Si Esteban Valencia guardaba una mínima esperanza de extender su condición de técnico de Universidad de Chile para el segundo semestre, aquello quedó enterrado en el pasto del Nacional. Los azules cayeron ante Palestino 1-2, no acortaron distancia con los líderes y, lo que es peor para las aspiraciones del Huevo, sus movidas tácticas y de nombre le hicieron un flaco favor al equipo.

Lo que parecía una noche tranquila, de acuerdo al arranque que tuvo el partido, se le fue complicando a la U al punto de no sólo perder el partido, sino que quedaron de manifiesto los problemas futbolísticos y sicológicos que hoy afectan al cuadro universitario. Sin un líder nato dentro de la cancha, los azules no fueron capaces de ponerse de pie tras los goles de Palestino. Esta vez no apareció Pinilla, que se perdió el partido por su irresponsable celebración en el pasado clásico jugado ante la UC.

Una de las cosas que había conseguido Esteban Valencia durante su interinato en la U era darle al equipo cierta seguridad defensiva. Sin embargo, en esta discutible y manoseada costumbre de dosificar, el Huevo decidió guardar a Vaz y Beausejour para darle espacio a Jara y Monzón. Y la movida le resultó fatal porque ambos fueron actores directos de los goles de Palestino, obra de Matías Campos. En el primero, el zaguero central se durmió en la marca tras un centro, mientras que en el segundo el lateral regaló un balón en la salida de manera casi infantil.

En un equipo de mandíbula frágil, dos goles en contra resultaron fatales para la U. Todo lo bueno que mostró el cuadro azul en el arranque del compromiso, con la apertura de la cuenta incluida de parte de Nico Guerra, desapareció y le abrió la puerta de par en par al nerviosismo. El fondo nunca más hizo pie, algo que no fue bien aprovechado por Palestino, y los volantes comenzaron a tener problemas para generar espacios. Llamativo el bajo rendimiento de Araos, que parece estar sintiendo el peso que conlleva ser catalogado como una promesa. El antofagastino no resolvió nunca bien, abusando del toque corto, insulso, carente de profundidad.

Así, las ocasiones de gol nunca aparecieron y todo quedó supeditado a un milagro en el área tricolor que nunca asomó. Las individualidades, esta vez, no salvaron al equipo, que clama con urgencia de un receso, más allá de que el martes tiene un partido clave ante Vasco da Gama, para al menos salvar la Copa Sudamericana.

Para colmo, la U terminó presa de su propio nerviosismo, incapaz de resolver los problemas que le presentó el rival. Con Lorenzo Reyes agrediendo a un rival, yéndose expulsado antes del final por tercera vez en el semestre. Lorenzetti siguió el mismo camino por reclamo. Y con los líderes del torneo cada vez más lejos. No sólo desde lo numérico. Ya es un tema más futbolístico de fondo, porque está claro que esto ya no lo arregla Esteban Valencia.