Fue su última actuación excluyente, su última jornada de gloria, iluminada con un gol, su último título profesional y la última vez que Palestino brilló con luz propia. Jugó con la mano izquierda quebrada y con un tanto de cabeza, marca de la casa, Figueroa, el histórico, cambió la historia. Don Elías puso de pie a la colonia árabe en Chile.

El 17 de septiembre de 1978, Egipto e Israel firmaron en Camp David, con la mediación de Estados Unidos, unos célebres acuerdos secretos llamados a restablecer la paz en Oriente, que terminaron, sin embargo, por sepultar buena parte de las aspiraciones de autodeterminación del pueblo de Palestina. Apenas dos meses más tarde, a 13.220 kilómetros de Jerusalén, un equipo de fútbol chileno fundado por miembros de la colonia de aquel país, logró alcanzar la última fecha del torneo nacional a un solo punto del título de Primera División. Era la tarde del sábado 25 de noviembre de 1978 en el Estadio Nacional. El día de la gran revolución árabe.

"Peleamos todo el año y ese era el partido decisivo. Y nos juramentamos para sacarlo adelante. A esa altura del torneo éramos un equipo que jugaba de memoria". El que habla, en relación al duelo decisivo de la última jornada del campeonato, ante Colo Colo, es Óscar Fabbiani (67), el implacable goleador de aquel equipo de leyenda. Vestido con pantalón de buzo y con su blanca melena al viento, el delantero chileno-argentino (máximo goleador de aquel torneo con 35 de los 76 tantos anotados por su equipo) ha sido uno de los primeros exjugadores del cuadro tricolor en llegar al Estadio Palestino de la Avenida Kennedy, el escenario elegido por La Tercera para la junta futbolística.

Han pasado ya 40 años desde aquel día, por más que para alguno de sus protagonistas, permanece detenido en el tiempo. "Jugar con Colo Colo una definición de campeonato era un gran examen. Pero se juntaron varias cosas; una directiva muy idealista, un proceso largo y una manada de jóvenes que tenían ambición y un gran profesionalismo", rememora, con la chaqueta al hombro, la memoria intacta y una discursiva perfecta, Caupolicán Peña (88), el técnico de aquel equipo, el arquitecto de aquel sueño, antes de disculparse -sin motivo- por su estado de salud, este mediodía un tanto maltrecho: "No estoy en muy buenas condiciones físicas, ando medio reguleque, pero quería estar con los muchachos".

A esta cumbre conmemorativa, sin embargo, no han venido solo los muchachos, también los que se desempeñaban como su mano derecha e izquierda a orillas del terreno de juego, es decir, el cuerpo técnico al completo. "Aquel Palestino hizo una campaña extraordinaria. De la mano del jefe, como le digo yo a Don Caupo, jugaba un fútbol total, adelantado muchos años a su tiempo. Presionaba arriba, jugaba por las orillas, intercambiaba posiciones. Era un fútbol muy moderno y muy vistoso", manifiesta Gustavo Cortés (74), otrora ayudante técnico. Y Carlos Ahumada (77), preparador físico de aquel equipo, complementa sonriendo: "Eran buenos para entrenar además, estaban preparados física, táctica y mentalmente para ganar. Ahora, 40 años después, parece que perdieron la forma un poquito. A Pinto lo veo bastante bien. A Fabbiani lo veo más delgado que nunca, pero el resto están pasaditos en kilaje. Es normal, ya no están con el látigo y ya se sacrificaron bastante".

Y mientras Pedro Pinto (67) intercambia confidencias con Manuel Herrera (62), y el incombustible Rodolfo Dubó (65) rememora viejas batallas en compañía de Jorge Zelada (68) y Nibaldo Carrasco (histórico funcionario del club), hace su aparición en el recinto el líder indiscutible de aquel plantel de Palestino, Elías Ricardo Figueroa Brander (72), ataviado para la ocasión con un elegante terno. "Algo debe haber pasado para que llegue tarde. Siempre era el último en irse de los entrenamientos", confidencia, entre dientes, Don Caupo. Y el conmovedor abrazo, tras tantos años, del inolvidable zaguero con el que fuera su técnico, emociona a varios de los asistentes.

El invicto de la discordia

El 4 de marzo de 1978, en la primera fecha del torneo nacional y con un solitario gol de Pedro Pinto, Palestino, invicto desde el 7 de agosto del año anterior, derrotaba por 0-1 a O'Higgins en Rancagua firmando su vigesimotercer encuentro consecutivo sin conocer la derrota. Pero la mala inscripción del autor del tanto terminaría otorgando el triunfo por secretaría al conjunto celeste.

