Por poco no escribo esta columna. Tuve la ocurrencia de revisar una selección de goles de George Weah y, de haber podido, habría estado el día entero en eso. Había olvidado lo bien que jugaba, la facilidad con que esquivaba a sus rivales, la elegancia en sus desplazamientos en la cancha y esa tranquilidad tan suya para, finalmente, meter la pelota dentro del arco.
Hay un gol en particular que es una maravilla. Weah viste la camiseta del Milan y está en su propia área -pasado el segundo palo- esperando el córner rival. El lanzamiento del volante del Parma es demasiado alto, sobrepasa a todos los jugadores que están amontonados en torno al punto penal y llega a los pies de Weah. El liberiano corre la cancha entera, esquiva jugadores, nadie se la puede quitar, es una máquina de fuerza, velocidad y talento que, ante la salida del arquero, remata cruzado. Golazo. Al verlo, resulta fácil entender porque en 1995 le dieron el Balón de Oro -el único africano en ganar el trofeo que, en ese entonces, premiaba al mejor jugador del fútbol europeo-.
Sin embargo, nada hacía prever que ese goleador innato -que vistiera a lo largo de su carrera camisetas como las del Chelsea, del Manchester City, del PSG, del Olympique o la del mismo Milan- podía llegar a convertirse en el presidente de su país.
Hoy, George Weah (51) asumirá oficialmente la presidencia de Liberia, luego de haber obtenido en las elecciones de diciembre el 61,5% de los votos. Su triunfo, sin duda, es la victoria de la persistencia y un revés definitivo para aquellos que vaticinaron que su incursión en política era una carrera perdida, luego de no haber sido electo en los comicios de 2005 y 2011.
Mirada con cierta perspectiva, la vida de George Weah ha sido una batalla sempiterna contra un eslogan nefasto: "¡No se puede!". Cuando comenzó en el fútbol -en medio de un país que entraba en una larga guerra civil que dejó cerca de 200 mil muertos-, los críticos dijeron que no lo lograría: "Muchos sugirieron que sería un fracaso, pero no los escuché. Seguí insistiendo y desafiando todas las probabilidades hasta que tuve éxito y me consagré como una de las leyendas del fútbol más grandes del mundo", recordó Weah en un acto de campaña en agosto pasado.
Ya en la carrera política, no tuvo problemas en finalizar la secundaria y entrar a la Universidad luego de su primera experiencia electoral, a partir del cambio en la legislación que dispuso la obligatoriedad de estudios superiores para postular a la presidencia.
En los días más críticos de la epidemia de ébola que asoló a Liberia -su poder mortal fue feroz: casi 5 mil muertos-, cuando varios creían que no había mucho por hacer, Weah financió programas, lideró campañas y hasta grabó una canción alertando del peligro y de los cuidados que debía tener la población. Poco más de un año después, la OMS declaraba a Liberia libre de la epidemia.
En unas horas más, George Weah le hablará a su gente. Esta vez, lo hará como el presidente en ejercicio. Quizá en medio del discurso respectivo recuerde sus días de futbolista. En una de esas incluso vuelva a esa tarde en que le marcó el gol al Parma, cuando corrió la cancha entera sin que pudieran quitarle una pelota, casi una quijotada, con el único fin de abrazar sus sueños.