La consigna era ganar porque "era el partido de sus vidas", según el Mago Valdivia. Y Colo Colo lo hizo. Por un gol, lamentablemente, porque la diferencia debió ser mayor. De dos y tres goles para cerrar una noche soñada. Cosas del fútbol.
En el torneo local, los albos desacreditados como candidatos al título, acumulan pocas esperanzas de días mejores y se enfocan, casi con exclusividad y verdadera motivación, en la Copa Libertadores. Esos eran los fantasmas de este Colo Colo que dosifica a sus mejores jugadores para empezar a reír en el concierto internacional.
El plan de Héctor Tapia, el entrenador, era ése. Tirar las fichas a ganador en casa y guardar a su máxima estrella Valdivia para este vital encuentro internacional, donde, siempre tan exagerados los futbolistas, los blancos iban a exponer sus vidas para el hipotético triunfo.
Los primeros 26 minutos, Colo Colo no se encontraba cómodo. Los brasileños atacaban mejor por el lado de Pérez, como si los hubiesen visto en El Ñielol. Su mediocampo manejaba el balón en los pies de Douglas y Pedrinho. El 3 - 4 - 1 - 2 de los albos no sintonizaba ante el toque pulcro del equipo paulista.
En ese plácido escenario, Orión esperaba bajo los tres palos y la defensa con Zaldivia, Barroso e Insaurralde, se movían a placer como los tres mosqueteros - que eran cuatro - abortando todo tímido ataque rival.
De ahí en adelante, despertó el indio y amenazó con peligro de gol. Vino un remate de Paredes, el único de todo el partido del ausente goleador, un débil remate de Zaldivia sacado al córner con las uñas de Cassio. Y tras cartón, Valdivia sacó un gran pase en profundidad para el hiperventilado Opazo, centro, remate de Barrios, tapadón del arquero para dejarla a expensas de Carmona y meterla en la red. Hasta ahí Colo Colo revivía. El juez mostró amarillas a Carmona y Opazo, condicionándolos para un segundo tiempo. Tito acertó en sacarlos de la refriega.
Los segundos 45 minutos fueron todos de los albos y decepcionantes los del Timao. Expulsado Gabriel, se facilitaron las cosas para el eterno campeón, pero su falta de ambición e ineficacia quedaron en deuda con el marcador. El portero Cássio terminó siendo la gran figura del partido, porque evitó la fiesta del Cacique.
Con este insulso Corinthians, el Mago declaró post partido que "a Brasil hay que ir a morir". En 180 minutos, que poco valor le da a la vida. Y los que se creen vivos se tragan esas vacías palabras.