Decir que Chile le realizó un buen partido a Francia está lejos del conformismo y más lejos aún de los triunfos morales que por años se celebraron en el país, ante la ausencia de victorias objetivas. El último parámetro, de hecho, lo superaron los que ahora aparecen como sobrevivientes de la Generación Dorada en la Roja y que bregan por mantener su vigencia en ella. Otros, como Arturo Vidal, al margen del proceso de reinserción que, por ahora, lo mantiene lejos de su mejor versión, miran esa realidad a distancia.
Señalar el cometido del equipo nacional ante los galos, sumado a la ya meritoria victoria frente a Albania como fruto de un cambio de mentalidad producto del arribo de Ricardo Gareca es, de frentón, una exageración, tal como pudo llegar a serlo incluso en los exitosos períodos de Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli, de los que alcanzó a sacar provecho Juan Antonio Pizzi para quedarse con la Copa América Centenario. De hecho, entre los resultados y el nivel de juego, lo más atinado sería apuntar el estreno del entrenador como alentador y que, efectivamente, hubo notorias alzas en los rendimientos individuales. El caso de Darío Osorio es, muy probablemente, el más llamativo.
No es casual
Sin embargo, en el caso del Tigre, hay que reparar en un detalle que, al menos, puede explicar una nueva disposición: su preocupación por el aspecto sicológico en la gestión de sus planteles. Su parte, al menos, la desarrolla desde el ámbito de la motivación. Cercanos al plantel, que estuvieron en la gira por Europa, advierten que Gareca hace que los futbolistas sientan que están en su mejor momento. Lo hizo con arengas a Eduardo Vargas y Mauricio Isla, dos que retornaron tras un largo tiempo de ausencia y que cumplieron a cabalidad con las exigencias del estratega.
“Antes un empate en Colombia, todo bien. Contra Brasil, un empate, todo bien. Ese era el chip que teníamos antes. Con Gareca era ‘con quién vamos a jugar. Con Neymar, él tiene dos ojos, dos piernas’... Lo importante que hacía él eran sus estadísticas y te comparaba con los mejores del mundo”, explicó, hace unos días, Jefferson Farfán, referente histórico de la selección incaica. Su otro sello fue el del compromiso pleno, lo que incluyó decisiones controvertidas. “Llegó Gareca y empezó la fiesta. Y limpió primero a varios, yo fui el primero (dijo entre risas). El profesor no me llevó a la Copa América en Estados Unidos y yo estaba medio lesionado. Y yo estaba seguro de que iba a ir”, amplió Farfán.
Gareca, sin embargo, no solo se quedó en el plano de la intuición. En Perú, por ejemplo, se apoyó en dos profesionales del área: Marcelo Márquez integró su staff en el exitoso proceso hacia el Mundial de Rusia y Giacomo Scarpella lo hizo en el frustrado intento por alcanzar un cupo en el de Qatar. En Chile, a poco del inicio de la gira por Europa, que marcaría el inicio de su ciclo, Gareca fortaleció su equipo de trabajo con el sicólogo deportivo Rodrigo Cauas, de extensa trayectoria en el área. “Entrego charlas cuya impronta es que no solo sean motivacionales, sino charlas que entreguen contenido a grupos deportivos, organizaciones, clubes y empresas. El objetivo es apoyar procesos de cambios en las personas utilizando los conceptos de psicología deportiva, coaching y neurociencia fusionado con los más 24 años de experiencia en el deporte”, describe el profesional en Linkedin, para dar cuenta de su amplia experiencia, que también se extiende al ámbito académico. En el fútbol, ejerció en las series menores de Universidad de Chile y en los primeros equipos de Palestino, Cobresal, San Luis, Coquimbo, O’Higgins. También había trabajado en las selecciones nacionales femeninas.
Su elección no fue casual: es producto de un proceso de selección que surgió por la petición de Gareca a la ANFP. En Quilín tomaron nota y comenzaron una ronda de entrevistas con candidatos hasta que dieron con quien mejor se adecuaba al perfil. La cercanía de la gira y, fundamentalmente, el hecho de que el plantel se reunió en Europa para afrontar los compromisos preparatorios, impidieron un vínculo más cercano con el profesional. Sin embargo, esa realidad no impidió que, una vez en el Viejo Continente, Cauas pudiera realizar algunas actividades grupales y, principalmente, brindarle apoyo directo al staff técnico, con el que su relación tiene que ser muy fluida. La intención es que el trabajo con los futbolistas se desarrolle permanentemente. Incluso en períodos que no correspondan a convocatorias.
Un factor clave, pero a plazo
La presencia de Cauas en el equipo de trabajo de la Selección supone para los profesionales de la sicología deportiva una valoración de su rol. Eso sí, por el momento, la influencia que puede ejercer parece más bien acotada. “El cambio mayor parte desde el cambio de entrenador. Hay estudios que muestran los cambios en los clubes cuando vienen de ciclos negativos y llega un nuevo técnico. Cambia la energía. Si el entrenador transmite un mensaje coherente, motivacional, eso les hace mucho sentido a los jugadores. Y una propuesta táctica em que se pueda ver eso hace que estas variables influyan. Un sicólogo que llegue un par de días antes te puede reforzar, pero no hay una atribución causal directa. Es seguir una línea del staff. Se suman todos. Desde el técnico y sus ayudantes directos hasta el utilero. Sería pretencioso decir que hay un cambio desde lo sicológico. Lo que hacemos es reforzar una energía distinta. Y ver cómo lo están recibiendo todos. El aporte del colega es seguir la línea del técnico”, afirma, por ejemplo, Fernando Azócar, también profesional del ámbito.
Alexi Ponce, también especialista en el trabajo con deportistas de alto rendimiento y presidente de la Sociedad Internacional de Sicólogos para el fútbol, resalta la elección de Gareca en ese sentido. “Reinaldo Rueda llegó con Orlando Caicedo, un odontólogo que hacía coaching. Entonces ya es un paso adelante que haya un sicólogo. Desde Enrique Aguayo, en la época de Juvenal Olmos, que no lo había. Todavía no se puede determinar su influencia, pero ya hay un profesional capacitado como Rodrigo, formado en el deporte. Esto tiene que ver con lo que Gareca lo pide. Él genera influencia sicológica y se apoya en un profesional para las cosas que no va a manejar. Eso está muy bien. Hoy, todavía es influencia suya”, apunta.
Ponce anticipa el rol en que Cauas puede resultar clave. “Lo que puede aportar es un manejo de variables emocionales, donde el entrenador no tiene competencia. Él quiere jugar de una forma, entonces al preparador físico le pide cosas y él prepara lo táctico. El sicólogo suma sus herramientas técnicas para buscar los mismos objetivos”, resume. Luego, ejemplifica: “La sicología deportiva es una herramienta más, no es la que soluciona todo. Es como el nutricionista o el PF. Cada uno aporta lo suyo. Por decirlo de alguna manera, estos son autos de F1. Hay que cambiarles las ruedas, tiene que haber un tipo que les pone gasolina y otro que vea el motor. En el fondo, lo que se hace es sicología de la precisión, para buscar qué es lo que necesita un jugador de fútbol”, sostiene.