Toda la ilusión que supone el inicio de un nuevo proceso de la Selección, esta vez al mando de Reinaldo Rueda, contrastó de alguna manera con la decepción que todavía carcome a los hinchas y por qué no a buena parte del plantel que sobrevive de la era Pizzi por no clasificar por tercera vez consecutiva a una Copa del Mundo. Lo de Estocolmo, donde la Roja enfrentó a Suecia, tuvo en cierto modo mucho de nostalgia, tomando en cuenta que el rival sí irá al Mundial de Rusia, y un buen porcentaje de interrogantes de cara al futuro. Porque sacar conclusiones por 90 minutos, más allá del marcador favorable, resulta prematuro y hasta innecesario por dos motivos: hubo pocos entrenamientos con el nuevo DT y por ende hay mucho trabajo por delante y principalmente porque todavía restan largos 15 meses para la Copa América de Brasil, el primer compromiso oficial para Rei.

Quizás por ello, Chile tuvo ideas y buenas intenciones durante 45 minutos. Como para entrarle por la vista a Rueda, dejándole en claro que más allá del carácter amistoso del duelo, el ADN de esta Selección está intacto. Se vio en ese primer tiempo a un equipo protagonista, que tuvo volumen ofensivo, pero que al igual que en el proceso anterior, falló en los últimos metros. No necesariamente en la definición porque no se generó muchas chances, sino que especialmente en la toma de decisiones para la última habilitación. En ese sentido, resaltó la gran cantidad de errores de Sánchez en ese pase final.

No obstante el contexto, quedaron apuntes en la libreta de cara al futuro que seguramente representarán cambios al paradigma en el que se construyó la generación dorada. Uno de ellos, quizás la modificación más latente, tuvo que ver con la alineación de dos zagueros altos, como Maripán y Roco. Aquello le dio otra característica al fondo, con mayor fuerza en el roce y poderío aéreo, pero salida más interrumpida y a ratos demasiado pausada. Un aspecto que se vio más latente en el complemento, cuando Hernández perdió protagonismo como volante central, al punto de ser reemplazado, y porque ni Vidal ni Aránguiz sienten el ir a buscar tan atrás el balón para empezar a construir.

Justamente, ese circuito entre Aránguiz, Vidal y el Tucu fue de lo mejor de la Roja, con asociaciones permanentes, y permitiendo siempre que el Rey Arturo quedara de frente al arco para tomar decisiones. Esa libertad en terreno rival la coronó el mediocampista del Bayern Munich con un golazo a la entrada del área para abrir la cuenta (21'). Lamentablemente para Chile, un minuto después vendría la igualdad del local por intermedio de Toivonen.

Quizás si la deuda de los tres mediocampistas fue nunca haber dejado a los delanteros de cara al gol. Y ese es un tema que tendrá que resolver Rueda en el futuro inmediato. Sin un enganche definido, la Roja sigue extrañando ese organizador que haga más fluido el ataque. Esa ausencia obliga por ejemplo a Sánchez a recogerse metros y disfrazarse de habilitador. Una función que definitivamente no la cumple bien. Ante Suecia, el tocopillano fue una máquina de balones perdidos, en todas las zonas del campo, prolongando el mal presente que vive en Manchester United. Incluso, una mala definición suya ante el portero sueco, le permitió a Bolados, en segunda instancia, decretar el 1-2 en favor de la Roja (90').

Quizás si el resultado sea lo mejor del estreno de Rueda. Más allá de los condicionantes que tuvo el técnico, quedó claro que el grupo de jugadores quiere revancha, aunque deban esperar más de un año para jugar por los puntos. Y pese a que el dolor y la pena por no ir al Mundial todavía no se olvida en el camarín, el primer paso termina siendo positivo.