No hay hincha de Colo Colo que no recuerde que el 5 de junio de 1991 el equipo albo levantó la Copa Libertadores y que no celebre cada aniversario de esa gesta. Son muchos menos los que recuerdan que el 25 de noviembre de 2012 el Cacique repitió la gesta, aunque a nivel femenino. En esa jornada, en Foz de Iguazú, el equipo dirigido por José Letelier y capitaneado por Christiane Endler se quedó con el trofeo. El club popular se transformó en uno de los dos, junto al Santos, de Brasil, que se había consagrado en ambas ramas.
Sin embargo, a una década de la conquista, en el museo que el Cacique mantiene en el estadio Monumental, en el que luce los principales logros de su exitosa historia, no existen vestigios. A diferencia del trofeo masculino, el femenino no está, lo que ha alimentado diversas teorías y versiones. En Blanco y Negro se abocaron durante el último tiempo a la búsqueda de una explicación. “Efectivamente, después de investigar por varios meses la situación de la Copa Libertadores, se confirmó que en Chile no quedó réplica de la Copa”, esgrimen a El Deportivo en la concesionaria, descartando de plano la tesis de una desaparición del emblemático trofeo. La explicación va, también, vinculada a un anuncio. “Por eso mandamos a hacer una, a modo de conmemoración del décimo aniversario. Era sorpresa. Ya no lo es”, profundizan en Macul. La Copa Libertadores femenina llegará a Macul en las próximas semanas, según le garantizó el proveedor que la está fabricando al club popular.
Estuvo, pero de paso
El trofeo original estuvo en Chile, pero solo de paso. Exactamente, el año que transcurría entre una versión y otra del certamen. En efecto, como plantea ByN, y a diferencia de lo que sucede con la versión masculina, la Conmebol no les entregaba la ‘copia’ a los clubes que la obtenían. A diferencia de la Libertadores masculina, no se trataba de una copa fabricada en plata, sino en plaqué. “No estaba a la altura de un torneo organizado por la Conmebol”, estima una fuente que trabajaba en el club albo en esa época.
Hay antecedentes mucho concretos que aclaran el misterio. El 23 de octubre de 2013, vale decir, cumplido el plazo para que el Cacique la exhibiera, la Copa Libertadores femenina se embaló para su entrega a la Conmebol. “Se fue en una caja de cartón, envuelta en uno de esos plásticos que tienen globitos”, grafica la misma persona. Ese año, el torneo se disputó entre el 27 de octubre y el 11 de noviembre, en Foz de Iguazú. Las campeonas recibieron el mismo trofeo que había estado en Pedrero.
A la entonces directora Marcela Muñoz le correspondió realizar la entrega formal a las autoridades de la Conmebol. “La Copa se las entregué al presidente del fútbol femenino de la época de la confederación y al tesorero, Romer Osuna. Me dio pena entregarla. En ese 2013 perdimos en semifinales. Cuando fuimos a devolver la Copa, Carlos (Soto, encargado del museo) me dice que no podíamos quedarnos sin copa”, sostiene.
Luego da cuenta de una fallida gestión para contar con una réplica. “Fuimos a hablar con Alejandro Paul (gerente general de Blanco y Negro) y nos dijo que cotizáramos. Lo hizo Carlos, porque sabía de donde era. La copa original la habían hecho en Chile y él sabía donde”, añade Muñoz. El precio fue el que terminó diluyendo la posibilidad. Hubo dos opciones sobre la mesa. Milled, que detenta la licencia de los trofeos de la Conmebol, pedía $ 5 millones. El artesano Hernán Baeza solicitaba $ 3,5 millones por el trabajo. “Cuando le mostramos el presupuesto a Paul, nos mandó a freír monos al África. Quedamos desmoralizados. Carlos quedó en buscar otros presupuestos. Nunca compraron la réplica”, insiste.
La explicación de por qué la Conmebol no entregaba una réplica a los ganadores es difusa. “En esa época, el fútbol femenino era bastante menos importante que ahora. Era como una carga”, sostiene Muñoz.