Era un día cualquiera para Diego Valencia (19 años). El joven delantero de Universidad Católica entrenaba de forma normal en San Carlos de Apoquindo, cuando un enorme estruendo llamó poderosamente su atención. La cubierta del gimnasio (una especie de carpa gigantesca) volaba directo hacia él. "Estaba de espaldas y sentí un ruido muy fuerte. Miro de reojo y tenía encima el techo del gimnasio. Ni siquiera vi cuando se salió", recuerda.
Un fierro lo golpeó en la cabeza. El impacto lo dejó inconsciente, con una fractura de cráneo y una hendidura. "Fue una ráfaga tan fuerte, que el fierro debe haber volado unos 30 o 40 metros hacia la cancha, justo donde estaba yo. Fue algo repentino", añade el ariete, que por primera vez habla de lo sucedido esa tarde del viernes 28 de junio, en el complejo Raimundo Tupper.
Al momento del suceso, la UC practicaba en la cancha y no en la estructura derribada. "Eran como las 17.30. Estábamos en la intertemporada y hacíamos doble turno. El clima estaba bien agitado. Mucho viento. Al principio, no era tan exagerado y la pelota corría bien, pero de un momento a otro vino muy fuerte y de ahí sentí el ruido", rememora Valencia, de 1,83 metros; "por instinto, alcancé a agacharme un poco y eso me ayudó a aguantar el golpe. Si me pillaba más parado, habría sido peor".
Ensangrentado y sin conocimiento, el oriundo de La Serena quedó tirado en el pasto. Un compañero, César Fuentes, resultó con una contusión en el tobillo izquierdo. "Me enteré de lo de César por las noticias. Creo que fue el mismo fierro, me pegó a mí y luego le rebotó a él", cuenta.
Valencia fue trasladado inconsciente hasta la Clínica San Carlos de Apoquindo. "Recuperé el conocimiento cuando entré a Urgencias. Estuve inconsciente como media hora. Me acuerdo de todo. Nunca perdí imágenes de ese día. Desperté y me acordé altiro de cuando se me venía el techo encima. Asumí que el fierro me había pegado".
Lo primero que les preguntó a los doctores fue cuándo volvería a entrenar. Lo miraron con extrañeza. Aún no dimensionaba lo que había pasado. Hasta que un especialista le hizo ver la realidad: "Me chocó cuando un neurocirujano fue a la habitación y me dijo que si este fierro me pegaba 10 o 15 centímetros más cercano a la nuca podía haber muerto. Ahí le tomé el peso a lo que me había pasado".
Rehabilitación
Tras dos noches en la UCI y una más en una sala privada, fue dado de alta. Y comenzaba un período de rehabilitación que tomaría entre tres a cuatro meses, preliminarmente. Demasiado, pensó Valencia, seguro de que volvería mucho antes de lo presupuestado por los médicos.
Y así fue. El delantero comenzó esta semana a entrenar a la par de sus compañeros, menos de dos meses después del accidente. Lo hace con un casco protector similar al que usaba el arquero checo Petr Cech, quien sufrió una lesión parecida en 2006, cuando jugaba en el Chelsea, tras recibir un rodillazo de Stephen Hunt, del Reading.
Tras ser dado de alta, Valencia estuvo dos semanas viviendo con su familia en el hotel de concentración de la UC.
"En el departamento donde vivo con Catuto Rebolledo no cabíamos todos. El club costeó las comidas, el alojamiento, todo para que yo estuviera tranquilo. En ningún momento responsabilicé al club o le eché la culpa. Creo que esto no depende de ellos. La naturaleza le pasó una mala jugada a una mala construcción, quizás, o algo un poco débil, aunque no me corresponde a mí determinarlo", dice. Católica contrató a una empresa de ingeniería para investigar lo que pasó ese día.
"En el hotel tenía que estar en reposo. Solo salía a caminar, pero me cansaba a los 15 minutos. Después trabajé como un mes diferenciado acá en San Carlos con el kinesiólogo. Ya llevo dos a tres semanas trotando, haciendo trabajo muy intenso, poniéndome a punto físicamente. Y ya llevo tres o cuatro días entrenando a la par. La otra semana estaré disponible de lleno y ya dependerá del cuerpo técnico", señala Valencia, a quien Quinteros citó incluso para el partido de hoy ante Coquimbo tras las lesiones de Riascos y Sáez.
