Cuando el reloj indicaba menos de 24 horas para el comienzo del, hasta entonces, partido más importante en la historia de la Universidad de Chile, la práctica previa estuvo marcada por la inclusión de Albert Acevedo en la oncena estelar. La decisión de Sampaoli los sorprendió a todos. Es cierto: el formado en Unión Española se había convertido, a esa altura, en el "bombero" del casildense. Apagó incendios cada vez que fue requerido. Como stopper, marcador de punta o, incluso, volante de corte. Pero también es cierto que, a ensayo y error, la "U" había encontrado en el 3-4-3 la fórmula ganadora. ¿Por qué, entonces, Acevedo?
A Sampaoli le preocupaba el "Equi" González. Lo vio una semana antes en Liniers, y dos en Quito, ante Vélez Sarsfield, aprovechando los pocos espacios que otorgaban Héctor Canteros y Francisco Cerro, doble-pivote del cuadro dirigido por Gareca. Y temía que el enganche argentino fuera nuevamente clave, sobre todo en la altura. La ida ante Liga Deportiva Universitaria suponía ese desafío intelectual: encontrar la manera de romper con la fuente de alimentación de Hernán Barcos y Miller Bolaños. Atentando contra su propia idea, el DT encontró en Acevedo la respuesta: sacrificar un delantero, y con ello su modelo táctico, por un tipo enfocado en nada más que anular a un distinto. Marca personal: práctica cada vez menos frecuente en el fútbol moderno.
Albert Acevedo debutó profesionalmente en Unión Española, pero alcanzó su consolidación en la Universidad Católica. Como cruzado, el defensor incluso dio una vuelta olímpica frente a los azules. Fue en el Clausura 2005, bajo la tutela de Jorge Pellicer. Un año más tarde, sin embargo, abandonó San Carlos para recalar en Cobreloa y, posteriormente, O'Higgins. En el cuadro rancagüino coincidió con Sampaoli, quien reconoció inmediatamente su disciplina táctica y lo transformó en uno de sus hombres de confianza.
En su arribo a la "U" en diciembre de 2010, el casildense, que necesitaba a un tipo de esas características, confirmó la relación: llamó a Acevedo, quien se transformó en el tercer refuerzo de su proceso. En un principio resistido por su pasado cruzado, y luego por su rendimiento, el zaguero asumió un rol más bien secundario. Y es que el mejor semestre en la historia reciente azul tuvo en la última línea a los González y "Pepe" Rojas. Acevedo, entonces, actuaba como una suerte de comodín, acaso la respuesta que necesitaba Sampaoli ante una lesión o cuando necesitaba cerrar un resultado.
Ante Liga de Quito, resignificado como conjunto copero tras sus exitosas actuaciones en el concierto internacional, el técnico argentino encontró, precisamente, en Acevedo la respuesta ante su necesidad. Esta vez, sin embargo, asumiendo el papel protagónico: el dibujo ante el cuadro de Bauza lo tenía como eje fundamental. Sampaoli vio en el zaguero lo que Roberto Chale vio en Luis Reyna 26 años antes: la capacidad de marcar hasta el hartazgo al "Equi", como hizo el peruano con Maradona.
Acevedo respondió. Y con creces. Despejó cualquier duda que existiese. Ese 8 de diciembre, en la final de ida de la única copa internacional que han levantado los azules, fue gran artífice de la victoria. Y no sólo anulando a González: el improvisado volante de corte, además, permitió que Charles Aránguiz y Marcelo Díaz, habitual tándem en el medio, tuviesen mayor libertad para llegar al campo rival. Escenario que se reflejó en el único tanto de la noche: pase filtrado de "Carepato" y gol de Vargas.