"Por sus negocios en Chile, mi papá tenía que hacer cinco o seis viajes al año; al final, cuando yo iba a nacer se dio cuenta de que iba a ser muy complicado y decidió vivir definitivamente en Santiago con mi mamá y conmigo", explica Simran Moolchandaney, quien apenas alcanzó a pasar dos meses en su natal Ajmer, ciudad del norte de la India, a 16.600 kilómetros de La Reina, la comuna donde reside y donde estudiaba en el Andreé School, ubicado apenas a un centenar de metros de su casa. Aparte del gran detalle de origen y distancia geográfica y cultural, su historia ofrece variados matices.
Hoy, con 17 años (22 de febrero de 2001), esta joven de ojos y sonrisa brillantes es un resumen de éxito y felicidad. No sólo es seleccionada nacional de esgrima, especialista en espada y medallista sudamericana juvenil, sino que además fue uno de los puntajes máximos nacionales en la prueba de matemáticas de la PSU, por lo que estudiará Medicina en la Universidad Católica.
"Desde siempre quise estudiar Medicina en la Cato. Nadie en mi familia tiene relación con la medicina, porque hay ingenieros y un abogado. Es una vocación muy personal y quiero especializarme en Pediatría o Neurocirugía, pero lo veré en el camino obviamente. Era complicado entrar, porque el año pasado el corte fue de 798 puntos", sostiene.
Ella rinde así honor a su nombre, que en hindi significa "regalo de Dios". El inglés es el idioma que más se habla en su casa, pero también el hindi, además de un poco de español. Al respecto, Simran explica que "para mí no ha sido problema la integración ni la emigración, porque he pasado toda mi vida en Chile. Tuvimos la fortuna de que mi papá ya conocía el país, tenía muchos contactos y una situación económica tranquila. Por eso, siempre nos sentimos muy bien acogidos y recibidos; nunca tuvimos un problema como los que se ven en las noticias, un poco por cómo lo manejó mi papá. Nunca ha habido un problema en el colegio y en mi barrio".
Quizás el único contratiempo, muy menor sostiene, ha sido el factor idiomático para sus padres: el ingeniero comercial Siddrath y la profesora de inglés Malti. "A ellos aún se les nota, de vez en cuando, que el español es su segunda lengua, pero igualmente no han tenido problemas mayores", afirma.
El vínculo con la India y el estado de Rayastán (el más grande de la India, del tamaño de Alemania y con 68 millones de habitantes) se mantiene en los Moolchandaney, pese al esfuerzo financiero: "Todos los años viajamos a ver a la familia, pero en mi caso no he podido en los últimos dos veranos. Y lo mismo me pasará de nuevo ahora, porque voy con la Selección a España. Y estamos dos meses allá, preparando las competiciones internacionales; y no me calza el tiempo para ir a la India, lamentablemente".
De paso, recuerda que "mi mamá decidió dejar de trabajar como profesora para dedicarse a cuidarnos a mi hermana (Ritu, 13 años) y yo. Tenemos la suerte de que mis papás pueden hacerlo".
Ritu también se está asomando al deporte. "Ella juega tenis en lo de Iván Zamorano. Y lo hace muy bien, por lo que comenzará a competir a nivel federativo en 2019", señala, enfatizando que ellas son las primeras deportistas de una extensa familia.
Simran sorprende al explicar cómo compatibiliza libros, cuadernos y espada. "Entrenamos mucho en la semana y siempre hay competencias. Y yo aprovecho al máximo las clases en el colegio y, además, luego de entrenar estudio en la noche, con mucha concentración. Antes yo no era muy ordenada, pero el iniciarme en esgrima me sirvió para aprender a organizarme. Yo subí mi promedio y logré las notas que tengo después de empezar a hacer esgrima", dice, en un caso que suele ir contra el registro habitual, en que el deporte suele ser un obstáculo para un estudiante. Y en su caso no es esfuerzo menor, pues incluye un mínimo de tres horas diarias de entrenamiento físicos y técnicos, incluyendo sábados. A eso, se le agregan, en muchas ocasiones los torneos y viajes.
El puntaje nacional en la PSU, además, llegó para ella como el corolario de lo que califica como "un año redondo". "Tuvimos el Sudamericano específico, donde logré tercer lugar en individual y segunda en la estafeta, además de segundo lugar por equipos".
Sobre el esfuerzo que implica equiparse, no duda en relatar lo dificultoso que fue en un comienzo. "Al principio uno se costeaba todos los equipos, pero en estos últimos años nos han dado facilidades, de las marcas chilenas e internacionales, para tener los implementos, aparte de que la federación nos financia casi el 100% de los viajes", dice. No se trata de costos menores, pues un sable en Chile puede alcanzar los 160 mil pesos. A eso hay que sumar una careta ($ 200 mil), un traje completo (más de $ 350 mil), zapatillas (sobre $ 100 mil) y un bolso de competencia ($ 150 mil promedio).
"Yo tengo muchos amigos en mi equipo, tanto que fue verdaderamente mi familia durante la semana en que ganamos los Odesur, el año pasado. Ahora que estoy en el equipo adulto me siento igual de bien y por eso puedo decir que la esgrima es mi segunda familia", detalla, sobre la cohesión que se vive en esta disciplina a nivel nacional.
Al arte de las espadas, flores y sables (su especialidad), Simran llegó luego de ver una exhibición de Simón Accorsi, uno de los mejores esgrimistas de la historia de Chile. "Yo, por ejemplo, era muy mala en los deportes con pelota o balón, y esto era algo distinto. Y me llamó la atención por la belleza de sus movimientos. Después, además, comencé a estudiar sobre este deporte y a enterarme de todos los siglos de historia que hay detrás", especifica.
Así, su nombre parece destinado a sonar, quién lo diría, cada vez más familiar en los oídos chilenos. Y no se extrañe si dentro de 10 años, le hacen pasar a su consulta.