La pelota no se mancha
El primer partido de Reinaldo Rueda al mando de la Roja dejó dos conclusiones claras. Zagueros centrales espigados y dos pivotes en el mediocampo para adueñarse del juego. Por ahora le sigue penando el dueño del último pase.
Que se recuperó buena parte del ADN de esta Selección, aquel que habla de solidaridad en la cancha y capacidad competitiva al máximo nivel. Que aquella agresividad para recuperar el balón en campo rival está de regreso. Que después de mucho tiempo se notó la mano del técnico desde el punto de vista del juego. Todas conclusiones que dejó el primer partido de Chile al mando de Reinaldo Rueda. Algunas quizás apresuradas, sobre todo la última tomando en cuenta el poco tiempo de trabajo. Pero existió coincidencia entre los jugadores que fue un paso adelante en relación a las últimas puestas en escena de la Roja, que acabaron con el combinado nacional fuera del Mundial de Rusia.
Fueron 90 minutos para cerrar el duelo que representó asumir que la Copa del Mundo se verá por televisión, pero también para ir diseccionando el libreto de Rueda, que amén de intentar recuperar aquel ojo de tigre que por años lució la Roja, quiere ir incorporándole detalles tácticos que le permitan ver reflejado en la cancha su equipo ideal. La resurrección de los zagueros espigados, la incorporación de dos pivotes en el mediocampo para asegurar la posesión y la prioridad que tiene el centrodelantero en su plan de juego, fueron quizás las primeras pistas de lo que pretende introducir el técnico en esta etapa.
Aunque ya se sabía que sus equipos parten por dos zagueros de alto centimetraje, algo que parecía imposible mientras estuvieran vigentes Gary Medel y Gonzalo Jara, la aparición en Estocolmo de Maripán y Roco supone una declaración de principios del entrenador cafetero. Para Rueda, la construcción arranca desde el arquero y los defensores, pero éstos últimos están primero para defender. Y para mostrar fiereza e intensidad en el duelo con el delantero rival. En ese sentido, ambos futbolistas formados en la UC le dan esas características que busca Rei, aunque la elaboración desde el fondo sea menos pulcra. Y es que aunque las estadísticas marcaron que los dos apenas fallaron cinco pases, en su mayoría fueron descargas sin mayores riesgos, sin caer en la tentación de traslados largos. El objetivo era claro: la habilitación segura a los costados o al doble pivote compuesto por Hernández y Aránguiz.
Justamente, en ese binomio está el segundo matiz táctico de Rueda. Aunque ambos ya venían jugando juntos en esa zona de la cancha en la Roja, jamás lo habían hecho como pivotes. Ni el Tucu ni el Príncipe habían sido alineados para ser organizadores. Con Pizzi, por ejemplo, jugaban como interiores, por delante del mediocampista central, que generalmente era Marcelo Díaz. Ahora, con la cancha repartida en dos entre ambos, deben mantener el equilibrio y sobre todo el control del juego. Rei destacó tras el partido el buen cometido de ambos en esa función, aunque también reconoció que hubo ciertos desacoples por ese deseo de pisar el área rival, algo a lo que están más acostumbrados. Quisieron pasar al ataque más de lo que obedece el manual del mediocentro. Lo que está claro es que quienes ocupen esas posiciones deben saber jugar a uno o dos toques, perfilarse antes de recibir el primer pase para darle fluidez a la salida y tratar de tener siempre la cancha de frente para distribuir el balón con criterio.
Este nuevo dibujo del mediocampo le otorga más libertad a Vidal, que sin posición fija puede aprovechar su enorme despliegue físico para llegar a posiciones de ataque. Por ahora Rueda está encantado con la respuesta del volante, quien fue el mejor de Chile en Estocolmo. Eso sí, toda la dinámica y agresividad futbolística del Rey Arturo no le basta para solucionar un aspecto del juego que viene visualizando el técnico colombiano: el último pase.
Para personificarlo en un futbolista, lo que quiere Rei es un jugador con esa claridad mental de Macnelly Torres, que pueda traducir la posesión en ocasiones de gol. El sábado, pese a jugar buena parte del partido en campo rival, la Selección no fue capaz de poner a un delantero de cara al arquero rival. Recién en el minuto 90, Sánchez quedó mano a mano, en la jugada previa al gol de Bolados, tras una habilitación de Nico Castillo. Una situación que se viene repitiendo desde el año pasado, toda vez que en los últimos cuatro partidos de las Eliminatorias, los delanteros de la Roja sólo dispusieron de una chance de gol clara.
Todo esto influye en los atacantes. Eduardo Vargas nunca encontró su posición ni tuvo el feeling para jugar el partido entre los centrales rivales. Sin entrar en contacto con el balón, quedó huérfano. Apenas tuvo un remate al arco. Y quedó en deuda. Todo lo contrario a Castillo, que le ratificó a Rueda que si necesita un delantero de área, él es el más capacitado. Pese a tener menos minutos, se las ingenió para generar peligro, sin necesidad de recurrir a alguna habilitación con ventaja. Tuvo dos disparos, además de la asistencia a Sánchez antes del gol del triunfo. Detalles que seguramente ponen al Nico en una posición de privilegio para ser titular mañana ante Dinamarca.
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