Transcurren los partidos y la U versión Dudamel sigue extraviada. Ahora fue O’Higgins el que venció al cuadro laico (0-1) y desnudó todas las falencias de un equipo que se llena de dudas y que sigue estancado peligrosamente en la parte baja de la tabla ponderada.
Al DT venezolano se le acaban las excusas. Y también las fórmulas. Porque este miércoles decidió prescindir de Pablo Aránguiz, Camilo Moya y Jean Beausejour. Y la apuesta tampoco funcionó. Galani, Espinoza y Montillo conformaron el mediocampo y en ofensiva el técnico insistió con los tres delanteros, cuando pareciera ser que no tiene los intérpretes adecuadros para hacerlo. Siempre alguno tiene que jugar fuera de puesto. Ahora fue el turno de Guerra como puntero izquierdo, aunque su ingreso también fue empujado por la deuda de minutos de juveniles que tiene el Romántico Viajero.
Como sea, el Chuncho entró dormido a la cancha del Nacional. No habían transcurrido ni dos minutos de partido y el Capo de Provincia ya había llegado dos veces al arco de Tuto De Paul. Por eso no extrañó demasiado que a los 7′ los celestes ya se hubieran puesto en ventaja en una jugada que pilló a todo el equipo preparándose para un tiro libre que la visita jugó rápido y que Castro transformó en gol.
De ahí en más, eso sí, el elenco de la Sexta Región cedió protagonismo al dueño de casa, que como todo el campeonato no sabía qué hacer con la pelota en los pies. La U se ha transformado en un equipo demasiado predecible, sin sorpresa en la salida. Falto de ideas.
Y es que ni siquiera al cuadro universitario se le pide que sea vistoso en su juego, pero sí que tenga alguna idea de qué quiere. Porque el propio DT se puso la soga al cuello cuando llegó al CDA al decir que al cuarto o quinto partido se podría ver su mano. Pero hasta eso es demasiado pedir para otro año tortuoso para los estudiantiles. Y eso que ya lleva ocho duelos en la banca azul.
La U algo tenía que hacer. Porque Montillo no aparecía, a Larrivey no le llegaban balones y a Lenis no le daban un pase para encarar y llevarse a algún marcador en velocidad. Así, Dudamel metió mano. Y si se quiere, mandó un mensaje: en la segunda etapa sacó a la Ardilla, Guerra y Galani y mandó a la cancha al uruguayo Barros, Aránguiz y Henríquez. Los azules, entonces, terminaron jugando hasta con cuatro hombres en ataque, dos nueves y dos punteros.
El movimiento de fichas, sin embargo, tampoco funcionó. Por más que la U acumuló hombres en ofensiva, apenas consiguió un tiro en el horizontal de Henríquez, un cabezazo de Larrivey tras un tiro libre y muchos balones aéreos que O’Higgins controló sin problemas. De táctica, nada. De fútbol, poco. Y con las ganas no alcanza.
La U llegó al duelo ante O’Higgins con la posibilidad de quedar cuarto en el torneo y en puestos de Copa Libertadores, pero al final fue todo lo contrario. Se fue derrotada, más cerca del abismo, llena de dudas y lo que es peor, con serios problemas en la tabla ponderada.