¿Cómo explicar lo que siente Lionel Messi cuando se pone la camiseta de la selección argentina? ¿Cuánta presión debe sentir el ídolo transandino por liderar a un país ávido de éxitos deportivos? Ha estado cerca, pero contrario a lo que ocurre en el Barcelona, su club, con la Albiceleste nunca se le ha dado. Y cada vez que ha perdido una final o tiene un traspié, la crítica se le avalanza como un monstruo que no lo deja dormir. Y la presión crece sin frenos.
Lo ha intentado. Ha rozado la gloria tres veces, con buena y malas actuaciones. Pero no. Y ahora, una presentación insípida en la derrota ante Croacia (apenas un remate al arco, dio menos pases que Caballero y caminó el 84% del partido) lo tiene en los ojos del huracán. Todos se preguntan qué ocurre con el 10 y por qué. Nadie da con la respuesta de por qué Lío es un jugador vulgar con Argentina, y con Barcelona, el genio diferente.
Ayer, a 24 horas de la estrepitosa caída ante el cuadro croata, miles de palabras se dedicaron a la actuación de la Pulga. Nadie quedó indeferente. Se hicieron crónicas, se escribieron columnas, se realizaron estudios estadísticos. Y todos apuntaban a que Messi estuvo presente en cuerpo, pero no en alma, en el 0-3 ante Modric, Rakitic y compañía. Hablaron ex campeones del mundo, ex compañeros de selección y rivales.
En la concentración, según cuentan los diversos enviados especiales argentinos, todos miran a Messi, aunque de reojo. Están preocupados. Lo necesitan más que nunca y el astro parece ausente de manera desesperante. Claman para que cure sus heridas internas y lidere al combinado nacional a una victoria ante Nigeria para no despedirse tempranamente de Rusia 2018. Por edad (mañana cumple 31), está frente a su última oportunidad de brillar con la camiseta de su selección. A Qatar llegaría bordeando los 35. Y eso si es que sigue defendiendo a la Albiceleste, cosa que dejó en duda antes de llegar a Rusia.
Y es que tal como el Mundial de 2014, las Copa América de 2007 y 2015 o la Centenario 2016, se está quedando con las manos vacías. Es cierto, la victoria de ayer de Nigeria sobre Islandia le dio una vida más al equipo transandino, pero ni eso quitó el ambiente de funeral, del que Messi parecía el estandarte, que se respiraba ayer en el búnker albiceleste y que incluso provocó que la AFA tuviera que sacar un comunicado desmintiendo un supuesto motín de parte de los jugadores hacia Jorge Sampaoli.
Falso o no, lo cierto es que Argentina parece incendiarse por todos lados. Y Messi, el para muchos mejor jugador del mundo, es el foco de los análisis. En él se grafica el momento argentino. Encima, con Cristiano Ronaldo, su eterno rival, cumpliendo un Mundial de ensueño, con hasta ahora cuatro goles en dos partidos. El Balón de Oro de este año parece haberse decantado en favor del portugués. Tan sólo 180 minutos le bastaron para empezar a inclinar la balanza en su favor para muy probablemente alzar a fin de año su sexto trofeo como el mejor del mundo (versus los cinco del trasandino). Sería el tercero en línea para CR7, quien hasta hace poco miraba hacia arriba a Messi en esa lucha personal.
El del Barça parece condenado a los fracasos junto a su selección. Por más que haya llegado a tres finales, a una nación rica en la historia del fútbol, no le alcanza. Y por eso todos se preguntan qué pasa con Messi. ¿Hay que mimarlo? ¿Hay que dejarlo tranquilo? Sólo él mismo tiene la respuesta. Y quizás algo intuya Sergio Agüero, compañero de habitación de Lionel en el hotel de concentración de los argentinos. El Kun, seguramente, ha escuchado penurias y compartido la tristeza, primero del 1-1 frente a Islandia y luego del sorpresivo 0-3 ante los croatas.
En Rusia, derechamente, Messi no ha estado a la altura como sí lo estuvo por trazos en Brasil 2014, donde Argentina llegó a la final con Lionel jugando todos los minutos y donde anotó cuatro goles. O en la Copa América Centenario, cuando marcó cinco veces hasta que se topó con Chile en la final. Ahí falló un penal y luego renunció a la selección para volver a los pocos meses. La historia de Messi con la camiseta con la que seguramente más quiere demostrarle al mundo todo lo que se dice de él, ha sido más tortuosa que otra cosa. De pequeñas alegrías, pero sobre todo sinsabores.
Nigeria le regaló una oportunidad de oro a Argentina y sobre todo a Messi, para que Messi vuelva a ser el del Barcelona, con la Albiceleste.