Eduardo Vargas es, muy probablemente, el jugador que mejor encarna aquella definición de jugador de selección. No es primera vez que pasa. En varios períodos anteriores el oriundo de Renca ha llegado a la Roja precedido de etapas oscuras en sus respectivos clubes, al punto de que sus convocatorias han sido fuertemente cuestionadas. En la mayoría de los casos, acalló críticas con lo mejor que sabe saber: goles.
En la lista que entregó Ricardo Gareca, la aparición del delantero del Atlético Mineiro generó sorpresa. Principalmente por su actualidad: sin continuidad y menos presencia goleadora en la escuadra que entonces dirigía Luiz Felipe Scolari, pocos esperaban que el Tigre le diera una posibilidad en el inicio de su proceso. El propio técnico defendió la elección con una fuerte postura. “Tienen que considerar el gusto del entrenador también. Me gusta y lo quiero ver en estos dos partidos y también me interesa que lo vea la gente. Sabemos que está sano y por distintas razones no es tenido en cuenta”, manifestó, para justificar la decisión. La Roja buscaba goles e, históricamente, el delantero formado en Cobreloa se los ha dado. El estratega, de hecho, tuvo que sufrirlo.
Una apuesta que resultó
Gareca apostó buena parte de su capital en el respaldo al renquino, quien no jugaba por la Selección desde marzo de 2022. Más aún: su último gol con la camiseta nacional lo había anotado en junio de 2021, ante Uruguay. Una conversación vía Zoom entre ambos transformó la idea que tenía el técnico en convicción. Vargas le respondió de la mejor forma posible. En el derechazo con el que impactó el balón después de un dudoso pivoteo de Víctor Dávila, que los albaneses reclamaron como una mano, el ex delantero de la U, posiblemente, descargó toda la furia que había acumulado durante meses.
El remate fue furibundo y, principalmente por la conclusión de la jugada, no es exagerado calificar la conquista como un golazo, de esos que el ariete está acostumbrado a convertir cada vez que se calza la Roja: lleva 41 tantos con la camiseta nacional. Es el segundo goleador histórico, detrás de Alexis Sánchez, otro estandarte de la Generación Dorada que aspira a reverdecer laureles en la gestión del ex técnico de Perú. Por cierto, fue la ocasión más contundente de la Selección en la primera etapa, más allá de la buena imagen que dejaba, hasta ahí, el estreno del entrenador. En el festejo, se le observó notoriamente emocionado. Como si se estuviera sacando un peso de encima.
Turboman se mostró dinámico, ganoso, dispuesto a justificar la oportunidad. El gol que marcó le dio aún más energías para terminar la primera etapa intentando conectarse frecuentemente con sus compañeros. Naturalmente, buscó combinar con el Niño Maravilla, ahora ubicado un par de metros más atrás que en los tiempos más gloriosos en los que ambos compartían en el ataque nacional. Ese derroche le hizo perder la pelota en varias oportunidades, pero el aporte que terminó realizando desequilibra la balanza notoriamente en su favor.
Volver a sonreír
En el retorno al campo de juego, Vargas se vio sonriente. Y volvió a ubicarse como ese referente ofensivo que la Selección ha extrañado durante tanto tiempo y que, entre otras cosas, le permite a Sánchez desligarse de labores que en otros duelos asumió casi por obligación. Ahora, por ejemplo, el Niño Maravilla también pudo dialogar futbolísticamente con otro retornado, Mauricio Isla. Esos movimientos, ya mecanizados, son los que Gareca pretende aprovechar para adelantar trabajo en una etapa del proceso que tiene como objetivo fundamental llegar en buen pie al reinicio de las Eliminatorias, con la estación intermedia que representa la Copa América que se jugará en Estados Unidos.
En los 58′, tuvo otra aproximación. Después de un disparo de Osorio, se lanzó como un felino en busca del rebote, aunque la jugada terminó invalidada por infracción al portero. El síntoma, de todas formas, resultaba inequívoco: Vargas seguía encendido. Como la Selección lo necesita en todo este nuevo ciclo en que se jugará los pasajes al Mundial de 2026. En los 71′, Gareca lo reemplazó: en su lugar ingresó Ben Brereton. Se fue aplaudido. Eduardo Vargas había vuelto a ser Turboman.