No fueron pocos los que al ver a Nick Foles desempeñarse con tamaña soltura ante la mirada de todo el mundo durante el Superbowl LII hicieron andar la máquina del tiempo al ya lejano 3 de febrero de 2002. Aquella noche en Nueva Orleans, un joven Tom Brady, en su segundo año en la NFL, conducía a los New England Patriots a una sorpresiva victoria sobre Saint Louis Rams, instalando la primera piedra de la dinastía impuesta por el coach Bill Belichik en la liga.

Brady, al igual que Foles esta temporada, había vivido aquel año bajo la sombra de Drew Bledsoe, un correcto mariscal de campo que ya había conducido a los Patriots a un Superbowl, antes de caer ante Green Bay en 1997. Producto de una lesión del titular, quien para muchos es el mejor quarterback de la historia, apareció en el partido mayor de la NFL para ganar su primer anillo de campeón, ante otro legendario del puesto, como Kurt Warner.

Es cierto que Foles asomó en el partido mayor con 29 años y varias temporadas en el cuerpo en la liga. Una diferencia con respecto a Brady. Sin embargo, si alguien hacía una encuesta antes de arrancar la temporada sobre quién sería el jugador más valioso del Superbowl LII, el mariscal nacido en Texas no habría recibido un solo voto. Ni siquiera el suyo. Y ahí sí se asemeja al quarterback de los Patriots.

Por eso sorprendió tanto lo ocurrido la noche del domingo en Minnesota. No tanto porque hayan ganado los Philadelphia Eagles como que Foles haya sido la gran figura. Y es que su última y quizás única gran actuación había sido en 2013, cuando conectó siete touchdonwns en un partido con la casaquilla de los Eagles, que un año después lo dejó partir tras una lesión en el hombro.

En ese momento su carrera se vino abajo. Ni en Saint Louis ni en Kansas City logró sacarse el rótulo de suplente y no eran pocos los que auguraban el fin de su carrera antes de cruzar la barrera de los 30 años. Pero vino un momento clave en su vida. Instante en que el egresado de la Universidad de Arizona decidió volver a estudiar. "El año pasado me armé de valor y me inscribí en un seminario teológico. Quiero ser pastor en una escuela secundaria. Simplemente está en mi corazón. Tienen una edad en la que suceden muchas cosas, muchas tentaciones en este mundo con todo lo que hay de redes sociales, Internet. Quiero hablar con ellos sobre eso", reconoció el mariscal, antes de confesar que durante su lesión en un hombro se dedicó a rezar muchísimo y que ahí podía estar parte del secreto de su inesperado éxito: "La oración siempre ha sido mi fortaleza para seguir adelante".

De regreso a Filadelfia en marzo pasado, Foles parecía destinado a un lugar secundario en la temporada, a la sombre de Carson Wentz. Sin embargo, todo cambió en diciembre, cuando una lesión sacó el mariscal titular y le abrió la puerta al aspirante a pastor, quien no la desaprovechó. Sus 373 yardas, cuatro touchdowns (uno de ellos como receptor) y el acierto de 28 de 42 pases quedarán en la historia, junto con el hecho de convertirse en el tercer quarterback que gana un Super Bowl tras jugar tres o menos partidos durante la temporada regular. Todo un acto de fe de un hombre que se aferró a Dios en el momento más difícil de su carrera para vencer al denominado semidiós de la NFL, como Tom Brady. Todo un cuento de hadas, que como suele ocurrir en estos relatos, tuvo un final feliz.