Casi sin rivales, la obsesión del keniata Eliud Kipchoge (34 años) ha sido bajar las dos horas en el maratón. En la práctica ya lo hizo, el 12 de octubre de 2019, en Viena. En espíritu, sin embargo, esa barrera todavía no se rompe y solo ha agudizado el debate sobre la influencia de la tecnología en el deporte y el límite para no desnaturalizar la verdadera capacidad humana en cualquier actividad física.

Kipchoge completó 42K en 1 hora, 59 minutos y 40 segundos. Las cámaras, sin embargo, no se enfocaron en su rostro de triunfo, sino en su pies. El africano hizo este récord usando las zapatillas AlphaFly, de la marca estadounidense Nike. Un calzado que garantiza una mejora de rendimiento de hasta un 6% en relación a usar zapatillas normales, que igual han generado su propio debate sobre su legalidad.

En el atletismo y en otros deportes ya se habla derechamente de “dopaje tecnológico”. Y es ahí donde está ese espacio sin respuesta: ¿hasta dónde se debe considerar justo el uso de un implemento innovador? En el caso de las AlphaFly, la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) ya las rotuló como prohibidas. Pero estas decisiones varían, porque detrás también hay una fuerte presión del mercado y los beneficios económicos de una marca deportiva.

El atletismo no es la única disciplina que se enfrenta a estos dilemas. Lewis Hamilton (35 años) reclama “respeto” de sus pares después de proclamarse campeón de la Fórmula 1 por séptima vez y alcanzar al mítico Michael Schumacher. ¿Cómo puede ser eso? Por la tecnología de su bólido, que según sus mismos colegas es demasiada diferencia sobre el resto.

Si bien en las últimas fechas no lo utilizó, buena parte de la temporada 2020 Hamilton la corrió apoyado en el sistema DAS de su Mercedes, que le permitía ajustar los neumáticos a curvas y rectas y sacarle mayor rendimiento. El inglés se defiende: “Hay otro gran piloto (Valtteri Bottas) que lleva mi coche y obviamente no termina como yo”, expresó. Como sea, la FIA prohibió esta asistencia para 2021, por el alto costo que involucra y que no todos los equipos pueden o quieren pagar.

La discusión está planteada. En el fútbol (pelotas, zapatos, uniformes), en la natación (trajes de baño), en el golf (los palos) y un largo etcétera. ¿Quién ganará? ¿La tecnología se ajustará al deporte o el deporte a la tecnología?