Anoche, antes y después del partido, hubo muchas ovaciones para los seleccionados chilenos. La mayor de todas, sin embargo, se produjo en el minuto 83', cuando Jorge Valdivia salió del campo, reemplazado por Felipe Gutiérrez. El estruendoso aplauso para el Mago lo estremeció, se vio emocionado y agradeciendo cada gesto desde las gradas.
Era una jornada especial, de reaparición, luego de dos años sin disputar un partido como titular en la Roja. Y por eso, desde el calentamiento se vio al volante supermotivado, animado, interactuando con el público y hablando de manera constante con sus compañeros.
La emotividad de este reencuentro con el Monumental en calidad de seleccionado se hizo evidente durante la interpretación del himno nacional; cantó sin titubear, pero siempre con los ojos cerrados.
Ya iniciado el compromiso ante los ecuatorianos se vio muy comprometido con todas las facetas de juego, en la circulación del balón en la zona media, en la estructuración de la defensa y en la rápida transición al ataque. Así, dio indicaciones a Alexis y a Silva, además de dialogar permanentemente con Vidal, con quien realizaba el tándem en la zona de tres cuartos de cancha para enviar las habilitaciones.
Por cierto, Valdivia era uno de los pocos que le metía presión al árbitro Sandro Ricci. No era para menos, pues el mediocampista maneja un portugués impecable luego de años de estelaridad en el fútbol brasileño.
En términos disciplinarios se midió, en la medida de lo posible. Con Ricci, el reclamo era justo y el juez le mostró tarjeta amarilla (que no conlleva suspensión) únicamente por una acción de juego que responde a las actuales condiciones del Mago, quien cada vez que se veía sobrepasado se veía en la obligación de recuperar la balón lanzándose al piso. Lo hizo en más de una ocasión debido a que su velocidad de desplazamiento es evidentemente menor que la mayoría de los futbolistas de nivel selección.
La velocidad mental, no obstante, es lo que inclina la balanza a su favor. En el segundo tiempo, sin embargo, el físico comenzó a dejarlo sin herramientas para ejecutar sus ideas.
Concluido el encuentro recibió el cariño de su mujer, Daniela Aránguiz, y de sus hijos Jorge y Agustina, que lo esperaban en la zona cercana a los vestuarios del Monumental.
Antes, no obstante, se tomó el tiempo para analizar el partido para la transmisión televisiva, aunque comenzó matizando: "Es difícil hablar ahora, con la efervescencia que se vive".
Pero igualmente se atrevió: "Era una injusticia tremenda si no nos llevábamos la victoria. Agradecemos a la gente que nos apoyó desde el principio", explicó, en una mezcla de cansancio y de emoción.
Acerca de su reaparición con la camiseta roja, comentó, conmovido: "En lo personal me tocó estar afuera y fue difícil. Me emociona, porque fueron muchos meses afuera y ahora tenía que enfrentar la responsabilidad en un partido complicado. Las lágrimas son de emoción. Esperemos que el esfuerzo que hicimos hoy sea coronado con la clasificación".
"Teníamos que ganar sí o sí. En la última fecha va a ser igual de difícil. Estamos muy contentos por el triunfo. Ahora nos queda este último partido y tenemos que ir a ganar", explicó, respecto del vital compromiso vital ante Brasil, donde una derrota aparece como una circunstancia fatal. Tanto, que sentenció: "Nos queda la última batalla y va a ser el partido más difícil en la historia de la Selección. Tenemos que celebrar, pero no podemos dejar de pensar en el último partido. Va a ser complicado. Desde que lo agarró Tite es un equipo diferente. Son muy superiores al equipo de años anteriores".
Al final, algunas palabras para Vidal, quien será ausencia ante el Scratch por acumulación de tarjetas: "Uno de los más importantes que tenemos, como Arturo Vidal, no nos acompañará, pero tenemos que ir a luchar y salir de allá clasificados".