Gustavo Álvarez dejó Huachipato como campeón y asumió un desafío titánico. La banca de Universidad de Chile supone, de por sí, una responsabilidad altísima. Y más aún en el marco de temporadas que han sido especialmente ingratas. Los azules no son campeones desde el Clausura 2017, aunque lo peor es que en varias de las últimas campañas han tenido que sufrir. Incluso directamente con el descenso.
En esa línea, el técnico argentino tendrá que tomar decisiones. Y, sobre todo, mover piezas en todos los sectores del campo de juego. Las determinaciones parten en el arco.
Un duelo de titanes
A su arribo, Álvarez se encontró con una realidad: el club estudiantil había decidido prescindir de Cristóbal Campos, quien llegó a ser considerado como uno de los principales proyectos del club. El cartel incluía un adicional: debía convertirse en el sucesor de Johnny Herrera, el último referente del club en el puesto y, por añadidura, uno de los últimos ídolos institucionales. Campos partió con una ventaja: la bendición del propio Herrera. De hecho, el angolino fue el primero en criticar su salida.
Sin embargo, un rendimiento deportivo inestable, además de graves problemas personales, como una denuncia por violencia intrafamiliar terminaron precipitando su salida. La lista de errores incluía hasta la vulneración de la pauta alimenticia que le había asignado el cuerpo médico del club, para mantener a raya los problemas con el peso.
La U optó por otro camino. Primero, respaldó a Cristopher Toselli, quien hace casi una semana renovó por un año con los estudiantiles. La presencia del experimentado golero supone una garantía en varios sentidos: en lo futbolístico ha demostrado en toda su carrera que es un golero confiable. En lo personal, su comportamiento es intachable.
Y luego fichó a otro guardameta. Gabriel Castellón acordó su llegada a los laicos, aprovechando que su relación con Huachipato había concluido junto con el histórico logro que los acereros celebraron en el estadio CAP. El portero era una de las opciones frente a las dificultades que supuso la contratación de Gabriel Arias. Como fue imposible sacar al golero de Racing, se optó por asegurar al oriundo de Valparaíso, quien también ha integrado la Selección.
El lío
La presencia de Toselli y Castellón supone para Álvarez una decisión compleja. Aunque sea una perogrullada, el arco es el único puesto en el campo que solo puede ocupar uno y la determinación se hace especialmente compleja cuando los postulantes son dos (o, a veces, más) porteros de un nivel similar.
Toselli tiene a su favor la experiencia y una trayectoria que brinda el soporte para llevar una casaquilla especialmente pesada. Además, la ventaja que le da conocer la experiencia: ha jugado 10 partidos por la U, en los que recibió 16 goles. A ese registro se suma su extenso paso por Universidad Católica, donde fue referente y capitán. La suma le asigna un rótulo: arquero de equipo grande.
Castellón ha sido considerado, desde siempre, uno de los grandes proyectos entre los arqueros chilenos. En septiembre cumplió 30 años. Después de una etapa de adaptación en Colchagua, le llegó el momento de aspirar a la consolidación en Santiago Wanderers, aunque solo en las temporadas 2016-17 y la siguiente alcanzó la titularidad casi indiscutida.
En Huachipato, en cambio, la consolidación fue absoluta. En la última campaña, que terminó con el Huemul de Plata en sus manos, disputó 2.586 minutos en 29 encuentros. En las tres anteriores había superado el umbral de los dos mil minutos en el campo de juego, solo considerando los duelos por Primera División.