"Coquimbo es un equipo muy fuerte, está jugando muy bien. Espero volver y ser un aporte. Pero creo que no es necesario apurar los plazos y volver antes si no voy a poder colaborarle al equipo", reconoce.
Si juega, lo hará con el casco protector. "Se me quebró la parte externa de este hueso (muestra su cicatriz), pero la parte interna soportó el golpe, así que para cabecear necesito el casco. Tendré que estar un par de partidos con la protección. A medida que me vaya sintiendo seguro me la iré sacando, pero quiero respetar los plazos y completar un par de meses con el casco. No quiero arriesgarme a que se abra la herida o algo así", dice.
El mundialista Sub 17 en India 2017 asegura que no quedó afectado psicológicamente tras el accidente: "No tengo ningún tipo de trauma. Estoy trabajando con los psicólogos. Lo hacemos para que me sienta seguro de que ya estoy en la recta final de mi recuperación, pero entrar a la cancha o al gimnasio no me provoca nada. Todo normal. A las tres semanas del accidente ya empecé a volver a San Carlos, y en ningún momento me generó rechazo. Creo que el trabajo con Sergio Villarroel, el psicólogo, ha sido muy bueno. Me ha ayudado harto, pero asumí muy bien el accidente, pese a que es lo más grave que me ha pasado".
Nico Castillo
Valencia llegó en 2016 a la UC. Nació en Viña del Mar, pero rápidamente se fue a vivir a La Serena. Estuvo en las cadetes del cuadro papayero desde los nueve hasta los 15 años, cuando Carlos Ramírez se fijó en él y lo llevó a la precordillera. "Pocos lo saben, pero soy hincha de Católica desde chico, igual que mi papá. Quedé con ese amor a Católica. Por las cosas de la vida se dio que justo me vio un profe de acá y me trajo. Ahora entreno con los que antes veía por la tele. Es un sueño cumplido", revela el joven goleador, admirador de Nicolás Castillo. "En 2016, para el bicampeonato, yo era pelotero en todos los partidos de local y tenía chato al Nico de tanto pedirle fotos", recuerda.
De no haber sido delantero habría sido ingeniero. Sacó 650 ponderado en la PSU y tenía un NEM de 6,5. "Era bien mateo y exigente con mis cosas", añade: "Me gusta leer. Leí el libro de Diego Simeone, un par de Messi y uno de Zlatan. Me gustan mucho los libros que involucran mi trabajo, porque me aportan, como de psicólogos deportivos también, sobre cómo afrontar la presión, el fracaso, el éxito, cosas que a la larga me van a servir. Hay que preocuparse de todos los aspectos y no dejar nada al azar".
La madurez de Valencia pese a sus 19 años: "Me gustaría seguir acá, cumplir plazos, ciclos, y después jugar en las grandes ligas de Europa. Queda bastante, así que prefiero enfocarme más en Católica, recuperarme totalmente, volver a jugar, ganarme un puesto y hacerme un nombre".
Se define como alguien reservado y de bajo perfil. No le gustó que en una columna de este medio se afirmara que recibió presiones de Cristián Paulucci, ayudante de Quinteros, para dejar AIM y firmar con el representante Fernando Felicevich. "La relación con mis representantes es muy buena. Nunca hemos tenido un drama. Todas las decisiones las tomamos en conjunto. También involucro mucho a mi familia. En cuanto a lo de Paulucci, en ningún momento fue así. Tengo una relación normal con él. En la columna me meten a mí donde no tengo nada que ver. De repente, la prensa es así. Soy de bajo perfil, no me gusta estar en la polémica ni metido mucho en la prensa, soy más callado", se sincera.
Con la misma tranquilidad que asume el liderato de la UC, Valencia reflexiona sobre lo que le pasó. "Estoy totalmente agradecido de la vida. Podría haber sido peor, como podría no haber pasado nada. Trato de no darle esa vuelta. Encaré mi rehabilitación y ya estoy en la recta final. Eso me da seguridad", concluye una de las grandes promesas de Católica y del fútbol nacional, quien, pese a tener solo 19 años, ya afronta su segunda vida.