La pirueta de Bruno

Bruno

Hoy arrancan los Juegos Bolivarianos. Chile lleva 322 participantes. Entre ellos, Christian Bruno, que vuelve tras su dramática lesión en mayo mientras competía por la selección.



9 de mayo de 2017. Concepción. La capital de la Región del Bío-Bío recibe los Juegos Nacionales. Entre los deportistas aparece el gimnasta Christian Bruno (29 años), quien reaparece en su tierra natal luego de estar 10 años profesionalizándose en Santiago. La ilusión está a tope y no quiere defraudar a su gente. Levanta los brazos. Su rutina arrancará en milésimas de segundos. Corre cuatro metros cuando ocurre lo impensado. Se cae y se queda quieto, en posición fetal. "Hacía frío en el gimnasio. Estaba muy helado. Calenté como siempre, pero me sentía frío. Corro para la primera diagonal y caigo. Sentí que se me rompió la rodilla, como cuando rompes un huevo para echarlo al sartén. Intenté pararme y no pude. No fui capaz. Mi entrenador vino para ayudarme y le dije: 'Es grave'", relata con una intensidad dramática.

El traslado a la clínica fue de inmediato y, en el camino, Bruno clamaba que no fuese lo peor. "'Ojalá que no me haya roto los ligamentos cruzados o de meniscos'. Por suerte, la musculatura de mi pierna soportó bien y finalmente tuve una fractura del platillo tibial. Los médicos del CAR me dijeron: 'Si te quieres recuperar rápido, tienes que estar 45 días sin apoyar el pie'". Lejos de hundirse, el gimnasta igualmente entrenó: "Me colgaba y hacía balances, pero nunca apoyé el pie".

Con dolor y miedo, durante la última semana de septiembre comenzó lentamente a volver a las pistas. "Empecé a probar, porque el doctor fue claro conmigo al decirme que yo no hacía ni salto alto ni atletismo, que hacía gimnasia y que el impacto con el piso no era tan grave. Si sentía dolor, paraba; si no, que le diera".

El único objetivo que le quedaba en la temporada eran los Juegos Bolivarianos."Físicamente y mentalmente estaba muy fuerte, pero técnicamente bajo, como es lógico cuando vuelves después de una lesión. Me tenía fe, sin embargo, en el selectivo del Manquehue que daba los cupos para los Juegos. Siempre fui trabajador. Fui y clasifiqué", dice sentado en una colchoneta del gimnasio del CAR.

Ya con su nombre inscrito, la ambición está intacta y, si se trata de metas, Bruno no titubea: "Voy por una medalla. Después de todo lo que viví, hay que ir por todo". Y es que la convicción que muestra tiene una explicación que se inició hace 10 años.

A la sombra de Tomás

Mientras todas las miradas, flashes, entrevistas y autógrafos se van hacia Tomás González, otro deportista comparte entrenamiento con él. Nadie lo conoce, ni menos su historia de sacrificio. Pero allí está Christian Bruno. Es 2007 y Bruno tomó la decisión más importante de su vida. Dejó su querido Concepción para venirse a Santiago. En su tierra, la escasez de recursos y la falta de profesionalización hicieron que recorriera 500 kilómetros en busca de mejoras. Y se arrimó al mejor árbol que podía: la dupla Tomás González y Joel Gutiérrez.

"Entrené cinco años con ambos. Hice toda mi base de lo que soy gracias a Joel, pero había un problema, como el de tantos deportistas de Chile: no tenía cómo pagarle a Joel lo mismo que le pagaba el resto, porque no tenía plata. Me entendió, pero me hacía pagarle una parte de mi plata trabajando", explica.

El dinero lo conseguía a través de la gimnasia, pero desde la otra vereda. "Trabajaba como profesor en algunos clubes. La mayoría de mis días eran así: entrenaba de 9 a 11 en el Club Manquehue. Después hacía clases a personas adultas. Nunca tenía tiempo para almorzar. Muchas veces almorcé apurado en la micro. Era difícil, pero con el tiempo lo adoptas como un hábito y te forja la disciplina", rememora.

Bruno llevaba cinco años junto a la dupla más exitosa de la historia de la gimnasia chilena. Y ya aparecía, por ejemplo, en finales de anillas, como ocurrió en Doha, en marzo de 2011. La conexión con Gutiérrez lo tenía al más alto nivel y la ambición crecía. Pero todo eso se fue a la basura. La depresión se tomó su vida a fines de 2012. "Cuando estaba en camino a cumplir mis objetivos, Tomás González se separó de Joel y a mí, en lo económico, se me hizo imposible seguir pagándole. Me tuve que alejar de él y fue como divorciarme en un matrimonio. Entré en depresión. Los cubanos te hacen muy dependientes de ellos", recuerda.

"Quería retirarme. Me puse más gordo. Terminé con mi pareja de ese momento. No quería nada. Llegué a un momento que me sentí sólo. En todos lados me iba mal y pensé en devolverme a Concepción".

Para Bruno, 2013 y 2014 fueron los peores momentos de su vida. La gimnasia, rápidamente, pasó de ser su pasión a querer desecharla. Como distracción y escape a la depresión, buscó una alternativa: "Me metí a estudiar a la Universidad". Sin embargo, al poco tiempo, y todavía dentro del estado depresivo, los resultados de sus estudios comenzaron a fallar. Cuando parecía que la partida a Concepción era inminente, apareció su salvación. La psicóloga y ex esgrimista Karla Guaita le dio un giro en 180º. "El año anterior había sido pésimo en todo ámbito. Después de no haber hecho nada, pasé a ser finalista en la Copa del Mundo de Sao Paulo y de un Sudamericano. Muy en parte de lo que pude lograr hacer después es gracias a su trabajo", agradece.

Hoy, Bruno no cesa en sus prácticas en el CAR. La fortaleza mental que forjó con sacrificios es su principal virtud. Comienza mañana en los Juegos Bolivarianos de Santa Marta. Tiene los ojos clavados en el podio.

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