La tarde del 26 de enero, la vida del tenista Ignacio Tejeda se apagó a los 17 años, por culpa de un cáncer que avanzó en apenas 10 meses. Antes de eso, era un joven absolutamente saludable. “Nunca una fiebre, ni una tos. Era el más sano de todos”, afirma su abuela materna, María Soledad Jiménez (60). Tampoco tenía vicios. Incluso, su madre, Jennifer Hidalgo (39), recuerda una anécdota reciente: “‘Nunca me pude tomar una chela’, me decía Ignacio en sus últimos días”.
Su círculo lo describe como un chico muy alegre, que en todo momento se imaginó como tenista. “Éramos súper partners. Uno quiere infinitamente a todos los hijos por igual, pero él era el más parecido a su mamá, mientras Javiera (20) y Joaquín (15) sacaron mi personalidad y chocamos más. Entonces, con él tenía un fiato espectacular”, afirma Ignacio Tejeda padre (49).
Su mamá lo define como un “metrosexual”. “Siempre andaba bien vestido, perfumadito. Incluso, al final cuando las quimioterapias le pusieron los dientes amarillos, él me preguntaba si se los podía blanquear”, dice.
Los Ignacios recorrieron el mundo tras una raqueta. “A los ocho años, empezó a dedicarse al tenis y viajamos a la Academia de Rafa Nadal. Lo divertido es que allá lo que más le gustó fue la comida. Siempre fue un amante de la buena mesa. En todos lados quedaban maravillados con él. Su sueño siempre fue dedicarse al tenis y nos vinimos todos desde Antofagasta, a fines de 2014, para que él pudiera cumplir su sueño. Siempre nos movió él”, relata el progenitor.
Pero ese sueño se truncó violentamente con el agresivo tumor en el mediastino. Hoy, a un mes y dos días de su fallecimiento, en su familia se mezcla un sentimiento de rabia y dolor. “Los doctores nos dijeron que tenía tratamiento, que el tema iba a ser quimioterapia, operación y que iba a quedar impecable, pero no fue así. Nosotros tuvimos una conversación con el director de la Clínica Las Condes y le dijimos que nos parecieron mal muchas cosas. Pensábamos que estábamos en las mejores manos, pero no fue así. Jugaron con la vida de mi hijo y tengo que pagar igual a médicos que tuvieron cero conexión con nosotros como familia”, afirma Tejeda.
El proceso, luego continuó con una operación, que a juicio del clan solo empeoró las cosas. Finalmente, intentaron un costoso tratamiento en Estados Unidos, que movilizó a la familia del tenis y a numerosos deportistas nacionales e internacionales, como Rafael Nadal, Novak Djokovic y Dominic Thiem, algo que emocionó mucho a Ignacio. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Regresaron a Chile en diciembre para enfrentar la fase final de la enfermedad. No hubo mucho tiempo para prepararse. “Nunca nos dijeron nada hasta el último minuto. Ni siquiera para prepararnos. Si hubiéramos sabido que a Ignacio le quedaban dos, tres o un día de vida, nos hubiéramos preparado. Ignacio comenzó a convulsionar el día 26 a las 5.30 de la tarde y a las 6 murió. El último día estuvo súper complicado, sabíamos que la enfermedad iba a avanzando, pero nadie reaccionaba. Sabíamos que estaba en estado crítico y que el tumor estaba creciendo. Fue todo trágico, estábamos la mamá, la hermana y yo. Fue algo horrible y la clínica no nos ayudó en nada”, sostiene el padre del tenista.
Su abuela estuvo horas antes y tampoco imaginó que el desenlace sería tan inmediato. “Estuve cerca de las 12 y me puse en la puerta, porque no podíamos entrar. Le hice señas, le tiré un besito y él me levantó la mano”, rememora. Y complementa: “Dos días antes, él habló con nosotros bastante bien. Nos décía que se iba a mejorar, que tuviéramos tranquilidad y que nos cuidáramos, porque él no quería que nos contagiáramos de Covid. Y, además, la semana antes había estado jugando ping pong. Él fue muy valiente y nunca se quejó de nada”.
Incluso, compartió con Joaquín, su hermano menor. “Jugaban Play de una pieza a otra, por el tema de la inmunidad, ya que no se podían tocar ni exponerse. Jugaron hasta un día antes de que falleciera, les gustaba jugar Fornite”, revela Jennifer.
Al iniciar las más de 90 quimioterapias que enfrentó, Ignacio tomó una decisión: congelar sus espermatozoides para ser padre en el futuro ante el riesgo de quedar infértil. Nunca pensó en que fallecería. Pero ahora esas muestras pueden permitir dejar un legado concreto. Hoy permanecen en la Clínica Las Condes y sus padres gestionan recuperarlas para cumplir la voluntad de su hijo. “Mi hijo tenía un sueño y quería ser padre. Guardó sus espermios y en la clínica nos dijeron que tenía que ir a un comité de ética. Yo le dije al director de la clínica ‘con qué cara van a ir a un comité de ética si no tienen ética’. Tuvieron cero ética con la enfermedad de mi hijo, se echaron la plata al bolsillo y a nosotros nos llegan cartas de cobros y pagarés”, manifiesta Tejeda. La Tercera solicitó una versión oficial a la clínica. No obstante, se excusaron de entregarla, aclarando que están en comunicación directa con la familia.
En los próximos días habrá una resolución al respecto. De ser favorable, la familia ya tiene claro los pasos a seguir. “Queremos que nos den las muestras biológicas que pagamos para poder hacer uso de ellas en el extranjero, ya que en Chile la legislación no permite el concepto del vientre de alquiler”, detalla la madre de Ignacio. Mientras que su esposo añade que “igualmente en Chile hay mujeres de buena voluntad que están dispuestas a poner sus óvulos para cumplir ese último deseo de Ignacio”.
Por mientras, el clan intenta rehacer en parte su vida, pasando algunos días en Pucón. Jennifer Hidalgo cuenta que sus hijos padecieron las consecuencias. Javiera bajó 10 kilos y Joaquín subió esa misma cantidad. Además, este último repitió de curso. “Soy creyente, pero estoy tan enojada con Dios y con la vida. Ya se me pasará”, confiesa la mamá, quien también desea contactar a la médium Vanessa Daroch para tener alguna señal alternativa que le pueda dar mayor tranquilidad.
Su hermano menor retomó su pasión por el fútbol gracias a la academia One Sports, que lo invitó a dar una prueba. “Le preguntaron de cuándo no entrenaba, porque estaba guatón y parecía Maradona. Joaquín dice que miró al cielo y dijo ‘hermano, ayúdame’. Corrió todo, metió cuatro goles y quedó en la academia”, relata Jennifer, con la convicción de una madre que en cada detalle siente a su hijo y que se ilusiona con la posibilidad de ver una parte de él reflejada en su futuro primer nieto.