El balón da botes en su pieza, pero no es Paulo Henríquez (44 años, 5 de septiembre de 1975) quien los provoca. Casi 12 años pasaron desde que un piquero desafortunado le quitó la posibilidad de caminar y disminuyó la motricidad de sus brazos, terminando así su carrera de basquetbolista. Ahora vive otra etapa, saboreando el alivio de haberse titulado de sicólogo y de paso, viendo al futuro. El que entusiasmado golpea la naranja es su sobrino. Y Paulo mira alegre, pues el deporte sigue en familia.

El último título del exjugador de Valdivia se lo ganó luego de años de esfuerzo en la Universidad Santo Tomás de la ciudad ribereña. Una complicada etapa de la que salió airoso el pasado 29 de abril y tras la cual piensa hacia adelante: "Quiero ser sicólogo deportivo", dice Paulo, añorando volver al parqué en el que tantas veces fue feliz.

Nada ha sido fácil en la vida del exbase. Desde los 10 años trabajaba y veía como a sus papás les costaba comprarle lo que necesitaba. Se esforzó y logró consolidar una carrera de basquetbolista, al mismo tiempo que estudiaba en Temuco. Viajaba de La Araucanía a Valdivia todos los días. Llegaba tarde y dormía poco. Así y todo, fue campeón de la Dimayor 2001 con el CDV y de la Libsur del mismo año con la Universidad Autónoma, antes de aquellas vacaciones que cambiaron sus planes.

El aprendizaje y las lecciones del básquetbol le fueron dando herramientas para afrontar su recuperación. También cuando los momentos de oscuridad aparecían mientras rehacía su vida estudiando sicología. "No nací en cuna de oro y haber pasado adversidades, me fortalecían. Me ayudó bastante cuando me di cuenta que no iba a caminar. Mi concepto de vida es nunca rendirse ni bajar los brazos", dice Paulo.

La UST, que hizo mejoras en su infraestructura y actualmente cuenta con un comité para ayudar a sus alumnos en situación de discapacidad, le abrió las puertas para estudiar sicología el 2012 y se hizo más llevadero su día a día. Eso sí, la mente también jugaba su parte. "Fue difícil, porque pensaba que perdía muchas cosas de la vida cotidiana. Yo era una persona que andaba siempre en la calle. Me gustaba el contacto en la plaza, parques y el centro de Valdivia; ir a la naturaleza y al bosque", comenta el exbase.

Cuando Henríquez comenzó a estudiar sicología, también volvió a acercarse al básquetbol y todo parecía conjugarse nuevamente a su favor. Los dos primeros años en la universidad fueron los mejores para él. Fue parte de un club deportivo adaptado, pero el dolor comenzó a aparecer. Todo empeoró cuando se fracturó la pierna: “Empezó harto dolor en la cadera y la espalda baja. Empezó a disminuir mi vida social. Estudiaba en la noche y pasaba casi todo el día acostado”, recuerda Paulo. La fractura le hizo perder tiempo y energía. Lo mismo provocó una escara, que le obligó a congelar la carrera por un año. Era cuestión de salud.

En el último año de carrera volvieron las dudas. “¿Habré elegido bien?”. Siempre asomaba el básquetbol pidiendo regresar a su vida. Claro, no es fácil despojarse de algo que le acompañó siempre. Paulo aún sueña con volver, aunque no sea él el protagonista de las jugadas que lo elevaron a ídolo del CDV.

"Me gustaría estar metido en una cancha, empezar de ayudante y ser entrenador. También complementarlo con la sicología, sería mucho mejor. El básquet me gusta conversarlo, verlo, analizarlo", explica el valdiviano, quien cuenta que una charla con Manuel Córdoba le ayudó a calmar sus ansias de volver al parqué para vivir el proceso que le estaba tocando. "La vida del entrenador es larga. Quedé más tranquilo", complementa.

Paulo sabe que el camino se hace paso a paso. Lo primero es disfrutar su reciente titulación y después ver cómo seguirá la ruta hacia la sicología deportiva. Cuenta que ya conversó con dos profesionales de Valdivia, con quienes se contacta por WhatsApp y le dieron datos de dónde estudiar, además de pasarle bibliografía. Lo que sí tiene claro es que le gustaría trabajar con adolescentes, ayudando en su formación. “Es la etapa donde ellos están descubriendo una vida nueva. Pasan muchas cosas por su cabeza. Por ahí va lo mío: tratar de fortalecer la mentalidad y darles herramientas para los momentos de frustración”.

La vida le dio un golpe duro a Paulo, pero él, resiliente, salió airoso y clavó la pelota haciendo saltar a todo el gimnasio. Un nuevo paso en su historia, un nuevo título que celebrar. “Mucha gente me felicitaba por la carrera y me iba dando cuenta que mi ejemplo servía”, dice el exjugador, quien también dio charlas hace un par de años. “Nunca me gustó sentirme un ejemplo, ni cuando jugaba básquet, pero lo acepto. Me doy cuenta que lo logré y que estoy influenciando a personas”, concluye Henríquez, feliz y victorioso, mientras su sobrino continúa dando botes en su pieza.