César Munder vive en una isla. O al menos eso es lo que parece. En una distinta, por fuera, a la de Cuba, aquella en la que nació hace 18 años, pero muy parecida por dentro. Rodeada de mar, la primera; y de muros esta que encierra su rutilante presente. Muros en forma de obligado, taxativo e inducido silencio.

Silencio de parte del propio jugador -por decreto del club- que bloquea cualquier intento de entrevista al juvenil (salvo que sea en directo y para el CDF, un contexto en el que resulta mucho más difícil manejar la censura previa, o en una única conferencia de prensa en todo el año y una zona mixta, como recordó hoy la entidad), por más que su protagonismo sea hoy innegable y su carné de identidad indique que está a punto de cumplir los 19. Silencio de parte de su entorno familiar -particularmente de su padre- por imperativo expreso de Twenty Two Sport Management, la oficina del poderoso agente Fernando Felicevich que se encarga de la representación del carrilero, estableciendo además los términos de su relación con los medios. Y silencio, finalmente (o para empezar) de parte de casi todos los trabajadores de la institución, empeñada paradójicamente en esconder a su jugador franquicia, a su ex cadete modelo.

Una suerte de ley mordaza extensible también a los que fueron sus entrenadores en las series menores e incluso a los responsables de su aterrizaje en San Carlos. Un silencio tan misterioso como llamativo para invisibilizar a uno de los proyectos de futuro más visibles del fútbol chileno. Una estrategia comunicacional de blindaje apabullante que terminan por justificar así desde la precordillera: "La política es de permanente preocupación por el normal desarrollo emocional de nuestros jóvenes para que puedan completar el proceso formativo de la mejor manera. Y para eso, lógicamente, tratamos de ordenar los distintos temas que influyen en su rendimiento y desarrollo. Y uno es el aspecto comunicacional", explica Nelson Parraguez, gerente de fútbol formativo.

Antes, sin embargo, no hace tanto, antes de los regates y los desbordes que comenzaron a llamar la atención de todos; del merecido asentamiento en el equipo de Beñat como el juvenil con mayor rodaje del plantel adulto (865 minutos); antes de la nueva isla y el silencio; las cosas eran muy diferentes.

Nacido en La Habana el 7 de enero de 2000, César Munder aterrizó en Chile para quedarse en diciembre de 2012. Dejó en Cuba a su madre y, junto a su hermano Héctor, volvió a reunirse con su padre, Augusto, un ex funcionario del gobierno cubano casado con una chilena y afincado en el país desde hacía más de una década. Comenzó en el fútbol en Unión Española. "Estuvo aquí entrenando un tiempo, pero no tenía todavía los papeles en regla como para inscribirlo y no lo inscribieron. Después apareció en Católica", lamenta Vladimir Bigorra, jefe de fútbol formativo hispano. Munder tenía apenas 13 años.

"Él se vino de Cuba e ingresó al colegio inmediatamente. Su capacidad física destacaba sobre la del resto de compañeros de su edad. Yo me quedé muy impresionado. Más tratándose de un niño que no es muy grande, de contextura mediana y sin una gran masa muscular", rememora Raúl Urrutia, profesor de educación física del colegio Alexander Fleming, el centro educativo particular subvencionado de Las Condes en donde cursó buena parte de la enseñanza media el jugador.

Víctor Guzmán, docente de la misma escuela, lo corrobora: "Íbamos a un campeonato de atletismo, hacía velocidad y salía primero. Salto largo, salía primero. Lanzamiento de la bala, para lo delgado que era, primero. Destacaba en todos los deportes, pero su pasión era el fútbol. Munder era fútbol. Le encantaba jugar".

Y fue así, jugando, como lo descubrió una tarde de 2013 Mario Lepe, en un campeonato escolar. "Mario se me acercó para preguntarme por César y yo le dije que estudiaba con nosotros. El papá de Munder, que siempre lo iba a ver, estaba allí; así que los puse en contacto y parece que ahí hicieron la gestión para su llegada a la Católica", desclasifica Guzmán. Munder se enfundó por primera vez de cruzado con 13 años.

Hoy, la vida del primer futbolista cubano en debutar en Primera (el 29 de abril, en Quillota) no ha cambiado tanto. Al menos eso es lo que aseguran quienes lo conocen bien (o, mejor dicho, quienes lo conocen bien y cuyas voces no han podido ser silenciadas). Como Mateo Morales, el mejor amigo de Munder desde octavo básico: "César es súper humilde, nunca se le han subido los humos ni nada de eso. Es relajado, simpático y bueno para la talla. Sigue viviendo con su papá y con el Héctor, su hermano, y no ha perdido relación ni con su mamá ni con el resto de la familia que tiene en Cuba. Aunque hoy el fútbol ocupa el 80% de su tiempo, todavía nos juntamos para jugar FIFA o dominó. Es muy bueno al dominó. Pocas las veces he conseguido ganarle".

Con 12 encuentros disputados desde su debut en el profesionalismo de la mano de Beñat San José; nueve desde el inicio, seis completos, un gol (ante Curicó) y un buen puñado de presentaciones para el recuerdo (como la del clásico ante Colo Colo); el joven futbolista de la UC está siendo uno de los grandes nombres propios del campeonato doméstico. Por eso sorprende tanto el ostracismo público al que han decidido condenarlo el club propietario de su pase y la agencia de representación dueña de su futuro.

Y es que tras ser contactados por La Tercera, ni Augusto Munder, padre del futbolista; ni Alfonso Garcés, jefe de captación del conjunto cruzado; ni Sebastián Barrientos, ex técnico del jugador en la serie Sub 14 de la UC; fueron autorizados a hablar siguiendo las directrices establecidas por la agencia Twenty Two, responsable de la posición de mutismo adoptada por todo el entorno de Munder.

Tal es el grado de paranoia alcanzado por los agentes que el pasado miércoles 10 de octubre, en el salón del diseño del GAM y en el marco de un evento comercial de la marca que viste al cubano, trabajadores de la oficina de Felicevich censuraron, en pleno punto de prensa, una pregunta realizada al jugador sobre el presente de la UC aduciendo "razones contractuales". El bueno de Munder, futbolista profesional, estaba facultado a hablar de la comodidad del nuevo botín lanzado por la marca, pero no de fútbol. Paradójico, cuanto menos. Carlos Carmona, jugador de Colo Colo presente en el mismo evento, sí que pudo abordar, en cambio, asuntos futbolísticos ante los medios, como la continuidad de Héctor Tapia.

Una excepcionalidad (que no es extensible a otros juveniles del club, como Saavedra, cuyo entorno no tiene la prohibición de hablar, o Diego Valencia) difícil de entender teniendo en cuenta que uno de los pilares de la formación integral que recibe un futbolista joven en un club como la UC guarda relación precisamente con eso, con sus herramientas y habilidades para interactuar con los medios.

"Yo sé que en el club tienen esas restricciones, no los dejan hablar así libremente con nadie, pero él cuando va al colegio es otro vínculo, más cercano. Aquí todos lo conocen, saben lo que le ha costado, el sacrificio que ha hecho. César es una persona que se fijó una meta, ser futbolista, y la ha logrado", sentencia Raúl Urrutia, mientras Munder -el hombre, no el personaje- continúa silenciado, atrapado en la isla de San Carlos.