Un capítulo desconocido para muchos que, reglamento en mano (y a pesar de que el conjunto árabe lograría encadenar después 21 fechas más sin hincar la rodilla), inhabilitaría el récord absoluto de partidos invicto en poder de aquel Palestino (44), haciéndolo recaer en la U (que sumó 33 al hilo en 1999). Un subterfugio reglamentario del que los artífices de la gesta, claro, se defienden.

"Mi inscripción llegó tarde. Le ganamos a O'Higgins, pero el gol lo hice yo. Hubo un reclamo y nos quitaron esos puntos, pero la diferencia con la U sigue siendo abismante. Va a ser difícil que batan ese récord de 40 años", sentencia el propio Pedro Pinto. "El partido se ganó en cancha. Entonces, el invicto continuó", protesta Dubó. Y Fabbiani culmina: "Ese partido lo ganamos en la cancha. Siempre se busca un pero, pero a nosotros en la cancha no nos ganó nadie". Con récord o sin él, lo único cierto es que aquel año Palestino dejó de ser un equipo invicto para convertirse en uno inmortal.

La luz de Oriente

El Estadio Nacional se vistió de gala para acoger el duelo entre albos y árabes, válido por la última fecha del torneo, la tarde del 25 de noviembre de 1978. "Debía haber unas 30 o 40 mil personas. Y seguramente solo unos 5 mil eran hinchas de Palestino", comienza a relatar Pinto. "Cumplidos dos tercios del campeonato teníamos ya una ventaja importante, pero teníamos que ratificarlo todo ese día contra Colo Colo", prosigue Zelada. "Y entonces llegó el gol de Manuel", evoca, con una sonrisa en la cara, Rodolfo Dubó.

A los 27 minutos, un fantástico zurdazo de Manuel Rojas desde 30 metros, imposible para Nef, inauguró la cuenta. Y Palestino, simplemente, se desató. "Empezamos a tocar, a tocar y les dimos un baile", manifiesta Dubó, el hombre que más partidos ha vestido la elástica palestinista en toda la historia de la entidad. "No tenían por dónde", corrobora Zelada, que ingresaría a la cancha en reemplazo de Messen en el minuto 70. "Es que era muy bueno ese equipo. Hasta los malos eran buenos", insiste Dubó, mientras Manuel Herrera trata de contener la emoción.

Al filo del entretiempo, llegó el 0-2. "A mí siempre me gustó ir al ataque. Y eso hice. Me había servido siempre y me sirvió también ese día", evoca Elías Figueroa. Un cabezazo imperial del defensor tras asistencia a balón parado de Lazbal, picado, como aquel con el que había iluminado tres años antes Beira-Rio, acercaba a Palestino al título 22 años después. Corría el minuto 41 de encuentro.

El gol olímpico de Orellana para Colo Colo, en el 67', contrarrestado por el autogol de Pacheco, cinco minutos más tarde, para dar forma al 1-3 final, terminó quedando en anécdota, pues lo verdaderamente olímpico de aquella tarde fue la vuelta de campeón del elenco tricolor. La última de Figueroa en el profesionalismo: "Fue mi último título. Ya después me fui a Estados Unidos y me retiré del fútbol. Creo que ya había cumplido. Pero es un título que está entre los mejores, no solo como jugador, sino como persona. Por la colonia, por los dirigentes, porque es un orgullo haber jugado en Palestino y haber sido campeón con estos compañeros", finaliza el defensor.

Al filo de las dos de la tarde, los héroes del 78 despliegan una gran bandera de Palestina y entonan juntos, por última vez, el característico "Tino-Tino", el grito de guerra del equipo. Después, empiezan a marcharse. "Fue un torneo hermoso aquel del 78, y la coronación del título, contra Colo Colo, algo extraordinario, por el escenario y por el rival", dice Zelada. "Era ilógico que un equipo tan chico fuera campeón en ese momento. Pero nosotros lo fuimos", concluye, con orgullo incontenible, Herrera. Y Don Caupo, que tomó las riendas del equipo tras haber fracasado en su intento de clasificar a Chile al Mundial del 78, se confiesa: "Cuando estaba enterrado, vilipendiado, Palestino me dijo: 'Aquí estamos'. Y salimos campeones. Fue una revancha. Después de la lluvia vino el sol. Yo soy criado y formado en Colo Colo, pero si me pinchas hoy, creo que tengo más sangre de Palestino".

Y aunque el fútbol no pueda actuar, en realidad, más que como analgésico para el dolor, se diría que nunca antes, como aquel 25 de noviembre, Palestino estuvo tan cerca de Palestina.