Cuesta vislumbrar el verdadero enemigo de la Baby Roja. Se creía que el implacable clima indio constituiría el mayor problema chileno. Que la humedad y las altas temperaturas serían el principal escollo para las aspiraciones nacionales. Pero la La Roja sub-17 sucumbió presa de sus propios errores. Condenada por la mezquindad del planteamiento táctico de Hernán Caputto y la carencia de fútbol colectivo. Irak, un equipo menor en el papel, retrató sin consideraciones los problemas del fútbol formativo chileno.
La Selección iniciaba con grandes cambios en relación al primer partido. Partiendo, claro, por el reemplazo del arquero luego de que Bórquez saliera expulsado ante Inglaterra. Cancino tomó los guantes, mientras que Jairo Vásquez y Branco Provoste también constituían el once inicial. Mesías y Gama eran los descartados, que tuvieron poco accionar ante los británicos. Campos también se unía al once titular.
El DT buscaba madurar el fútbol de sus dirigidos. Otorgarles mayor toque, con Provoste y Campos como los principales volantes ofensivos. Sin embargo, todo plan se desvaneció a los seis minutos cuando Dawood le gana fácilmente la posición Martín Lara y remata al primer palo del arquero, que con una floja reacción, permite que el balón entre a su arco.
Los jugadores transitaban desolados por el campo de juego. Y no anímicamente. Estaban literalmente perdidos, sin saber qué hacer. La única identidad que el cuerpo técnico parecía entregarles a las jovenes promesas era el desorden y la pasividad ofensiva. Jugadores como Díaz perdían la marca con facilidad, mientras que Vásquez rendía el balón por no entregarlo a tiempo.
A pesar de todo, existían pasajes en el partido que atisbaban calidad en el equipo. Efímeros, sí, pero existentes al fin y al cabo. Todo intento, empero, se tornaba fútil por el caos posicional de los jugadores. Un error ajeno a ellos, que a los 16 años necesitan una guía y direcciones claras. En la desesperación ante tal desamparo surgían las arremetidas individuales. A los 31' una buena jugada de Campos provocó un tiro libre en el borde del área, pero el disparo de Oyamedel se quedó en la barrera.
La indolencia del equipo quedaba demostrada cuando Irak tocaba la pelota en su área. Chile no presionaba, no iba a buscar la pelota. Como si el hecho de que la eliminación quedara a un paso tras el pitazo final les fuera indiferentes.
El complemento iniciaba con una actitud renovada. Las órdenes estaban claras: había que ir por todo. Los ataques chilenos, no obnstante, se diluían inexorablemente, ya sea por la incapacidad de hilar una jugada colectiva clara, o por la fortaleza defensiva asiática.
A los 51', nuevamente una arremetida individual, esta vez de Alarcón, significó la única acción de peligro en todo el partido. El central paso la mitad de la cancha y disparó desde lejos, pero su derechazo se fue desviado por poco.
A los 67' el partido se decidiría. El mejor del partido, Dawood, convertiría su doblete con un tiro libre impecable por fuera de la barrera. Demasiado ajustado para Cancino, que nada pudo hacer. Era el 2-0 y la debacle definitiva para un equipo cuya entereza defensiva no viajó a India.
A diez minutos del final, un tiro de esquina ajustado al primer palo, inocente en primera instancia, llevaría el rídiculo del trabajo del cuerpo técnico hasta el paroxismo. Un pivoteo de un jugador irakí descolocaría a Valencia, que convertiría un gol en contra. 3-0 y la elminación estaba casi asegurada.
Ya en los descuentos, Cancino conservaría su honor al detener un penal a Dawood, la estrella del partido. Pero no había nada más que hacer. Los jugadores hicieron lo que pudieron con lo poco que tenían. No tenían que saber cómo, sus carreras apenas comienzan. Quienes debían prepararlos no estuvieron a la altura.