La tristeza apaga a Montillo
El mejor jugador de la U no levanta cabeza desde que anunció su retirada al final de temporada. ¿Anticipó ya la jubilación? Qué ha pasado en el futbolista bandera para que se haya caído de esa manera y con él el equipo.
Minuto 61 del partido entre Universidad de Chile y O’Higgins. Rafael Dudamel, el técnico de los azules, decide realizar un par de modificaciones. Para una de ellas, la tableta muestra el número 10. Quien sale, entonces, es Walter Montillo, el mismo al que el técnico venezolano había enviado a la banca de suplentes en el partido frente a Cobresal, en una situación que el mediocampista argentino no vivía hacía casi dos años. En esta temporada, incluso, parecía indiscutible. Ha jugado 25 partidos, 24 de ellos desde el comienzo, y ha marcado tres goles.
El volante transandino sale, otra vez, con la cara larga. Evita mirar hacia la banca. La relación con el técnico azul, Rafael Dudamel, está rota. El volante, quien volvió para transformarse en el buque insignia de los estudiantiles, está cada vez más cerca de retirarse en el club que eligió, pero sin siquiera acercarse al escenario que imaginó. El que se va es Montillo oscuro, sin luces, decepcionado, hastiado y hasta solitario. Con la cúpula de la dirigencia que encabeza Cristián Aubert prácticamente no habla. Sus contactos con la administración de Azul Azul se remiten a algunas conversaciones con los gerentes Sergio Vargas y Rodrigo Goldberg, quienes, por su condición de exfutbolistas, pueden entender mejor el proceso por el que está pasando.
A fines de noviembre comenzó el cisma entre Montillo y los azules. Por esa fecha, el volante daba señales de la distancia que había entre la propuesta para la renovación y sus pretensiones. A fines de ese mes, el divorcio ya era un hecho. La Ardilla anunciaba que no extendería su vinculación con los azules. Azul Azul le planteó una nueva propuesta, que incluía un año más de contrato, con las mismas condiciones que el actual. La rechazaría dos días después. Ese proceso de desencuentros coincidió con la llegada de Dudamel a la banca universitaria. Y, en definitiva, marcó la relación entre ambos.
En modo retiro
Montillo parece hoy más en modo retiro. Como si estuviera esperando que llegue el día para tomar sus cosas y salir del Centro Deportivo Azul. Lo hará, claramente, sin la gloria con la que soñó. Sin la despedida masiva ni la ovación que imaginó cuando volvió. Y, probablemente, esa sea la razón que lo tiene mal. Quienes conocen la intimidad del lugar de entrenamientos de los estudiantiles lo han visto aislado, mucho más callado que lo habitual. Su participación se remite a lo justo, a lo ineludible. El líder en el que debía transformarse, o para lo que llegó, sencillamente desapareció.
Hoy, la cabeza del futbolista parece puesta en un momento igual de traumático que la salida del que se convirtió en el club de sus amores. De hecho, desde que se comenzó a vislumbrar el desenlace, Montillo comenzó a trabajar con el sicólogo del equipo azul, Eugenio Lizama, para sobrellevar el momento. “Lo del retiro inconscientemente golpea. No es fácil. No sé si me está influyendo dentro de la cancha, pero le pedí ayuda al psicólogo para ver cómo lo puedo llevar. Yo intento ser fuerte ante cada golpe. Este año ha sido complicado en todo sentido. Me han pasado cosas a nivel personal también. Uno cree que puede solucionar esas cosas solo, pero no puedo”, admitió a fines de diciembre, en una conferencia de prensa.
Desde el punto de vista sicológico advierten que la situación que vive el volante debe considerarse como una etapa de la carrera del deportista. “Una carrera deportiva tiene distintos eventos, distintas crisis y diferentes transiciones. Hay que pasar etapas y cada una de ellas tiene ciertas crisis y exigencias. Ser juvenil y pasar al plantel o a ser titular tiene una demanda sicológica. En su caso, la de ser futbolista a ex futbolista. Lo de la titularidad es más para el público. Nosotros intentamos trabajar con el futbolista profesional y no todos pueden ser titulares. Son decisiones técnicas. Hay que hacer la diferencia ahí”, plantea Alexi Ponce, sicólogo deportivo en Alto Rendimiento y director de Go Focus.
Fernando Azócar, fundador de Plan Sports, y quien participó en una investigación dedicada al retiro que obtuvo el segundo puesto en la red universitaria del FIFA Cies, en la que también intervinieron los exfutbolistas Franco Costanzo y Roberto Kettlun, amplía esa mirada. “El deportista se empieza a sentir solo. Si él se ve a sí mismo demasiado vinculado al fútbol, eso hace que las complicaciones emocionales sean más altas. Montillo tiene un nombre que le abre puertas, pero tiene que demostrarlo. El qué voy a hacer mañana es un tema que te aísla. El fútbol no te prepara para mantener el nivel de ingresos que te da. Eso genera una soledad. Lo otro tiene que ver con a qué me voy a dedicar a nivel de gusto. Y, en segundo lugar, es pensar en qué tan fuerte es él para romper este molde y volver a nacer. Eso tiene que ver con las herramientas de resiliencia en términos de su vocación. Es casi un duelo. El problema es que el fútbol no puede reciclarlos a todos”, plantea el profesional, quien, además, es vicepresidente de la Asociación de Psicología y Coaching Deportivo de Chile, APCD Chile.
Esa situación, dice, se puede extrapolar al campo de juego. “Claro que influye en el rendimiento. Si esto le ocupa mucho lugar en su cabeza, si pierde el equilibrio, se ve afectado. Si está peleado con el entrenador, si el club lo mira raro, si ya no siente el respaldo que antes, es un entorno amenazante. Ya no es lo mismo, el fútbol ya no es su única preocupación. Es difícil de cuantificar, pero es imposible que no le afecte. Lo que sí puede ir haciendo es planificar. Si él se toma el tiempo para planificar para eso, puede empezar a acomodar su vida y su contexto”, sostiene.
El efecto futbolístico
Desde que Montillo tiene la cabeza puesta en otra parte, el rendimiento de la U también se ha visto afectado. Sin ir más lejos, desde que se desató la crisis entre el volante y la dirigencia suman apenas dos triunfos y volvieron a complicarse en la tabla acumulada y a mirar con preocupación la posibilidad del descenso.
Hay otro síntoma que puede atribuirse al quiebre del argentino con el club y con Dudamel. Desde que se generó el desencuentro, Joaquín Larrivey, quien se había transformado en el complemento ideal para la Ardilla en el campo de juego ha anotado apenas un gol, el que le marcó el 20 de diciembre a Huachipato en la igualdad 2-2. Una cifra decidora, considerando que Bati llevaba una regularidad que le había permitido convertir otros 16 desde que viste la camiseta estudiantil.
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