La revelación de Johnny Herrera hurga en una herida que pudo tener consecuencias trágicas. El 16 de junio de 2015, la Selección recargaba fuerzas después de su segundo partido en la Copa América que se organizó en Chile. Un día antes, había igualado 3-3 frente a México, en un llamado de alerta para una campaña que terminó siendo histórica: la Roja terminó celebrando su primer título continental, al vencer en los penales a Argentina, pero antes tuvo que sufrir. Y mucho. De hecho, la jornada posterior a la paridad ante los aztecas estuvo marcada por una de las situaciones más bochornosas que recuerde el balompié nacional: esa noche, Arturo Vidal estrelló su Ferrari conduciendo en estado de ebriedad. Había concurrido con familiares y amigos al casino Monticello, aprovechando una concesión que Jorge Sampaoli le dio al plantel en plena época de concentración.
Del episodio, como dice Herrera, sus compañeros se enteraron a través de las redes sociales. “Faltaba Arturo y teníamos que llegar a comer a las 21 horas a Juan Pinto Durán. Estábamos sentados con Claudio (Bravo) y (Cristopher) Toselli, esperando a que llegara Arturo. Ahí me dicen: ‘cachemos altiro’”, explicó en Todos Somos Técnicos, el programa en el que participa en TNT Sports. “Yo no cachaba Twitter y Claudio se pone a revisar. Ahí nos dimos cuenta de que había tenido un accidente. Salía un Ferrari y nos dimos cuenta de lo que había pasado”, añadió También aludió a la reacción pública: ““La gente pedía las penas del infierno, pero el plantel fue muy solidario en apañar”, recordó.
Confianza rota
Ese día no solo se rompió el auto deportivo del entonces jugador de la Juventus. También se fisuró la relación entre el Rey y el casildense. Los signos volvieron a aparecer años después, cuando el mediocampista dejó el Flamengo. Lo hizo criticando durante al exselccionador. “Tuve un entrenador, un perdedor, que no sabe apreciar a los jugadores... Ahora me di cuenta lo que la gente me decía de quién era el, la persona que es. Me siento feliz al no estar con él”, disparó.
La categórica conclusión del Rey puede deberse a muchos factores e, indudablemente, estar marcada por el último acontecimiento. Entre los primeros, de hecho, está la grave situación, que con el tiempo ha adquirido la condición de emblemática, sobre todo por la forma en que ese certamen culminó para el combinado nacional. De ese incidente, surge una certeza: Sampaoli estaba decidido a expulsar a Vidal del torneo. No lo hizo por situaciones también múltiples, que incluyen la llamada a altas esferas del gobierno de esa época. La Presidenta de la República era Michelle Bachelet.
La sede de la ANFP y Juan Pinto Durán ardían. La razón era obvia. Uno de los llamados a transformarse en el soporte de una campaña que pretendía transformarse en histórica, había protagonizado la peor situación posible. Aún así, con el enojo fresco, se activó el plan de rescate, que se inició a las 7 am del día siguiente al accidente. A los abogados de la ANFP les correspondió acompañar al mediocampista al centro asistencial y a la unidad policial en la que esperó el control de detención. El volante se trasladó al centro de entrenamientos de la Roja.
A esa hora, la convicción del estratega era absoluta. Quería sacarlo. “Le tenía la cagada en el camarín. Era indisciplinado, llevado a sus ideas”, describe un testigo, que da fe de que el ex técnico de la U estaba aburrido del oriundo de San Joaquín. La decisión se iba a tomar en una reunión que sostendrían el técnico y el mandamás. Jadue no quería marginar al futbolista, pero Sampaoli insistía en que sí. El presidente del fútbol chileno se apoyó, entonces, en sus asesores más cercanos e influyentes. La explicación que recibió tuvo, naturalmente, matices jurídicos: si ya existirían sanciones penales, se hacían impracticables las reglamentarias. Detrás, había un principio propio de los abogados: que no se puede sancionar a una persona dos veces. A Sampaoli, de todas formas, poco le importaban los tecnicismos y las consideraciones. Vidal ya se le había atravesado. No lo quería ver más.
El calerano se cubrió por todos los flancos. Incluso, llegó a llamar a las altas esferas del Gobierno de esa época para saber si Vidal tendría algún problema judicial mientras seguía defendienda a la Roja. Escuchar a su interlocutor se hacía, naturalmente, imposible. Lo que sí se podía advertir eran las respuestas del dirigente. Todas lacónicas, casi monosilábicas. “Dijo ‘sí’, ‘gracias’, ‘no’, ‘muchas gracias’”, explica un personero. Cuando cortó la llamada, Jadue certificó el mensaje que llegó desde La Moneda. “Sergio, yo sé que usted es el presidente de la federación, que usted es el que manda, pero haga lo que tiene que hacer por el bien del país”, fue la frase que transmitió el calerano.
“Tú lo echai’”
Jadue mantenía la convicción de que Vidal debía seguir en la Selección. Su apreciación era meramente futbolística. “Estaba convencido de que Vidal iba a ganar la Copa”, explica una fuente. Sampaoli, en tanto, no se movía de su trinchera. En ese marco de tensión, el dirigente se jugó una última carta. “Ya, huevón, vamos a Pinto Durán a sacar a Vidal, pero tú lo echai”, se le escuchó decir al calerano. Sampaoli, en efecto, retrocedió. Quería evitar que una decisión tan drástica terminara por quebrar definitivamente al camarín en tiempos en que la unidad era aún absoluta entre los principales referentes del combinado. “Sampaoli no quería a Vidal, quería echarlo. Pero no quiso aparecer como el que lo iba a echar. Se cagó entero. Sergio no le dio el apoyo que buscaba”, comenta un ex asesor de Jadue.
Lo que vino después fue público, aunque tuvo su parte privada. Vidal ofreció una conferencia de prensa en la que, entre lágrimas, se disculpó por el incidente que, por cierto, puso en peligro su vida y la de todos los que intervinieron en la escena. La ceremonia tampoco fue casual: antes, Jadue sostuvo varios contactos con Fernando Felicevich, el representante del jugador, para acordar la forma en que el Rey ofrecería las excusas delante de todo el país.
Jadue, minutos antes que se realizara el punto de prensa, fue claro con el volante: “O lloras o te vas”. Vidal respondió de inmediato: “Pero yo no soy actor”. La escena siguiente es recordada por todos: el Rey entró visiblemente afectado y, en más de una oportunidad, se secó las lágrimas. A esas alturas, Sampaoli ya había decidido mantenerle en el plantel. Más por resignación que por convicción.