El 22 de mayo, la vida de Wilfredo Caballero cambió para siempre. Ese día, Sergio Romero, arquero titular de Argentina, fue desconvocado del Mundial por lesión. Y ahí mismo, Jorge Sampaoli decidió que el portero del Chelsea sería su escogido para resguardar el arco transandino en el Mundial de Rusia. Felicidad inmensa para un Willy que recién a sus 36 años iba a jugar su primer partido oficial con la Albiceleste. Felicidad que comenzó a tomar matices de tristeza tras el amargo debut contra Islandia (1-1) y que se borró de un plumazo luego de la derrota de ayer frente a Croacia y que deja a los transandinos al borde de la eliminación.
Porque la estrepitosa caída por 0-3 ante el combinado europeo comenzó con un evidente error suyo. Y de ahí en más Argentina se desmoronó. Y Caballero, ni siquiera en un intento de redención, pudo detener la catástrofe. En su cabeza y en la de todo el plantel argentino rondó como un molesto mosquito el gol que abrió el marcador en el Estadio de Nizhni Nóvgorod.
Fue a los 53 minutos de juego, cuando un pase atrás de Gabriel Mercado fue el inicio de la mayor calamidad que ha visto hasta ahora el Mundial de Rusia. La pelota llegó con calma a los pies de Caballero, quien en su afán de pasar la pelota por arriba de Ante Rebic, delantero que fue a presionar al meta, éste se la dejó servida a su rival. Horror que bien podría ser el inicio del adiós definitivo de la Copa del Mundo. Mención aparte, eso sí, para la definición del atacante croata: una volea exquisita. "No creo humano ni real achacarle la responsabilidad a Caballero", lo defendió Sampaoli.
La oportunidad que tanto había esperado Caballero se le diluía de las manos (o de los pies), en pocos segundos. Porque recién a tres meses de cumplir 37 años, Willy tuvo su tan ansiado momento de estelaridad con su selección.
Pasó por combinados menores, donde incluso fue campeón en el Mundial Sub 20 de 2001 (jugó dos partidos) y logró el oro olímpico en Atenas 2004 (no sumó minutos). Pero de ahí en más desapareció. Lo que tanto prometía, lo que siempre mostró en clubes, no terminaba de convencer a los entrenadores de la Albiceleste. Eso hasta que Sampaoli decidió llevarlo al Mundial, donde en el segundo partido Willy pasó de un sueño a una pesadilla.