La polémica personalidad de Jason Silva le vuelve a pasar la cuenta. El mediocampista es detenido por tercera vez en el año. Esta vez, por conducir un vehículo cuyo permiso de circulación estaba adulterado. Fue formalizado en el Juzgado de Garantía de Puente Alto, se le aplicó la medida cautelar de firma quincenal y arraigo nacional durante los 100 días que durará la investigación. Antes, solo en 2019, había visitado los cuarteles en marzo y abril. La primera vez, el 15 de marzo, por conducir con una licencia de conducir falsa, una irregularidad que le detectaron efectivos de la 38ª Comisaría de Puente Alto y que le costó una multa y firma mensual por tres meses. La segunda, por manejar en estado de ebriedad. El alcotest al que fue sometido arrojaba 1,65 gramos de alcohol por litro de sangre, mucho más que lo permitido. Ese episodio sumó un agravante: el intento de soborno con $ 50 mil a un funcionario policial. También se le aplicaron las medidas cautelares de arraigo nacional y firma mensual. El currículo deportivo empieza, peligrosamente, a cederle terreno al prontuario policial.
Eso sí, su incidente público más connotado ocurrió en un Superclásico. El 6 de abril de 2014, después de que Colo Colo venciera a Universidad de Chile en el Estadio Nacional, con un autogol de Roberto Cereceda, Silva festejó provocativamente la victoria alba: pisoteando un lienzo que, presumiblemente, había sido quitado por los fanáticos del Cacique a los azules. Silva fue detenido, acusado por incitación a la violencia y otra vez quedó sujeto a la medida cautelar de firma mensual mientras se desarrollaban las indagatorias. En julio de ese año, fue condenado a no asistir durante los 365 días siguientes al partido más importante del fútbol chileno. Tuvo que ofrecer disculpas públicas y, además, recibió un castigo interno.
Hay otra escena difícil de olvidar. En diciembre de 2014, Silva se hizo expulsar en un partido entre los tricolores y Santiago Wanderers, en Valparaíso. Cuando salió del campo de juego, fue recriminado duramente por Pablo Guede, quien dirigía al equipo de La Cisterna. Al tiempo después, en todo caso, el futbolista reconoció al técnico argentino como el técnico más trascendente de su carrera. "Gracias a Guede soy el jugador que soy", decía. Aludía, naturalmente, a la evolución en su juego.
Hay que remontarse a los orígenes de la carrera futbolística de Jason Silva para entender su forma de ser. En Palestino sabían que provenía de un barrio riesgoso de la capital y que su perfil, ya desde joven, era complejo. Por esa razón, la estrategia fue mantenerlo contenido. "Lamentablemente su entorno nunca le ayudó. Una vez el técnico lo dejó en la banca y los papás casi mataron al técnico y nos gritaban cosas a los dirigentes. En Palestino había una buena estructura y sabían manejar este tipo de situaciones", explica, a modo de ejemplo, Ricardo Quilodrán, exdirigente del área formativa de los árabes. La enfermedad que afectó a su madre, que incluso lo obligó a organizar un evento para reunir fondos, en el que sorteó camisetas firmadas por Alexis Sánchez y Arturo Vidal, fue otro mazazo fuerte.
Por esos días, Palestino realizaba un fuerte trabajo complementario con sicólogos. Además, el club mantenía un convenio con una universidad que le permitía nutrirse de profesionales. "Había una buena estructura y sabíamos manejar este tipo de situaciones. Se aislaba a los papás y nos enfocábamos en el joven, pero lamentablemente en el club están dos horas nomás. He conocido 'ene' casos. Algunos levantan y otros no. A algunos los prestan para sacarlos de sus hábitat. Cuando pasan al primer equipo, se valen por sí solos. Y ahí es posible que resurjan los problemas", añade Quilodrán.
"Va a terminar jugando en una cancha de tierra por un par de cervezas"
En La Cisterna admiten ahora que cuando Colo Colo lo fichó había cierto temor. Hubo consultas respecto del perfil del futbolista. "Cuando tuvo el problema en Colo Colo, nos llamaron y les dijimos lo mismo, que nunca nos dio problemas. Allá lo soltaron y se desbandó. A Silva había que mantenerlo contenido, preocuparse por él", insiste Quilodrán. En una nota publicada por La Tercera en mayo de 2016, cuando el volante y otros tres compañeros habían sido desvinculados de Unión La Calera, otra oportunidad desperdiciada para enrielar su carrera, el dirigente palestinista Henry Abuawad hablaba de un estigma que el jugador nunca pudo (o podrá) sacarse. "Por lo que siempre lo recuerdan a él es por lo que pasó en aquel partido con Colo Colo en el que pisó el lienzo. Eso lo estigmatizó, porque aquello fue algo demasiado mediático. Se habló más de él entrando a la comisaría que del propio partido. Fue excesivo y todavía hoy cuando va a jugar con cualquier equipo contra la U, todos lo pifian por aquello que hizo", decía. "Si con nosotros tuvo problemas de disciplina fueron siempre dentro de la cancha, pero no fuera de ella. Es un jugador todavía joven, temperamental, que cometió algunas expulsiones infantiles y torpes, pero eso es todo", ampliaba.
El Apollon Limassol, en Chipre, fue su única salida al extranjero. Tampoco gravitó y tuvo que devolverse. San Marcos de Arica le abrió las puertas y depositó en él sus esperanzas y, recuerdan, ahora, una cuantiosa inversión. "Un dirigente me lo ofreció. Yo no lo conocía. Sabía que era un lateral izquierdo, que había debutado bien en Palestino, pero poco más. Desde que llegó, lo miré al tiro y se notaba que tenía poca cultura, poca educación, cerebro cero, un flaite. Le decía 'siéntate bien, no te comas las uñas', cosas así. Todos los días tenía que darle consejos. Se le dio departamento y pidió llevarse el auto que le había pasado el club a Santiago. En los primeros días ya tuvo altercados en el departamento, porque armaba fiestas. Llevaba gente de su barrio. El ambiente los consume", dice Hernán Godoy, quien lo dirigió en el norte.
Clavito no muestra compasión al analizar a su expupilo. "Me enteré de lo que está pasando y es lamentable, pero previsible. Uno no le desea mal a nadie, pero a la larga las cosas se terminan pagando, de una u otra forma. Yo lo quería echar. Le decía 'aquí viniste como un aporte'. Estaba lleno de tatuajes. Todos los días lo retaba. Tuve roces con él. Yo no estaba equivocado.Un entrenador, al primer día, tiene que imponer disciplina. Si se le perdona a él, qué queda para el resto. Matando la perra se acaba la leva. Yo pedí que lo echaran. Que se fuera en el auto gastando bencina hasta Santiago si quería", grafica el longevo estratega.
Ni siquiera en la función futbolística el técnico y el jugador lograron ponerse de acuerdo. "Yo quería hacerlo jugar de 'diez', pero le gusta jugar en la orilla, donde no lo marquen, donde no le peguen. Y si le pegaban, le echaba al tiro la aniñada al árbitro. Va a terminar jugando en la cancha de tierra, por un par de cervezas. A Arica le hizo gastar plata, pasajes, traerle la familia al mejor departamento. El club pagó hasta el pase internacional. A Europa fue a puro pasear. Ojalá que no siga con esto y que cura'o no mate a alguien nomás", sentencia Godoy.