Luis Núñez Blanco (33 años) se despierta cada día a las ocho de la mañana. Está en el módulo de imputados media 38A del Centro de Detención Preventiva Santiago Uno, que comparte con otros tres compañeros: el venezolano Didalco Reyes, Cristián Contreras, un viejo conocido suyo de La Legua y un tercer hombre al que conoce sólo como "El Colombiano". Todos están siendo investigados por narcotráfico.

En aquellos días en que hay agua, Núñez se ducha, pero ya está acostumbrado a que sea día por medio. A las nueve de la mañana, los gendarmes abren la celda, le entregan un sándwich y lo dejan salir al patio común. Allí matan el tiempo jugando cartas o damas, escuchando música o jugando a la pelota en una pequeña multicancha. Es en esos momentos cuando el ex futbolista sueña despierto. Se imagina afuera, en la calle, como antes, haciendo lo que le diera la gana.

A las 12 del día se sirve el almuerzo o el "rancho", como le llaman en las Fuerzas Armadas y Gendarmería. Generalmente, son legumbres envasadas con algo de carne, una ensalada y un postre. Nuñez sólo come cuando hay arroz o tallarines. "Lo peor de estar acá es la comida. Echas de menos un pedazo de carne o una empanada, cosas simples que en la calle se consiguen muy fácil, pero que acá valoras harto", comenta. El resto de los días se arma un sándwich con el pan, queso y jamón que le llevan su papá, su hermana, su pareja, Jocelyn, o sus hijos Brian (15), Renata (9) e Isidora (5). De ellos tres, sólo Brian sabe porqué su papá está allí. Las dos más chicas piensan que atropelló accidentalmente a una mujer.

A las 17 horas se sirve la cena y los imputados vuelven a sus celdas. Al día siguiente todo comienza de nuevo. Núñez no sabe cuándo se romperá ese círculo y podrá volver a su casa en La Legua Emergencia. Ya cumplió con los 120 días de detención preventiva, pero el fiscal Sergio Soto pidió una prórroga de 30 días, que puede volver a solicitar mientras lo estime pertinente. Según su defensor, Juan Eduardo Hernández, la investigación debiera estar concluida entre marzo y mayo, lo que permitiría realizar una audiencia entre mayo y agosto y así realizar el juicio oral a fin de año. Estos cálculos estimulan la impaciencia del ex delantero de Universidad Católica y la selección chilena, que dice no entender por qué le han privado de libertad.

"Si tú me preguntas hoy, estoy detenido por nada. Por ser un tipo conocido y darle más peso a una causa. Mi abogado me dice que tenga paciencia, pero quiero que esto termine rápido. Podría decirte que soy inocente o que soy culpable, pero la verdad es que soy imputado, no sé si me van a acusar por algo. Eso no me hace delincuente ni traficante", asegura Núñez, sentado en una oficina administrativa de Santiago Uno, mientras dos funcionarios de Gendarmería siguen trabajando. Desde ese lugar, "Lucho Pato", como era conocido en el ambiente futbolístico, está a tres puertas de la libertad.

Mala reputación

El jueves 12 de septiembre de 2013, Núñez fue detenido por tercera vez en su vida, esta vez en su departamento de La Florida, junto a su amigo Cristóbal Benavides. De acuerdo a la información inicial entregada por la Brigada Antinarcóticos de la PDI (Briant), allí se le encontró un revólver Colt con encargo por robo desde 2006. Dos días antes, habían arrestado en La Serena a una banda de cinco personas que había internado desde Bolivia 136 kilos de marihuana prensada, avaluada en 686 millones de pesos. A través de 50 interceptaciones telefónicas, la PDI determinó que el ex jugador actuaba como financista del grupo. "Núñez aporta el capital para que se produzca el ingreso de la droga y el embarque llegue a La Serena", dijo el comisario Mauricio Jorquera.

Hernández no coincide con la PDI. Cree que la evidencia telefónica mostrada en la audiencia de control de detención fue insuficiente, pero que el criterio de los jueces del sector occidente y sur es más estricto y las medidas cautelares son más frecuentes. Desde hace 10 años que es abogado defensor de Núñez y ya enfrentó dos juicios en su contra: por almacenar droga para la banda de narcotráfico "Los Ciprianos" (2003) y por estar relacionado con otra banda dedicada al robo de cajeros automáticos y contrabando de productos de lujo (2012). Por la primera cumplió seis meses en la cárcel de San Miguel; por la segunda salió absuelto por falta de méritos. "Estamos más complicados que en 2012, pero mejor que en 2003", confiesa Hernández. "Nosotros no tenemos información de que su teléfono haya sido interceptado. La única prueba telefónica que mostraron fue una conversación en la que Luis se muestra preocupado por un amigo desaparecido que después resultó estar detenido. La verdad es que los círculos de amigos de Luis son bien extraños, lo que ha derivado en sus problemas judiciales", agrega el abogado.

