Termina la premiación en la Arena La Defensa de París y Alberto Abarza abandona el lugar en el exterior lo espera amigos, familiares, su entrenador y el ministro del Deporte Jaime Pizarro, quienes lo abrazan y felicitan por el bronce que obtuvo en los 100 metros espalda, un resultado que lo dejó satisfecho, pues incluso rozó la plata. Con las sensaciones todavía muy altas, se detiene a conversar con El Deportivo.
“La medalla nunca me va a definir como deportista, siempre lo he dicho”, comienza diciendo. “Para mí una medalla es un metal, pero lo que conlleva la medalla es el poder estar acá, vivir esta fiesta. Yo era feliz con estar en la final. Siempre pienso en que hay muchos deportistas que luchan día a día, que entrenan todos los días y no clasifican unos Juegos, y no quiere decir que sean malos. Yo los admiro mucho y encuentro a muchos mejores que yo, incluso. ¿Por qué? Porque a la corta edad que tienen ya están en los Juegos Panamericanos y a esa edad todavía no clasificaba. Entonces, grito con mis compañeras cuando compiten y me encanta verlas”, agrega.
También su actuación, que le valió la ovación de los 15 mil espectadores que llegaron al recinto parisino, conlleva un factor emotivo muy grande. “Esto tiene un sabor especial porque estuvieron mis hijas, con mi mamá y para ella es un sueño verme competir. Hace años que no me veía. Entonces, estar acá en unos Juegos para ella va a ser algo muy lindo. Que me haya visto obtener esta medalla, ver nuestra bandera en el podio, para mí... da una satisfacción del trabajo en equipo que venimos haciendo y del apoyo tremendo que tenemos detrás de nosotros. Mis auspiciadores privados, que son los que creen en uno. Después viene el comité también, que sin ellos tampoco sería posible”. reflexiona.
Sobre esa emoción de ver a su entorno alentándolo, Beto se queda con un momento en particular: “Ahora salimos terceros, pero ver a mis hijas ahí gritando... Mi hija de tres años no sabe la diferencia entre una de bronce y otra de oro, pero estaba feliz. Y también estaba feliz con el peluche que me dieron”.
Asimismo, por primera vez logró una medalla en esta especialidad, ya que el oro en Tokio que obtuvo lo consiguió en 100 metros espalda libre. Además, este podio se dio con una alta mejora en sus tiempos, pues bajó casi cuatro segundos en comparación a lo realizado hace un mes. “Es un tremendo logro y se nos abre el apetito para los 200 metros, que es libre y todos saltan, pero vamos a hacerlo desde abajo y creo que vamos a sacar algo bonito ahí. Pero bueno, vamos a hacerlo nosotros desde abajo. Creo que vamos a poder sacar algo bonito también en el 200. Si algo que nos caracteriza es que tenemos cardio y hay que sacarlo y no desesperarnos y, por qué no, soñar con una medalla”, promete.
Los próximos planes
Una de las alternativas que baraja Alberto Abarza y su equipo es cambiar de categoría, lo que depende del avance del Síndrome de Charcot-Marie-Tooth. “Puede ser, porque creo que el próximo año, ya por obligación, todo el mundo de la natación se tiene que someter a la revisión. Y eso quiere decir que van a cambiar, se mueven las piezas para todos lados, ver dónde quedamos y ahí analizar con ese escenario qué nos va a tocar”, adelanta.
Mientras recibe el cariño de la gente, piensa en las claves que lo han llevado a hacer historia: “Yo creo que es ser constante, la disciplina. Claramente que muchas veces te pasa que no quieres ir a entrenar a las 4 de la mañana, porque hace frío, pero si tú sabes lo que quieres, lo vas a lograr todo. Si tú quieres ser astronauta, lo vas a lograr. Siempre digo, no hago esto por tener la medalla, sino porque amo la natación; me encanta, lo hago desde los dos años y lo disfrutaba siendo el último del mundo, lo disfruté cuando fui número uno del mundo, en Tokio, y lo sigo disfrutando ahora más que nunca”.
Otro momento de emoción se produce al recordar las dificultades del último tiempo. “Siempre quiero estar. Me acuerdo, cuando el año pasado me operaron de la vista, entrenamos dos semanas solamente para los Juegos de Santiago 2023. Estuvimos tres meses sin nadar y después empezar toda la recuperación para poder estar en París. Si bien la discapacidad avanza, también se disfruta el avance. Siempre digo que es ganado saber que está avanzando, porque puedo hacer lo que quiero y lo disfruto a concho. Sé que mañana a lo mejor no voy a estar al nivel. Entonces, creo que es una bendición saber que te queda poco tiempo haciendo las cosas siendo independiente. Todavía puedo manejar mi auto”, confiesa.
Con relación a los desafíos deportivos más inmediatos, opta por la mesura. “Me encantaría estar en Los Ángeles, pero vamos paso a paso. Vamos viendo cómo cerramos el mes, cómo empezamos el año. El próximo año tengo un desafío reimportante que me encanta, que es el Mundial de Natación. Ya estamos clasificados a ese mundial con esta medalla y quiero ir a darlo todo. Vamos a entrenar como nunca para ese Mundial, porque quiero dar lo mejor en Singapur y completar el ciclo parapanamericano, sudamericano, paralímpico y el Mundial. Y ya de ahí ver si podemos enfrentarnos a Los Ángeles”, declara.