La vida de Diego Maradona se puede contar en escenas. O en capítulos. Cualquiera sea el formato, terminará siendo el guion de una película que ni siquiera necesitará la ficción para cautivar a quienes quieran disfrutarla. Y que tiene una particularidad que, probablemente, ningún cineasta ha conseguido plasmar: el protagonista es el héroe y también el villano. Y que el final está lejos de ser el esperado. En lo que sí coincidiría sería en las lágrimas de un desenlace abrupto para el que nadie estaba lo suficientemente preparado.
La existencia del mejor futbolista de la historia (una consideración que queda al margen de la subjetividad según la propia FIFA) se puede dividir en hazañas y pecados. Y es tan contradictoria que alguna de ellas puede ser, perfectamente, parte de la categoría opuesta. Porque eso fue Maradona. Una contradicción constante e impredecible que construyó un personaje único.
Las hazañas
El mejor gol de la historia de los mundiales
El título de este apartado tampoco es una ocurrencia. En rigor, es un premio que se le adjudicó al segundo gol de Maradona en la victoria sobre Inglaterra. La decisión se adoptó a través del sitio web de la FIFA durante la disputa del Mundial de Corea-Japón, en 2002. A través de esa plataforma, los fanáticos le dieron 18.062 votos a la hazaña de Maradona quien, después de recibir el balón en la mitad del campo, de los pies de Héctor Enrique, dribleó a seis defensores británicos antes de definir frente a la salida de Peter Shilton. En el camino, sorteó patadas y otros intentos por desestabilizarlo. También recordó el consejo que uno de sus hermanos le había dado para definir, después de haberse perdido una ocasión similar en otro duelo, que había fallado. Jorge Valdano recuerda, además, que Maradona se disculpó por no pasarle el balón. Lo había visto acompañando la jugada.
Los títulos con el Napoli
Cuando Maradona llegó al Napoli, el club del sur de Italia era comparsa en el fútbol italiano. Transitaba entre los últimos puestos de la Serie A y alguna estadía en la segunda categoría del Calcio. El dominio estaba en el norte. Se lo repartían la Juventus, el Inter y el Milan. El Napoli tampoco tenía el poder económico para competirles a los gigantes del país de la bota. Con el argentino en la cancha, en cambio, se transformaron en un equipo temible. La dirigencia tuvo que escuchar las sugerencias del astro para elegir refuerzos que calzarían a la perfección como escuderos de su talento. El Napoli se hizo ganador. Obtuvo dos veces el Scudetto y ganó una vez la Copa de la UEFA. Maradona se convirtió en objeto de culto en la ciudad. La prueba más cercana de ello es que, tras la muerte del astro, el estadio San Paolo pasará a llamarse Diego Armando Maradona. Por cierto, el club nunca más celebró un título. Ni a nivel nacional ni en Europa.
Los títulos del mundo
En 1986, Maradona tocó el cielo. Ese año, en el estadio Azteca, donde también le rindieron tributo, Argentina venció por 3-2 a Alemania y consiguió el segundo título mundial en su historia, aunque el más valorado por los transandinos. En ese torneo, Maradona hizo todo lo que un jugador de fútbol soñaría con realizar en un Mundial. Mostró un nivel superlativo que convirtió en ganadora a una escuadra que, al margen suyo, no tenía jugadores de gran nivel. Suele decirse que ese Mundial Maradona lo ganó solo, aunque el propio astro, quien capitaneaba a la escuadra de Carlos Bilardo, descartaba esa teoría. Convirtió cinco goles y regaló jugadas inolvidables.
No era la primera vez que levantaba una Copa del Mundo. César Luis Menotti no lo convocó para el Mundial de 1978. La revancha se la tomó al año siguiente, en el Mundial Juvenil de Japón.
El póker a Gatti
El 29 de octubre de 1980, Hugo Orlando Gatti, uno de los arqueros más icónicos del fútbol argentino, firmó su sentencia de muerte. Ese día, después del empate sin goles frente a Unión de Santa Fe, el Loco fue consultado acerca de Maradona, a quien enfrentaría en el duelo siguiente, frente a Argentinos Juniors, el equipo del Pelusa. “Maradona es un muy buen jugador, el mejor del momento, a quien se está inflando de una manera increíble. ¿Sabés lo que me preocupa? Su físico… tengo la sensación de que en pocos años más no va a lograr contener su tendencia a ser un gordito…”, declaró.
Las palabras llegaron a oídos de Maradona, quien siempre declaró que la bronca le funcionaba como combustible. A Diego lo desafiaron a que le hiciera dos goles y se olvidara. “¿Dos? No, dos no. Cuatro le voy a hacer”, respondió. Y cumplió el domingo 9 de noviembre en la cancha de Vélez Sarsfield. Una actuación memorable, con tantos para todos los gustos.
