Oscar Wirth, Ricardo Lunari y Juan Carlos Almada se llenan de nostalgia cuando recuerdan aquella noche del 12 de mayo de 1993. En el estadio Pascual Guerrero y frente al América de Cali, el mismo rival al que Universidad Católica volverá a enfrentar esta noche, el equipo cruzado conseguía la principal hazaña de su historia en la Copa Libertadores: un emotivo 2-2 que, sumado a la victoria que habían logrado en el Estadio Nacional (1-0), le daban al equipo que dirigía Ignacio Prieto un inédito y nunca más repetido logro: el paso a la final del certamen continental, en la que caerían ante Sao Paulo.
El arquero, el volante y el delantero son los héroes de esa jornada gloriosa en tierras cafetalera. Wirth está más fresco en la retina, probablemente porque la cronología del encuentro pone su decisiva acción en un plano más cercano: en la adición del segundo tiempo le tapó un penal a Alexander Escobar. Esa acción permitió que el marcador no se modificara y que el equipo de Las Condes lograra avanzar a la última instancia del torneo. “No me acuerdo”, bromea el exportero cuando advierte el porqué de la llamada de La Tercera. Y ríe, porque en su mente retiene cada detalle de lo que pasó esa noche en Colombia. “Futbolísticamente hubo situaciones que nos privaron de manejar el partido y nos pusieron 2-0 abajo. Lo bueno de esa UC es que siempre se las arreglaba para hacer cosas interesantes. Si bien es cierto que quienes disputan los partidos son los jugadores, tuvo mucho que ver el técnico, al conformar un plantel que creía en lo que hacía. Que hacía lo que creía en cualquier lugar donde estuviera. Nosotros teníamos la convicción de crearles problemas a los rivales. Empatamos con fútbol. No fue circunstancial. Fue con fútbol. Mi recuerdo es sentirse abrumado cuando nos hacen los goles, pero tener elementos futbolísticos para contrarrestarlos. Ese América era muy bueno, con (Leonel) Álvarez, (Freddy) Rincón, (Anthony) De Ávila. A la final no se llega con suerte nomás. Hay más elementos futbolísticos. La UC los tenía”, resalta.
El flashback se torna más fluido. Y Wirth se sitúa con frescura en el momento decisivo del encuentro. “Yo no era demasiado nervioso. Tenía algo que me recorría el cuerpo, que era la competencia, que hay que sentirla, pero poco más. Pero cuando sucedió la instancia en sí, pese a que me habían convertido uno (le anotó Javier Ferreyra), estaba muy seguro de que lo podía atajar. Es difícil explicarlo. Cada uno va encontrando la forma de darse cuenta qué va a pasar. La diferencia en favor del que patea es bastante grande. Cada penal es una cosa diferente, aún pateado por la misma persona”, recapitula. Y repara en situaciones que luego le parecieron extrañas para su habitual forma de proceder. “Mirando las imágenes posteriores, he visto que me acerqué al punto penal, que uno no puede dañarlo, porque hasta lo pueden echar, pero el momento es tan especial que uno hace cosas que recuerda cuando las ve. Llegué hasta el punto penal a intentar desviar la atención del ejecutante y nunca lo hacía. En el penal siempre hay un momento en que el ejecutante te dice donde va a patear. Y eso pasó. La única vez que sentí que no pasó fue frente a Zico, pero, claro, esas son palabras mayores”.
El guardameta recuerda que la situación tenía una fuerte carga sicológica. “Es el momento. Era el minuto 47 del segundo tiempo, estaba en riesgo el resultado que nos servía. Uno pensaba que estaba todo controlado. Era un balde de agua fría”, grafica respecto del momento que antecedió a la alegría histórica.
“El logro más importante de la historia de la UC”
Ricardo Lunari no tiene dudas para valorar la clasificación que la UC consiguió en Colombia. El volante argentino fue un actor clave en esa llave, pues había marcado el gol del triunfo en el partido de ida. “Fue una noche inolvidable. Está entre los recuerdos más importantes de mi vida. Es el logro más importante de la historia del club. Cada vez que choca la UC con el América de Cali revivimos en nuestra mente esa noche gloriosa”, enfatiza respecto de la clasificación a la final continental.
