Veintiuno de diciembre de 2017. Santiago Wanderers y Unión La Calera definían la permanencia o el ascenso. La resolución final se trasladaba hasta los penales, luego de que la serie quedara empatada a un tanto. Como en las peores -o mejores- películas de suspenso, todo quedaba para el final.
El estadio Elías Figueroa estaba repleto. Los porteños que, ingenuos, pensaron que asistían a una fiesta, terminaron presenciando una pesadilla. Los disparos desde los 12 pasos se volvieron en contra del Decano, acaso por el destino, la mala suerte o, simplemente, por falta de carácter de sus jugadores.
Lo único que se quedó en la historia como un hecho irrefutable fue el timorato disparo de Marco Medel, que detuvo sin problemas Lucas Giovini.
Una displicencia que costó caro. Un yerro que propició la caída de categoría y que le hizo ganarse el repudio de la hinchada que atendía a un hecho tan histórico como lúgubre. Su descontrol antes y después de la serie de penales fue evidente. Hubo momentos en que perdió la cabeza y pateó todo lo que encontró en las zonas técnicas. Ciertamente, un día para olvidar.
Pero el fútbol, al igual que la vida, entrega posibilidades para redimirse. Tiende una mano para levantarse después de caer y, el martes, Medel tuvo la suya. Un premio a la lealtad, a su decisión de continuar con el equipo pese a tener que estar un año entero en Primera B. En definitiva, una demostración a los hinchas de que su tibio remate ante los caleranos no fue más que un error, incapaz de hablar por todo lo que hay dentro de él.
Apareció cuando más se le necesitó. Cuando las posibilidades estaban desbalanceadas, prefiriendo al club arequipeño en desmedro del porteño. Tiró del equipo como si en ello se le fuese la vida, y pateó el balón desde 25 metros para el gol de la clasificación con la rabia -aunque también con la alegría- de quien sabe que aprovechó con éxito una revancha.
"Feliz por el gol, porque la verdad es que lo hemos pasado mal. Feliz sobre todo por la gente que es del club y que nos fue a apoyar a Perú", señaló el jugador al llegar ayer a Chile. Además, se refirió al real objetivo de Wanderers esta temporada: "Obviamente te ilusiona clasificar así, pero el primer objetivo es ascender. En Copa intentaremos llegar lo más lejos posible". Finalmente, optó por no elegir a un rival para la tercera ronda. "Estamos enfocados en Barnechea, el sábado", sostuvo.
El volante de 28 años trabajaba para expiarse. No ante su hinchada ni sus compañeros. No ante su familia, que seguramente se transformó en un apoyo fundamental. Corría para demostrarse que sus idas y venidas en el fútbol pueden quedar en el pasado. Que el difícil momento, ahora en la Primera B, es una prueba para salir fortalecido. Con carácter, aquella carencia que le han enrostrado.
El martes ya dio el primer paso. Uno de muchos, no obstante, el más importante. La revancha, eso sí, aún no está completa; eso se verá al final de la temporada. Quizás el ascenso dependa de Medel. Quién sabe si tenga que enfrentarse otra vez a un penal decisivo. En Perú ya demostró que está preparado. Consiguió su primera revancha.