Núñez alega que carga con el peso de venir de un barrio estigmatizado y que por lo mismo tampoco está dispuesto a darle la espalda a quienes lo han ayudado. "Siempre tuve los mismos amigos, nunca cambié y no porque mis amigos sean malandrines voy a dejar de saludarlos en la calle, en la disco o donde los encuentre. Si eso me ha jugado una mala pasada lo lamento, pero así es mi vida, me críe en ese ambiente y por querer ser el mismo he pasado cosas feas", argumenta. Más allá prefiere no entrar, pues su situación judicial todavía está en vilo por el secreto de la investigación que lleva la fiscalía Occidente.

En el fútbol también siente que recibió una mala fama injustificada. Se le asoció a conductas conflictivas e indisciplinadas. "No fui ni cura ni monja; fui pelusón y desordenado. Pero me arrepiento de no haber aprovechado todas las oportunidades. Quizás no era un Vidal o un Alexis, pero podría haber ido a Europa", expresa. 

Entre los múltiples episodios que protagonizó se cuentan cuando el árbitro Braulio Arenas supuestamente lo llamó "traficante" en medio de un partido en 2005, un golpe a un reportero gráfico en 2010 y su frustrada renovación de contrato con Deportes Concepción en 2012, que no se llevó a cabo porque su situación judicial no estaba resuelta. Tras no firmar con los penquistas, Núñez sufrió lesiones, subió de peso y pasó a jugar por el equipo del Sifup para futbolistas cesantes. En silencio, su carrera terminó en 2013.

Entre el cielo y el infierno

Hace un mes, el ex futbolista Frank Lobos visitó a Núñez en Santiago Uno. Actualmente trabaja para Gendarmería, realizando talleres de fútbol para la población penal. "Se veía ansioso por todo lo que viene ahora, pero bastante bien en lo anímico. En la cárcel he encontrado muchos chicos con talento y eso te lleva a valorar lo que cabros como 'Lucho' o (Francisco) Huaiquipán lograron en el fútbol, a punta de esfuerzo. Pero es difícil no caer en la tentación cuando vives en la vulnerabilidad", opina.

En medio de su rutina carcelaria, Núñez agradece que lo recuerden como futbolista. Además de Lobos, también lo visitaron Carlos Soto y Julio Pastén, del Sifup, quienes le prometieron llevar un equipo a jugar a Santiago Uno. Sin embargo, ha extrañado algún gesto de parte de su club de toda la vida, Universidad Católica.

"Soy hincha de la UC y la gente todavía corea mi nombre. Sé que me porté mal y que ellos no me deben nada, pero me hubiera gustado volver. En su momento hablé con el 'Tati' (Buljubasich). Me vio muy gordo y llevó a (Daud) Gazale, que carretea un poco más que yo. Siempre me pregunto por qué él y no yo", afirma.

A la espera de que la carpeta investigativa que lleva el fiscal Soto se abra y el defensor Hernández puede pedir la revisión de la medida cautelar, Núñez piensa que quiere completar el curso de entrenador que dejó pendiente en el Instituto Nacional del Fútbol (INAF) y volver a trabajar en un club propio, como lo hizo en los meses previos a su detención en el Real Juventud San Joaquín, donde fue gerente general. "Allá no vuelvo, porque apenas me caí, se olvidaron de mí", advierte. Tiene conversado un proyecto deportivo en San Bernardo para cuando pueda salir, si es que eso ocurre, pues arriesga una pena que puede llegar a 10 años.

Aunque se muestra entero, Núñez admite que se ha quebrado en la cárcel. Que pese a no tener conflictos con nadie y llevarse bien con sus compañeros, ha llorado y sufrido. Sin embargo, dice no temerle al futuro: "He vivido de todo, ya no me entran balas. Conozco el cielo y el infierno y cuando has vivido en los dos, ya no te asusta nada".

Momentos después, se despide mientras un gendarme lo escolta de vuelta. La 38 A lo espera.