Luego se detiene en los recuerdos más específicos de la jornada en el Pascual Guerrero. “La noche del 12 de mayo de 1993, no solo para la gente de la UC, fue un hito inolvidable. Para nosotros, quizás, uno de los partidos más recordados. Fue un partido muy duro. El América de Cali nos había dominado en la ida, pero por suerte el arquero se equivocó y puede hacer un gol. Ellos se perdieron un montón de goles. Se sabía que la revancha iba a ser muy difícil. Y así fue: a los quince minutos ya íbamos perdiendo 2-0. Estábamos quedando eliminados”, repasa.
En ese momento, rememora, la UC empieza a reencontrarse con su identidad. “De a poquito empezamos a funcionar, a quitarles la pelota. Llegó el descuento de Almada. El segundo tiempo fue espectacular, con llegadas para ambos lados”, detalla. Y luego retrotrae la imagen que, otra vez, lo metió en la historia: “Faltando dos minutos, recibí un pase de Reinoso y pude marcar el 2-2. Fue una felicidad inmensa”. Era el minuto 87, pero aún faltaba por sufrir. “Después vino ese penal, que Wirth pudo atajar, afortunadamente. Lo que vino después es un momento de ensueño”, concluye.
El goleador olvidado
Juan Carlos Almada reclama un sitio en la historia. Dice que le extraña el anonimato al que fue condenado el gol que le marcó a los Diablos Rojos: un globito a tres dedos que dejó sin opción al golero Julio Gómez, quien atinó a estirarse sin posibilidad alguna de alcanzar el balón. “El primer gol fue uno de los mejores que hice en mi vida y para la Conmebol no figura entre los cinco o seis de la historia”, se queja.
Eso sí, no deja que esa sensación empañe el recuerdo de una gesta. “Esa noche es inolvidable. Pudimos remontar un 2-0, que se produjo por dos errores nuestros, porque teníamos muy buen fútbol. Fue una noche de nervios hasta el penal que tapo Óscar, pero jamás traicionamos el estilo de la UC. Ese equipo tenía un sello. A nosotros nos recuerdan porque jugábamos muy bien y no contra cualquiera. En esa Copa enfrentamos a grandes rivales”, repasa.
El goleador de esa edición de la Libertadores, con nueve tantos, atribuye a la fortaleza del plantel estudiantil ese desenlace imborrable. “Nos gritábamos entre nosotros. Nos repetíamos que teníamos que jugar el fútbol que sabíamos. Ese plantel era notable. Calculen que (José Saturnino) Cardozo, que después hizo 500 goles en México, iba a la banca. (Gerardo) Reinoso, lo mismo. Para competir a nivel internacional hay que tener ese tipo de planteles. Teníamos mucha banca. Jugábamos al fútbol y quizás eso nos traicionó en la final. Ganábamos de visitantes en todos lados. Esa campaña de la UC tiene muchos méritos”, destaca.
Almada pide un espacio. Como el que aprovechaba para liquidar a los arqueros rivales. Ahora, para establecer que le gustaría trabajar en Chile. Y para exigir el reconocimiento que, dice, los cruzados le deben. “Siento que los hinchas de la UC me reconocen más que los dirigentes. Y es el mejor regalo. El dirigente no me interesa si me reconoce. En Defensa hice 40 goles, en Deportes Concepción puedes preguntar qué opinan. En la Libertadores jugué 12 partidos y marqué nueve goles. Hay cosas que salen de mala intención desde dentro del club, pero no pasa nada. Otros exjugadores, como (Ricardo) Lunari y Reinoso deberían estar en el club. Tiene que haber alguna gente más que explique qué es llegar a una final de la Libertadores. Y no lo digo por mí. Me alegra el presente del club, pero ese aporte no puede faltar”, sentencia.