En su desesperación por la ausencia de éxitos deportivos, la dirigencia azul actúa en forma errática y desesperada. Se equivoca en detectar la causa de sus problemas para después tomar las correctas decisiones.
No se concibe que existan bandos en su interior posiblemente menos profundos y visibles que los de Colo Colo, pero los hay. Y esa falta de unidad afecta a políticas comunes en la conducción de un equipo de fútbol donde se debe asumir que los intereses personales no debieran existir. El amor a una camiseta es indivisible.
Esta pugna de egos y ambiciones de poder es su primer enemigo. No puede presidir la U un dirigente censurado por actos reñidos con lo ético y otro incapaz de tomar decisiones radicales, temeroso de la reacción virulenta de los hinchas que amenazan con boicotear sus intereses empresariales y con su vida a través de las redes sociales.
En el plano deportivo la llegada de algunos entrenadores también se hace con procedimientos poco éticos. Lo grave es que estos entrenadores lo aceptan. La forma en que asumió Arias es inaceptable. Sus explicaciones posteriores confundieron aún más su llegada. En ese instante, hipotecó gran parte de su liderazgo frente al grupo. Ni hablar del rol que está jugando en el caso de Johnny Herrera.
En esto de dar manotazos desesperados su directorio incorpora a dos referentes -hoy en las comunicaciones- para contrataciones de jugadores en forma confusa en cuanto a sus competencias y jerarquías.
Todo mal.
Pero hoy el mal mayor recae en su DT por el fútbol que practica. Como dice el tango "está desorientado y no sabe que trolley hay que tomar para seguir".