilla más millonaria del fútbol chileno. Más de US$ 1 millón cada treinta días ($760 millones) para sostener los sueldos que cobran sus jugadores. Demasiado para la realidad actual de la institución. Incluso demasiado para la realidad del fútbol chileno. Por lo mismo, casi todas las negociaciones por eventuales renovaciones de los 15 futbolistas que finalizan su vínculo con el club a fin de año (nueve del plantel y otros seis que se encuentran cedidos en otros elencos), están en punto muerto.
"Hemos creado un plan de ajuste que significa que el club, en su estructura económica, no puede ir más allá de un monto", dijo la noche del miércoles el presidente azul, José Luis Navarrete. Y fue tajante: "Para tener un plantel competitivo. Que no tenga expectativas de campeonar, pero sí de mantener una posición respetable en la tabla". Más claro imposible.
El plantel universitario mutará a partir del próximo año. La austeridad será la clave. No habrá grandes contrataciones y, salvo Rodrigo Echeverría, de sueldo bajo, el resto de los que aspiran a permanecer en el CDA ven su futuro más lejos que cerca del elenco. Los casos icónicos son Johnny Herrera y Matías Rodríguez. Ambos son de los mejores pagados del equipo y la directiva no contempla su permanencia. Lo mismo ocurre con Leandro Benegas ($15 millones mensuales) y Sebastián Ubilla ($8 millones), cuyas remuneraciones son consideradas muy altas para tan poco aporte en la mesa de dirigentes que conduce los destinos del club. Aveldaño, Nicolás Oroz y Matías Campos López -además de Leonardo Fernández, a préstamo desde el Tigres mexicano-, correrían la misma suerte. Y es que, considerando los sueldos de los 15 que finalizan su contrato en diciembre, Azul Azul gasta $2.500 millones al año.
"Vamos a formar un plantel competitivo, pero no podemos generar expectativas. Tenemos que ir paso a paso", matizó Navarrete. "Miren lo que nos ha pasado este año. Contratamos a los mejores jugadores, que son buenos, pero no hemos logrado los resultados... Mire dónde estamos", agregó, reconociendo el fracaso de la política de fichajes del equipo.
Pero para lograr llegar al 2020 con la opción de "mantener una posición respetable en la tabla", al menos en la de Primera División, primero deben mantener la categoría. Palestino, peleando las copas internacionales, en el Nacional; y Colo Colo en el Monumental, con todo lo que eso implica para los estudiantiles, son los próximos dos desafíos del cuadro azul en el campeonato. Para levantar y enfrentar con otra motivación la recta final del año. O para hundirse definitivamente.
No hay vacas en la U. Por lo mismo, ni pensar en un nuevo cuerpo técnico para el próximo año. "Caputto está tan comprometido como nosotros y es un candidato ideal para que siga en el club", remató el timonel. El objetivo mínimo es no descender. O tal vez ni eso lo condene. El presidente no aclaró el punto. Y la U sigue en caída libre.