El aplauso del Bernabéu
El paso de Maradona por el Barcelona no fue especialmente pródigo. O, al menos, no estuvo de acuerdo a las expectativas que se tenían cuando llegó al club azulgrana, proveniente de Boca Juniors. Sin embargo, igualmente tuvo momentos memorables. En un clásico ante el Real Madrid, en el Santiago Bernabéu, sacó lo mejor de su repertorio. Arrancó por el sector derecho, su costado menos cómodo, se sacó al arquero y, en la línea, amagó hacia adentro para que uno de los defensores merengues pasara, literalmente, de largo.
El gol, que debía desatar la tristeza de los madridistas, generó una reacción en sentido contrario: Maradona fue aclamado en la casa del máximo rival blaugrana por los fanáticos que copaban las tribunas del Santiago Bernabéu.
Los pecados
La mano de Dios
En el mismo partido frente a Inglaterra en el que marcó ese imborrable slalom, Maradona también cometió una de las mayores trampas que recuerde la historia de los mundiales. Con la mano, ante la salida de Peter Shilton, convirtió el primer tanto de la victoria transandina. Antes de festejar, de hecho, mira hacia el árbitro para ver si se había dado cuenta de la ilegal acción. Como no fue así, continuó la carrera ante los reclamos de los defensores ingleses y del incrédulo Shilton.
La incidencia, que el astro consideró como una forma de venganza por las muertes ocurridas en la guerra de Las Malvinas, pasó a ser conocida en el mundo entero como La Mano de Dios y se transformó, en rigor, en uno de los elementos sobre los que se construye el mito en torno a Maradona.
Las relación con las drogas
El consumo de drogas fue el principio del fin de Maradona. Coincidió con el mejor momento de su carrera. El propio astro fijo el inicio de su relación con la cocaína en su paso por el Barcelona, aunque fue en Italia donde el problema se hizo más evidente. A Maradona lo consumió la noche, se rodeó de amigos equivocados y, en toda su vida, nadie fue capaz de ponerle freno. Es en su paso por Italia que recibe la primera sanción por dopaje positivo, después de dejar en el camino a Italia en su Mundial, lo que lo llevó a quejarse de un complot. Eso sí, Maradona nunca negó su adicción, aunque solía decir que no sacaba ventajas al consumir.
En el Mundial de 1994, fue descalificado después de que un control arrojara el consumo de efedrina, una sustancia prohibida. “Me cortaron las piernas”, declaró, esta vez negando culpabilidad. Los episodios siguieron. Con el tiempo, Maradona declaró haber dejado de consumir droga gracias a su hija mayor, Dalma. Sin embargo, el deterioro de su condición física y de salud provocaba dudas.
“Que la chupen”
El 14 de octubre de 2009, ahora como técnico, Maradona conseguía otra hazaña en su carrera deportiva: clasificaba a Argentina al Mundial de Sudáfrica, después de ganarle a Uruguay en el Centenario. Sin embargo, ese día quedaría marcado por la grosera expresión que les dedicó a sus detractores. “Con perdón de las damas, que la chupen, que la sigan chupando; ustedes me trataron como me trataron (como basura), sigan mamando”, les dijo a los periodistas que estaban presentes en la conferencia de prensa posterior al compromiso.
Esa frase se transformó, otra vez, en icónica. A modo de ejemplo, en la sección de recuerdos del aeropuerto de Ezeiza se vendía la figura de Maradona vestido como entrenador, con la expresión en la base.
A patadas
La final de la Copa del Rey de 1984, entre el Athletic de Bilbao y el Barcelona, que se jugó el 5 de mayo en el Santiago Bernabeu, terminó, literalmente, a las patadas. El gol de Endika le dio el triunfo al equipo vasco, pero pocos se acuerdan de la conquista o del resultado. En la memoria colectiva quedó, más bien, la batalla campal que protagonizaron ambas escuadras. Un espectáculo triste en el que Maradona tuvo una activa participación. El argentino dio y recibió casi en la misma proporción.
Maradona fue sancionado con tres meses de suspensión por su participación en la denominada Batalla del Bernabéu, un castigo que, en rigor, ni él ni los otros cinco señalados por las autoridades cumplieron. El transandino emigró al Napoli.
El soponcio en Rusia
Maradona era embajador de la FIFA y, en tal condición, tenía ingreso privilegiado a los mundiales. En el último que estuvo fue en el de Rusia, en le que dejó una imagen que debió transformarse en una alerta que nadie fue capaz de dimensionar. En el partido entre Argentina y Nigeria, el astro dio una sobrada muestra de que, otra vez, no estaba bien. Ese día, se le vio exaltado, desorbitado. A duras penas, su séquito más cercano lograba contenerlo para evitar que saliera volando del palco que ocupaba.
El Diez, quien durante el Mundial también ejercía como comentarista para la televisión venezolana, terminó siendo atendido por un equipo médico. Una vez más, se atribuyó su estado a una descompensación. Y, nuevamente, se instalaba la duda respecto de su relación con las drogas había, efectivamente, terminado.