La semana más tensa de Gareca en la Roja

Ricardo Gareca y Arturo Vidal se dan la mano tras la sustición del volante.
Ricardo Gareca y Arturo Vidal se dan la mano tras la sustición del volante. (Foto: Photosport)

El triunfo sobre Venezuela le devuelve el aire al Tigre. Le alcanzó para cumplir con el piso que garantizaba su permanencia en Chile. El DT sigue sin pasarla bien, pero recibió apoyos clave.


Ricardo Gareca se sienta en la testera del auditorio de la ANFP. Es lunes y queda exactamente un día para que la Roja reciba a Venezuela, en el Estadio Nacional. Sus palabras mezclan las sensaciones que le atraviesan a horas de un encuentro decisivo. El técnico de la Selección refleja un poco de ansiedad, otro tanto de preocupación y una cuota importante de rabia.

El Tigre llega a esa comparecencia acorralado por los resultados y tardará poco rato en experimentar la misma sensación frente a las preguntas que le plantearán quienes está ahí para consultarle por el devenir de una Selección que, hasta ese momento, no encuentra el camino en las Eliminatorias. El empate ante Perú, en Lima, había servido de muy poco.

La exigencia y el apoyo vital

Gareca enfrentaba la última fecha doble de las Eliminatorias en 2024 presionado por una exigencia categórica. Después de los sucesivos reveses ante Brasil y Colombia, en octubre, se reunió telefónicamente con Pablo Milad, quien le estableció la exigencia que debía cumplir para conservar el empleo: sumar cuatro de los seis puntos en disputa frente a incaicos y llaneros. Las matemáticas no permitían mayor tolerancia. La proyección indica que el séptimo lugar, que dará opción a disputar el repechaje, ‘cortará’ en 21. La victoria ante Venezuela en el Estadio Nacional, tampoco deja espacio para el relajo: Chile suma nueve unidades Está a cuatro de Bolivia, que ocupa esa plaza.

Gareca
Gareca consiguió los cuatro puntos que le exigió Milad. (Foto: Photosport)

Hasta ahí, en todo caso, el Tigre podía confiar. Por eso, frente a las consultas relacionadas con su permanencia en el cargo si no se daba el límite que había propuesto Milad, su actitud cambiaba radicalmente. Como la primera aludió al angustioso momento, no dudó en contestar con dureza: “Soy consciente de todo. Preferiría evitar responderle. Más que una pregunta, me está haciendo un análisis. Quédese tranquilo que tengo consciencia de todo en este momento”.

“Estoy positivo, estoy bien. Es lo único que puedo contestar. Quiero ganar. Es lo único que visualizo. Es contagiarme de esa energía positiva. Nada más”, intentó reforzar. Tampoco era una frase al voleo. Durante la semana, el entrenador recibió visitas de familiares y varias llamadas de respaldo de parte de Milad, el mismo que le había puesto contra la pared.

Igualmente, el DT tardó poco en enfrascarse en otro momento tenso. La alusión al único triunfo que había conseguido hasta entonces, considerando su paso por Vélez Sarsfield, volvió a mostrarlo en su peor versión. “Haga usted el análisis. Yo soy el mismo. Más que una pregunta es el desarrollo de una idea, de lo acontecido. Yo no lo haré, hágalo usted. A veces los resultados no llegan”, desafió.

El vaivén de Ñuñoa

En Ñuñoa, el vaivén continuó. Sobre todo, en la primera media hora, cuando la Roja no encontraba respuestas, cometía errores infantiles y quedaba en desventaja ante una escuadra que en la historia sigue debajo de la selección chilena. En la tribuna preferencial del Estadio Nacional, la preocupación de Pablo Milad y su directorio resultaba indisimulable. Al timonel se le desfiguraba la cara con cada gol venezolano y con cada error defensivo inexplicable e impropio de jugadores del más alto nivel.

En las gradas, Gareca no encontró demasiado apoyo. Cada vez que se le mencionó, hubo pifias, No hubo manifestaciones colectivas de desagrado, como las que tuvieron que escuchar otros entrenadores de la Roja antes del ciclo dorado, pero la indiferencia lo castigo. El entrenador presenció casi todo el partido al borde del campo de juego, aunque en un par de ocasiones se replegó a la banca para conversar con Hugo Alves y Sergio Santín, sus colaboradores más cercanos. Los goles de Gabriel Suazo y Lucas Cepeda le cambiaron el semblante, aunque solo en el segundo del porteño se le vio más eufórico. Después de los anteriores, optó por repartir instrucciones. Esos aciertos le devolvieron la vida.

A la dirigencia del fútbol chileno, también. Por primera vez en mucho tiempo, hubo abrazos, risas y cigarrillos encendidos para un análisis más reposado. Milad, por ejemplo, esta vez no eludió el contacto con los medios. “Este resultado respalda a Ricardo. Como le pasó en Perú, en los primeros partidos no anduvo tan bien. Creo que los jugadores están entendiendo al técnico. Hay que trabajar con fe, voluntad y esperanza. Hay que respaldar al entrenador”, dijo en la zona mixta del Estadio Nacional, que otras veces ha eludido.

Vuelve la calma

Gareca se dio el tiempo para una revisión menos agresiva que la de comienzos de semana. “El clima no era el ideal y, sin embargo, la verdad es que nos apoyaron”, valoró, en relación al comportamiento de los hinchas. “Nos apoyaron los dirigentes también. Es muy difícil eso, sostener un cuerpo técnico que en las cuatro primeras fechas no tenía ningún punto. Y aparte con un rendimiento que no era el que esperábamos todos”, analizó, con la autocrítica que se le reclamaba, aunque ahora con el aval de los tres puntos en el bolsillo. La ANFP comprometió respaldar todo lo que solicite el estratega para llegar bien a marzo: desde microciclos a eventuales giras para reunirse con jugadores. La opción de amistosos se complica por no haber fechas FIFA disponibles para juntar a todo el equipo.

La mirada, alguna vez perdida, ahora está puesta en el futuro. Los resquemores del pasado quedaron atrás. “Solamente tengo palabras de agradecimiento porque más allá hubo toda una serie de acontecimientos en lo previo que él dejó de lado por la Selección, todos dejamos de lado por la Selección”, dijo en relación a la reincorporación de Arturo Vidal. El retorno del Rey le había significado renunciar a la convicción de terminar con el ciclo de la Generación Dorada, pero, a cambio, le dio al equipo parte de la solidez que añora y cuatro puntos cruciales.

La semana más tensa de Gareca había terminado.

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