Comenzó como una historia de exclusión y se ha transformado en un ejemplo de cómo romper barreras sociales. Hace más de una década, asociar a La Pintana con el rugby resultaba casi un despropósito, pues nadie imaginaba alguna relación entre una de las comunas con mayores índices de vulnerabilidad con una de las disciplinas deportivas que en Chile, y en Latinoamérica en general, aparece siempre vinculada a los sectores de elite. Así nació Trapiales, club de rugby que ha sido respaldado por los alcaldes pintaninos y que surgió por la inquietud de Juan Sepúlveda, un estudiante de Educación Física que en 2007 conoció este deporte en la universidad y lo practicó hasta que un día se sintió discriminado socialmente, en su afán de competir con un par de clubes del sector oriente de Santiago.
"Precisamente eso me pasó, no me encajé mucho socialmente y, por eso, pensé ¿por qué no organizar un club en mi propia comuna en lugar de ir al barrio alto a jugar?". Con esa idea se acercó a la municipalidad de La Pintana y consiguió el apoyo del entonces alcalde Jaime Pavez. No fue fácil, sin embargo: "Al principio fuimos muy discriminados. No querían jugar contra nosotros y no nos aceptaban ninguna petición, pero terminamos compitiendo igual", explica, para luego matizar: "Trabajamos mucho el tema de la autoestima, el respeto y la disciplina, porque cualquier error que cometiera un jugador de La Pintana sería mirado distinto que si lo cometiera, por ejemplo, alguien de Cobs. Por eso tenemos que esforzarnos el doble... Y ahora somos muy respetados a nivel nacional y nos miran como pares, con fans de los equipos grandes, que admiran el trabajo que tenemos".
Hoy, La Pintana es sinónimo de rugby. Tanto, que se ha convertido en sede de los partidos oficiales y test-matches de la selección nacional, en un acuerdo con la federación que ha significado un cambio en el paradigma: "Rompimos las barreras nosotros, en cierto modo. Llevamos unos cuatro años en Arusa (Asociación de Rugby de Santiago) y estamos muy bien catalogados, nos quieren subir rápidamente de nivel. Cuesta todavía, hay que ascender como campeones. Nuestros juveniles están camino a ese rendimiento y los adultos siguen trabajando", explica Sepúlveda.
La alcaldesa Claudia Pizarro, se transformó en una fanática de la ovalada, pese a desconocer absolutamente el deporte. "De a poco lo conocí y es apasionante. Tiene valores que no se ven en otros deportes, como que no hay ganadores ni perdedores en el tercer tiempo, cuando todos se unen para compartir una comida o algo así", advierte.
Hoy, Trapiales cuenta con una base superior a los 120 jugadores, sumando a los adultos, categorías infantiles y juveniles, además de una incipiente rama femenina. Cuentan con equipamientos completos y apoyo médico, incluyendo seguros complementarios que los protegen.
El éxito se refleja también en el crecimiento de sus juveniles y uno de ellos, Christian Zenteno, integra el proceso de la selección juvenil para el Campeonato Sudamericano 2018, en Uruguay. Él es un ejemplo del cambio que implica la presencia del rugby en un coto del fútbol. "Yo era 'futbolero', pero me gustó el rugby de entrada, aún sin conocer sus reglas y pronto me sumé a la escuela", explicó hace unas semanas. Las lesiones iniciales, incluso, pusieron en duda los permisos familiares para un juego rudo, pero leal como pocos. "Lo que más me gusta del rugby, ahora que lo conozco más de cerca, es como los chicos adquieren un comportamiento extraordinario, con un respeto absoluto. Es un deporte formador de personas", añadiendo que en 2018 se iniciará un plan piloto en los colegios municipales para integrar el rugby, de manera progresiva, a los currículos (ver nota secundaria).
Sepúlveda agrega que el rugby es desafiante desde el punto de vista físico e intelectual (por su complejidad reglamentaria y táctica), pero que, paradojalmente, es inclusivo. "Acá se admite a todos: altos y bajos, gordos y flacos, lentos y rápidos, etc… Lo único importante es que uno sea solidario y disciplinado, además de valiente", recalca.
Otro de los rasgos distintos de Trapiales y que ya aparece fuera de todo límite en la tradición del rugby nacional (habitualmente relacionado con los colegios británicos o la colectividad francesa) es su raigambre mapuche; tanto así, que su nombre es mapudungun y significa "pumas". Se trata de un vínculo natural, por cierto: La Pintana es la comuna de Santiago con mayor porcentaje de población de origen mapuche: casi 7%. "Surgió espontáneamente", explican.
Así como el nombre, el grito de guerra también es de origen mapudungun: "Ichin La Pintana; Mapuche molfun weichafe; Marrichiweu; Ichin La Pintana; Trapial, Trapial; mapuche molfun marichiweu, marichiweu marichiweu". Quiere decir "Somos La Pintana; Somos guerreros de sangre mapuche; Diez veces venceremos; Somos La Pintana; Puma, Puma; Somos guerreros de sangre mapuche; Diez veces venceremos…".
Los planes son seguir creciendo. El respeto se lo han ganado.Tanto así, que jugadores de otras zonas aledañas a La Pintana se acercan a Trapiales para aprender y luego llevar todo ese conocimiento a los equipos de sus comunas. Una especie de bomba racimo en el sector sur de Santiago.
Además, desde 2018, el deporte entrará en forma de taller a los 12 colegios de la comuna y ya en 2019 como parte del programa de Educación Física.