Nicolás Aguirre (22 años, 1,83 metros) está en proceso de cambio. El nacido en Puerto Montt, que desde los 12 años vivió en Castro, jugará en otra universidad de Estados Unidos. El base será parte del plantel de Southwest Baptist, un establecimiento católico en Missouri, donde espera terminar los dos años que aún le quedan para jugar en la NCAA.
La nueva casa de estudios del chileno disputa la segunda división del básquetbol universitario, la misma donde juega el también nacional, Marcelo Pérez. La ambición por más protagonismo y el interés mostrado en él, llevaron a Nicolás a tomar la decisión de mudarse a una nueva ciudad.
“Bajo de D1 a D2, pero el nivel no será malo. Quizás menos intensidad, pero es lo mejor en Estados Unidos”, cuenta Aguirre, que continuará sus estudios de general business, algo así como ingeniería comercial. “Es el desafío de competir más, tener más oportunidades, más minutos y protagonismo”, anhela. El entrenador de los Bearcats, como se apoda el equipo, llamaba todos los días a Nicolás para que se decida por ellos.
El cambio de universidad se da para tener más regularidad, luego no tener los minutos que hubiera deseado. Eso, pensando en las dos temporadas que aún le quedan para competir como universitario, ya que, pese a que lleva tres años en dicha modalidad, una rotura de ligamento cruzado prácticamente lo restó de una temporada y no se contó en su registro de elegibilidad.
La historia en Estados Unidos de este “base puro, que le gusta hacer jugar al equipo y sacar lo mejor de sus compañeros”, como él se describe, comenzó hace varios años, cuando tenía 16 y decidió que su camino sería el básquetbol. Su familia también tuvo influencia, pues tanto su padre como su hermano jugaban en Chile y Nicolás ya daba botes desde los cuatro años.
Luego de jugar en equipos de la Provincia de Llanquihue, en Castro y en Valdivia, Aguirre tomó la decisión de marcharse. Segundo medio lo hizo en Carolina del Norte, pero terminó la educación secundaria en Utah. Tras eso, la universidad de Southern Idaho le abrió las puertas. Esa casa de estudios no forma parte de la NCAA, pero su competencia también cuenta dentro de los cuatro años de elegibilidad universitaria. “Fue un buen año, comencé casi no teniendo minutos y terminé de titular. Llegamos a la final nacional y perdimos por tres puntos”, cuenta Nicolás.
En las vacaciones previas a su segundo año en Southern Idaho ocurrió algo que cambió los planes del armador. “Jugué la Liga Saesa, me corté el ligamento cruzado anterior en el primer partido de playoffs, a una semana de volver. Me operé en Chile y me quedé hasta diciembre”, comenta Aguirre.
La desobediencia de haber jugado una liga profesional causó estragos físicos en Nico, que estaba haciendo una gran Libsur junto a Castro, con un plantel que salió primero en la fase regular y debía enfrentar a Ancud en la siguiente etapa. El clásico de Chiloé. “En el primer partido, en la primera bandeja, salté y mi rodilla se fue hacia adentro. Casi no podía mover la pierna”. La noticia no cayó bien en la universidad, que no tuvo tiempo de reemplazarlo y ese año finalmente no contó para los registros del chileno. Aún así, Southern Idaho le brindó todo su apoyo en la recuperación.
Luego, el entrenador jefe de la mencionada universidad pasó a ser asistente de Idaho State, que disputa la primera división de la NCAA, y con eso Nicolás y otros cuatro compañeros recibieron becas para jugar allí. Un salto hacia arriba, pues el chileno llegaba a la mejor liga universitaria del país. Sin embargo, la salida del coach del primer equipo en la mitad de la temporada, hicieron que Aguirre perdiera protagonismo y se abriera a buscar otro destino. Así llegó a Southwest Baptist.
“Me frustra no haber tenido más minutos, pero fue un gran salto pasar por D1”, dice el armador. “Jugar con los mejores atletas del básquet de Estados Unidos y estar en la disciplina para rendir una temporada completa, que es larga, con exigencia física, es positivo”, valora el chileno.
Y aunque respeta la nómina de la Selección Chilena, sumar minutos en la Roja también es una aspiración para el base. “Están teniendo resultados, que sigan ellos. Uno siempre quiere estar, así que, si un día me llaman, iré feliz. Por ahora, desearle lo mejor a los que están”, dice Nicolás.
Eso sí, minutos con la Roja no le han faltado, ya que desde chico participó en selecciones menores y viajes. Jugó el Mundial por invitación de Manheim en 2014, el Premundial Sub 18 de Valdivia en 2016 y ganó el bronce en los Juegos Suramericanos de Cochabamba 2018, entre otras experiencias. “Con los chicos hablo casi todos los días. Jugamos play y siempre en contacto”, comenta Aguirre.
Incluso otro seleccionado tuvo un rol importante en la decisión de Nicolás de cambiarse de universidad. “Hablo con Felipe Haase y me ayudó a tomarla. Decía que tome mi tiempo. Era una pelea, porque él decía que espere a las universidades, no hablar hasta que muestren interés, pero siempre positivo. Me ayudaba con consejos”, explica Aguirre.
El cambio ya está hecho y Nicolás jugará con los Bearcats. En agosto comienza el año educativo, pero aún con la incertidumbre que deja la pandemia, si será presencial o no. Lo cierto es que Aguirre ya piensa en su nueva casa, en una nueva oportunidad para su carrera.