Al ver la dura caída, Eduardo Timis (48) supo de inmediato que la situación iba a ser compleja. Martina (18), la tercera de sus cuatro hijos y la primera que estaba consiguiendo proyectarse como una carta olímpica para Chile en el bicicross, yacía inerte sobre la pista de Santiago del Estero. Corrió hacia ella y allí comprobó sus más profundos temores: Martina, siempre consciente, respondió a él y a los paramédicos que la socorrían que no sentía las piernas, que apenas un leve hormigueo le recorría las extremidades inferiores. "Vi que cayó fuerte y quedé asustado. Cuando me dijo que no sentía las piernas no lo podía creer; no lo quería creer", recuerda ahora, 63 días después de que todo cambió.

Martina se encontraba en Argentina disputando la doble fecha y final de las Copas del Mundo Super Cross de BMX y, aunque aún pertenecía a la categoría juvenil, debutaba como élite. Por eso se había entrenado como nunca, con gimnasio y sesiones extra en la pista, confiaba en que ahí cerraría la primera temporada dedicada exclusivamente a la bicicleta. Tan en serio lo tomó, que este año decidió terminar su enseñanza media con exámenes libres. Por eso estaba entusiasmada ese fin de semana, pues al fin competiría contra las mejores del mundo. La colombiana Mariana Pajón era quien más llamaba su atención.

Corrió a fondo durante la primera fecha, disputada ese sábado. Acabó 29ª. Pero en la segunda jornada, la del domingo, una mala caída trocó todo. Todo fue una cadena de hechos desafortunados: recién iniciando la carrera en los octavos de final, se desestabilizó, provocando finalmente que cayera a toda velocidad sobre el cuello. Horas después, en el hospital, se descubriría la magnitud de la lesión: la vértebra C7 sufrió una fractura completa, comprometiendo la médula espinal desde la altura de la garganta hacia abajo. Como no llevaba protección en el cuello, recibió el golpe completo.

Aunque no quiso que nadie lo viera quebrarse, Eduardo lloró desconsolado aquella noche.

Padre e hija estaban desde el miércoles 25 de septiembre al otro lado de la Cordillera. Viajaron antes para aprovechar los días de entrenamiento, por recomendación de Fernando Corzo, su entrenador argentino. Y como la Federación Ciclista de Chile está desafiliada del COCh y de la UCI, no se hizo la solicitud para que ella representara al país protegida con un seguro de accidentes. "Nadie se imagina que va a ocurrir una cosa así. Cuando pasa piensas en todo, no antes", reconoce el padre. Para suerte de ambos, Marti recibió apoyo médico desde el primer minuto y gratis, por compromiso de la gobernación provincial transandina. Además, la comunidad cercana al deporte los apoyó con alojamiento y contención emocional. Eso, dice Eduardo, fue fundamental para enfrentar lo que vino y vendrá. Aún no sabe cómo pagará los gastos médicos y hospitarios por la recuperación de Martina. Mañana tiene una reunión con la gerencia de la ACHS y el Mindep se comprometió con apoyo en gestión.

Han pasado ocho semanas desde el episodio que refundó los cimientos de la familia Timis Briones y ya no hay lágrimas. Tras su llegada a Chile, el 16 de octubre, la vida de la ciclista promesa del BMX nacional se frenó de golpe, pero ahora comenzó la de la niña que busca simplemente ser feliz. Esta vez, desde una silla de ruedas. Quedó tetrapléjica.

Reinicio

Son las mismas paredes y la misma ventana, con el vapor de las calderas del Hospital del Trabajador de fondo, el que Martina ha visto durante los 46 días que lleva internada en Santiago, aunque para ella cada mañana es una tómbola. Enclaustrada en el cuarto piso del recinto de calle Ramón Carnicer, vivió desde el tercer día de cautiverio la revolución chilena, que tiene a Plaza Italia, a unas cuadras de su cama, como principal centro de reunión en el país. Pero ella por ahora vive obligatoriamente en una búrbuja. Y allí, con la camiseta roja del Team Chile, trenzas y amplia sonrisa está. Está con cuidados especiales, pues casi como una ironía trajo una extraña bacteria desde Argentina.

A veces oye disparos. Muchas veces gritos. Como si fuera ella misma un sonómetro, asegura que los ánimos se han calmado, pues el barullo que llega a su habitación ya no es el mismo que el de hace un par de semanas. "Aquí escucho todo: los balazos, los gritos, todo. Creo que (las manifestaciones) es algo necesario, pero es fuerte vivirlo desde acá. Aquí estoy tranquila, en verdad no pasa nada. Afuera están pasando cosas, los Carabineros están dañando a las personas", recalca, recostada en la cama.

