Pocas veces se escuchó a un Lionel Messi más místico. De sobrenaturalidad se ha hablado recurrentemente para describir sus virtudes en el campo de juego. Sin embargo, escucharlo o leerlo desde su propio protagonista llama la atención. “Tengo muy claro que nací así porque Dios me eligió a mí, fue un don el que me dio. Yo intenté aprovecharlo, hice todo lo posible para sacarle todo el jugo. La verdad, si bien hice muchas cosas, no hice nada para ser el jugador que ya de chiquito era”, plantea en una entrevista con Clank, validando la teoría de que su talento es, efectivamente, un regalo divino.
“Por lo que dicen, desde muy chico siempre era diferente. La gente me iba a ver. Yo no me daba cuenta. Fui entendiendo eso cuando fui creciendo”, recuerda de sus comienzos en el fútbol. “Tenía 3 ó 4 años y no era consciente del Mundial y todos los títulos que se jugaba. Simplemente jugaba porque me encantaba la pelota, me divertía estar con una pelota. Era mi pasatiempo. Vivía a toda hora pateando y buscando a alguno para jugar. Nací con eso. Me encantó el fútbol, como a la mayoría de los argentinos, desde muy chiquito. Siempre fue mi manera de verlo, más allá de mis responsabilidades, de los objetivos que uno se proponía cuando ya era más profesional. Siempre intenté divertirme, como lo hice desde el primer día”, añade el rosarino, a modo de complemento para una reflexión llamativa.
Una herida que aún duele
El Messi místico es agradecido. “Después de haber conseguido todos los objetivos y haber tenido más de lo que hubiese imaginado y soñado desde chiquito... Hoy estoy disfrutando como aquel chico. Sé que cada vez falta menos, que son menos los años que me quedan por edad. Intento disfrutar el fútbol adentro de una cancha y los momentos que vivo en el día a día también”, puntualiza.
Sin embargo, el más concreto no olvida sus traspiés. Y ahí Chile cobra un especial protagonismo. En 2015 y 2016, la Roja impidió que La Pulga, ya considerado como el mejor jugador del mundo, empezara a redondear su consagración. La herida ya está cicatrizada, pero la marca no se borra. “Sin duda, la Copa América fue buena y la final contra Chile no tuvimos muchas ocasiones, pero a nivel de juego fuimos superiores”, recuerda en relación a la segunda, que se disputó en Estados Unidos y en que la final se jugó en el mismo escenario del duelo de este martes.
El trauma también es personal. “Perdimos otra vez en penales y yo fallé uno. Fue una cruz para mí por no poner en ventaja al equipo. El primer penal hay que meterlo”, recuerda respecto de una ocasión que para el fútbol chileno está inscrita en su mejor historia y que para él se tradujo en una renuncia concreta a la Albiceleste, de la que desistiría meses después.
El delantero no se perdona errores y lo deja claro. “Siempre fui así, muy autocrítico, creo que el que más. Soy el primero que sé cuando hago las cosas bien o cuando hago las cosas mal”, admite. “Muchas veces me puteo, que cómo voy a perder esa pelota, cómo voy a perder ese pase”, dice, en una muestra de su autoexigencia, que camina al margen de las loas que le prodiga el mundo entero.