Barcelona enfrenta hoy a Gremio con una misión casi imposible. Para alcanzar la final de la Copa Libertadores, el equipo de Guayaquil debe remontar el 0-3 de la ida, una tara que asoma titánica, considerando el nivel del adversario. La misión es casi tan difícil como la llegada del equipo ecuatoriano a Porto Alegre, donde se disputará el encuentro.

El equipo de Guillermo Almada salió el domingo rumbo a Brasil. Sin embargo, sólo pudo llegar ayer, pues el avión que lo trasladaba no contaba con los permisos respectivos. Antes, tuvo que pasar dos días en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Ante la emergencia, el club debió recurrir a la Fuerza Aérea ecuatoriana, a la que le contrataron la aeronave que, finalmente, pudo llevar a la delegación a su destino final.

La situación irritó al cuerpo técnico. "El viaje consistía en salir el domingo de Guayaquil a las 13:00 horas (de Ecuador) y salimos recién a las 16:00, a esa hora debíamos estar en Bolivia para una escala de 45 minutos. Se suponía que llegaríamos a las 19:00 (hora de Ecuador) a Brasil", explicó el preparador físico del equipo, Rubens Valenzuela, al diario El Comercio.

Valenzuela comentó al mismo medio que el percance modificó drásticamente el trabajo que habían planificado, como las terapias de Darío Aimar, quien difícilmente podrá actuar ante Gremio.