Mario Salas camina por las dependencias del Estadio Monumental. Ingresa al camarín y ve su nombre. Se detiene y se emociona. Ya había cumplido su sueño de vestir la camiseta de Colo Colo como jugador, pero ahora más de 20 años después regresaba como entrenador.
"Es un sueño que se hace realidad. Le agradezco a Dios y a la dirigencia de Colo Colo, a Marcelo (Espina), por la confianza de dirigir al equipo más grande de Chile", diría minutos después.
De dónde nace la pasión del Comandante por el Cacique. Tres de sus mejores amigos cuentan detalles del fanatismo que el DT heredó de su abuelo materno, Alfredo Saieg.
"Siempre fue colocolino, desde el colegio. Éramos pocos los colocolinos y muchos los evertonianos. Pese a que su papá era de Católica, siempre nos llevaba a ver a Colo Colo cuando jugaba en Viña o Valparaíso", cuenta Rodrigo Boye, exseleccionador de rugby y compañero desde kinder en el colegio Mackay de Viña.
Otro de sus cercanos, Carlos Valdés, cuenta cómo se conformaba el grupo. "El curso era de más o menos 30 alumnos, de los cuáles éramos cuatro de Colo Colo, un chuncho, uno de Wanderers y todos los demás eran de Everton".
Unión Española, Huachipato y el mismo cuadro ruletero se convirtieron en los dominadores del Campeonato Nacional durante la primera etapa escolar. "Los lunes había que defender a Colo Colo, porque después del 73 no hubo muchos títulos, hasta el 79, y el Everton estaba en su mejor época", añade.
En la cancha, las jornadas eran inolvidables. "Nosotros éramos de 10 Norte y nos íbamos caminando al estadio. Era un ritual ir al Sausalito. No íbamos ni a Andes ni Tribuna, sino que a la Galería Laguna. Era un panorama familiar muy bonito. En esa época no había barrabravas. Tampoco había grandes precios entre los jugadores. A lo más, Pato Yáñez o después Ivo Basay. Era una época más romántica", recuerda Roberto Paulsen, otro de los amigos de Salas e hincha del conjunto viñamarino.
Boye aporta otro detalle: "Mario y un par de amigos vivían en unos edificios que tenían cancha de baby, por lo que él creció siempre cerca del fútbol".
"Me acuerdo de un partido de Everton contra Palestino. Todavía se tomaba cerveza en botella en el estadio y esa vez la gente comenzó a tirar las botellas a la cancha", señala Paulsen.
Valdés también recuerda otro encuentro en Sausalito. "Fuimos a ver un partido de Everton contra Colo Colo. Nos reíamos mucho por las tallas que le tiraban a Caszely y él se encargaba de devolverlas. Empatamos a uno, todavía me acuerdo. Caszely no hizo nada por las tallas que le tiraban", destaca.
Los tres amigos coinciden en que al flamante entrenador del Cacique no le llamaba un jugador en particular: "No tenía ningún referente especial en Colo Colo".
"Cuando se llega a un club grande es típico que se dice que se es hincha del club. Yo le decía a Mario que no lo dijera, porque no le iban a creer. Pero es la verdad. Cuando llegó a jugar por Colo Colo fue uno de sus grandes anhelos y lo logró", apunta Boye.
Técnico quinceañero
Los rasgos de liderazgo de Mario Salas se comenzaron a notar a muy temprana edad. Ya en ese momento daba señales de cuál iba a ser su futuro. "Él siempre quiso ser futbolista y siempre quiso ser entrenador. A los 15 años nos entrenó y fuimos sus primeros conejillos de indias. Era bien riguroso y tenía ideas muy claras. Su principio es que esas ideas se tienen que adaptar al grupo y sacarle el mejor provecho posible. Con el paso del tiempo, se ha visto una evolución, antes era mucho más taxativo de lo que es ahora", afirma Paulsen.
Sobre la evolución del Comandante, agrega: "Este gallo respiraba fútbol constantemente, siempre fue su pasión. Desde muy chico era extraordinario. En el fútbol era volante. Debería haber sido más creativo de lo que realmente era, porque jugaba muy bien. Sin embargo, la posición lo hizo ser más destructivo. Siendo entrenador de fútbol le ha aparecido más el lado creativo de que cuando era futbolista".