La ruina número 26
"Cinco equipos brasileños, tres argentinos, dos ecuatorianos, un uruguayo, un paraguayo, un boliviano... Los octavos de final de la Libertadores 2020 ya tienen aseguradas casi todas las nacionalidades posibles. Y Venezuela y Colombia pueden sumarse hoy. Pero no hay ningún representante chileno. Otra vez. Compitiendo con Perú por ser la peor liga de Sudamérica".
Un desastre más. Colo Colo redondeó otra campaña nefasta del fútbol chileno en la Copa Libertadores. Le queda una bala aún a Católica, mañana, pero es de fogueo: ya está fuera también de la competición mayor, y casi de la de consuelo, la Sudamericana. Sin nada de nada terminó su aventura el Cacique, eliminado de todo. Le mandó a la lona un rival que ni siquiera lo amenazó, que se limitó a defenderse con las manos en los bolsillos y lo atacó con gente una sola vez, en el gol.
Tiene delito el tropezón de Colo Colo, que dilapidó un sorteo afortunado, la composición de un grupo ciertamente asequible que acabó liderado por ese Jorge Wilstermann menor y seguido por Paranaense y Peñarol. Los albos fueron los peores al final y al principio, todo el rato. Incapaces de anotar más de tres veces en seis partidos, una cantidad ridícula ante cualquier espejo que se compare. Y recibiendo el triple en su red.
Ayer se encontraron los albos con la propiedad de la pelota, concesión del equipo boliviano, y la voluntad propia de buscar el arco rival, pero no fueron capaces de aportar una sola idea. Centros y centros a ninguna parte como único argumento que pusieron el trabajo fácil al adversario. Ayer no fue un problema físico, sino futbolístico. Faltó más cerebro que piernas. Y se echaron más de menos el carácter y el juego de un puñado de nombres propios que sus pulmones. Ni siquiera fue alguien Paredes, quien en la desolación del final aventuró que nunca más volverá a jugar la Copa. Que lo deja, se supone; o que no ve a este equipo repitiendo torneo pronto.
Colo Colo culminó un ejercicio frustrante, sumergido posiblemente en la peor temporada de su historia. Lo dice, tres entrenadores después, su paso por la competición internacional, pero también por la del ámbito local, donde coquetea por primera vez en muchos años con la posibilidad cierta del descenso. Es una desgracia. Y no lo saca de ahí ni el favor que le hizo la ANFP no dándole por perdido el partido ante Antofagasta (delirante fue ahí lo de Pablo Milad: pide la pérdida de los puntos para Colo Colo por su irresponsabilidad con los protocolos sin reparar en que su proceder personal suspendiendo el partido antes fue quien los dejó sin la posibilidad de ese castigo después).
Pero la eliminación de Colo Colo, además de un justo termómetro a su realidad concreta, refleja igualmente la delicada situación del fútbol chileno. Confirma el páramo en asuntos internacionales. Otra temporada más que los equipos patrios se marchan sin pasar de la primera fase de Libertadores. Y van ya muchos años de sequía. Desde el exitoso 2012, en el que la U llegó a semifinales, solo dos veces se superó ese escalón (Unión en 2014 y Colo Colo en 2018, y solo por un rato). Lo demás, fracaso tras fracaso. De 28 intentos, dos clasificados. Un dato devastador. Hay un problema puntual, y muy grave, en la camiseta alba, pero hay un mal crónico general de todo el balompié chileno. La ruina número 26.
Parecía que la UC podía romper la maldición este curso, pero se vio envuelto en un grupo hueso y tampoco le alcanzó. Como a la U y Palestino antes. Como a Colo Colo ahora. Cinco equipos brasileños, tres argentinos, dos ecuatorianos, un uruguayo, un paraguayo, un boliviano... Los octavos de final de la Libertadores 2020 ya tienen aseguradas casi todas las nacionalidades posibles. Y Venezuela y Colombia pueden sumarse hoy. Pero no hay ningún representante chileno. Otra vez. Compitiendo con Perú por ser la peor liga de Sudamérica.
Se dice muchas veces, porque la enfermedad es evidente, pero no se encuentra un solo remedio. Colo Colo es una calamidad. Pero finalmente solo es una muesca más, el actor principal del último bochorno internacional de un caricaturizado fútbol chileno cuya herida no cicatriza.