Su nueva vida comienza apenas sale el sol. A las 7 de la mañana la despiertan para hacerle el primer procedimiento del día. Luego desayuna. Duerme. Despierta y la llevan a la ducha. A las 11.00, un terapeuta realiza las primeras rehabilitaciones del día, que consisten en sentarla, mover sus brazos y manos. Al mediodía ya está almorzando. "¡No tengo ningún momento libre!", bromea. Cada día, desde que amanece hasta las 18.00 horas, Martina está ocupada con algún trabajo para su recuperación. "También tengo tareas que debo realizar sola". Esas tareas son mover las manos y brazos, para acelerar la recuperación. Hay días en que puede hacer mucho, otros que no tanto... Recién se está adaptando al nuevo funcionamiento que tendrá su cuerpo.

Durante este proceso ha estado acompañada de toda la familia. Sus padres se turnan durante la semana para poder cuidarla. La idea, dicen, es nunca dejarla sola. Desde hace un mes y medio que los Timis Briones viven entre Quilpué, la casa de un amigo en Las Condes y el Hospital del Trabajador. "El fin de semana, normalmente, nos venimos todos a Santiago. Y en la semana nos repartimos entre el papá y yo, mitad y mitad. Por suerte tenemos un amigo que nos facilitó su casa, eso nos ha ayudado mucho", explica Marcela (44), la madre.

Como cualquier deportista de alto rendimiento, ella siempre se exigió de más, llegando a ofuscarse mucho cuando algún salto no salía como esperaba. Ahora, se da cuenta de que todo eso era apenas un detalle. "Antes reclamaba porque no tenía una bici bacán o por cualquier cosa, miraba siempre lo peor. Me enojaba mucho por no ganar una carrera, cuando en verdad lo realmente importante es llegar sano y salvo a la casa. Esa ha sido la mayor lección que he tenido", confiesa. El caso no deja de sorprender, porque aunque solo consigue mover el rostro con normalidad, no se desanima. Ni los padres ni los médicos se explican muy bien cómo, pero ella prefiere simplemente agradecer que, al menos, su vida continuará aunque sea sobre una silla de ruedas. "Pudo haber sido peor, pero no. No puedo mover mis piernas, pero sí puedo mover mi cara, mis brazos. Estoy bien, junto a mi familia", dice.

El martes 22 de octubre fue la última cirugía que le realizaron. Estuvo a cargo del fisiatra Juan Carlos Vélez, jefe del área de rehabilitación de la ACHS. Su evolución, cuenta el médico, ha sido mejor de lo que se pronosticaba: "Ha sido una paciente excelente en el ánimo. La familia también, es muy apoyadora, colaboran en todo lo que tiene que hacer. Y afortunadamente, ella no ha tenido ningún tipo de complicación en este proceso, algo que no es tan común en estos casos". Fue él quien debió informar a la deportista y su familia la dura realidad de su nueva condición. "Preliminarmente, la información que llegó a través de la prensa es que ella podría recuperarse. Aquí lo estudiamos con resonancia, exámenes físicos y la propia cirugía, y vimos que la lesión es completa, que quiere decir que con muy alta probabilidad ella no podrá volver a caminar", explica.

Y es inevitable pensar en lo que hizo o dejo de hacer ese domingo. Normalmente, se negaba a utilizar demasiadas protecciones al competir y entrenar, pues ninguna de sus referentes en el BMX corría con ellas. Pero ese detalle pudo haber cambiado su suerte. Ella lo asume: "De mañosa no usaba el cuello de protección. En verdad no cuesta nada acostumbrarse, pero apenas lo intenté una semana. Mi padre siempre me decía que lo usara, pero no le hice caso". Tras el accidente, Lorenzo (14), el penúltimo hermano, utiliza el de ella. "Uno no piensa en que algo así pasaría, pero ha habido varios casos como el mío".

Marti confía en regresar a Quilpué en Navidad. Su familia también. Ya trabajan en la readaptación del hogar para que pueda desplazarse y retomar la normalidad perdida. "Lo único que falta para salir del hospital es que pueda moverme en la silla de ruedas... Y mi primera parada será en el partidor", bromea. Por la magnitud de la lesión, deberá utilizar una silla de ruedas especialmente diseñada para ella. "Solo tengo movilidad de los brazos y las muñecas, pero no puedo ocupar el tronco, entonces tendré que usar una silla diseñada para mí, para mantenerme erguida". Confía en que lo conseguirá en menos de 23 días, pues sus avances no paran. La semana pasada volvió a usar su smartphone y de inmediato comenzó a chatear. "Puedo escribir solo con el pulgar, pero no puedo mover los dedos. La idea es que con la terapia recupere la fuerza del tríceps y pueda moverme un poco más", se conforta.

Puede que la vida de Martina haya sufrido un reinicio forzado, pero el golpe la mantiene entendiendo lo que antes no percibía. Mientras el resto de su cuerpo lucha por recuperar algo de movilidad, su rostro continúa alegre, vivo y expresivo. Si una cosa no perdió, fue la capacidad de sonreír a cada instante. Esa es su victoria.