Las costumbres ‘de barrio’ de Alexis Sánchez: el imperdible relato de los primeros pasos del Niño Maravilla en el fútbol
Rodrigo Pérez, quien compartió los primeros años del tocopillano en Cobreloa, repasa detalles de sus primeras prácticas en los naranjas, cuando recién emergía. Tres veces campeón con los Zorros del Desierto, lamenta su actual condición de colista en Primera B. Y también se inquieta por la dura realidad de Santiago Wanderers, otro de los clubes en los que brilló.
Rodrigo Pérez sufre por dos de los clubes que marcaron su carrera deportiva. En Primera División, Santiago Wanderers ocupa el último puesto de la tabla. Ni siquiera los dos triunfos que ha conseguido en las últimas semanas lo acercan concretamente a la posibilidad de la salvación. En la Primera B, en tanto, Cobreloa también se hunde. Lo de los naranjas es aún más complejo, porque se acercan peligrosamente a la Segunda División, la tercera categoría del fútbol chileno. “Son dos instituciones a las que les tengo mucho cariño. Lamentablemente, no lo están pasando bien”, admite el ex lateral izquierdo en la nueva edición de El diván del Kily, el programa de conversación de El Deportivo, antes de entrar en un pormenorizado análisis de los errores que han cometido ambas instituciones para explicar su delicado presente. También hablará de la Selección, que integró, y de Alexis Sánchez, cuya carrera compartió en el origen, cuando el Niño Maravilla recién insinuaba las condiciones que lo transformarían en un jugador destacado a nivel mundial.
Partamos por Cobreloa está último en la tabla de posiciones ¿por qué?
Es difícil asumir la situación que está viviendo, sobre todo por los logros históricos que tiene el club. Jugar dos finales de la Copa Libertadores, ser protagonista, ser el cuarto más grande del fútbol chileno. Hoy está pasando una situación en la que lo más fácil es culpar a los jugadores y los técnicos. Yo creo que las instituciones son un complemento. Cuando uno de los entes no está en la misma, estas cosas suceden. Es muy fácil culpar a todos los jugadores o a todos los entrenadores que han pasado, pero el análisis tiene que ser más profundo. Está ahí porque las cosas no se han hecho bien. Siempre se buscan excusas, no soluciones y eso ha llevado a Cobreloa a una situación que te da pena, porque es uno de los equipos a los que les tengo mucho cariño. Jugué muchos años, lo dirigí.
¿Hay que hablar de una decadencia sostenida?
Las cosas no se han hecho bien. De todo tipo. Tampoco hay que evadir responsabilidades y decir que los entrenadores no han tenido la culpa. Es de todos. Pero no ha existido un proceso, una organización ni una estructura de trabajo en busca de un objetivo. Ha sido todo improvisado. Y en el fútbol no se puede. De partida, no puedes desarmar en los últimos cinco años, en cada año, un plantel completo. Lo que cuesta hacer jugar bien a un equipo o transmitir una idea de juego no es fácil. Hoy en Chile ganas dos partidos y eres bueno. Y si los pierdes, eres malo. Te cuento una infidencia: a mí me tocó tener una reunión con el presidente de entonces, Walter Aguilera. Habíamos ganado siete de ocho partidos de locales, un 90 por ciento de rendimiento. Y su análisis fue que ganábamos por la altura. Entonces, no había nada que conversar. Nos fuimos estando a siete puntos del primero. Habíamos eliminado a Católica en la Copa Chile y la decisión fue sacarme, porque, como dijo por ahí, no tenía pantalones para sacar a un jugador que a él no le gustaba y mi respuesta fue ‘el técnico soy yo’ . Me fui con la mía. A Sulantay van y le golpean la mesa, le faltan el respeto. No son excusas, ni nada. Nosotros también tuvimos responsabilidad, en no ganar de visita, por ejemplo, pero a lo que voy es a que en los últimos cinco años nunca existió un proyecto serio. Eso les ha pasado la cuenta. Se los hice saber. Fui despedido por la prensa. Yo digo las cosas porque no tengo nada que esconder y porque no soy monigote de nadie. Salí muy dolido, pero muy conforme con mi trabajo.
Fue jugador de Cobreloa. Para entenderlo y dimensionarlo: ¿qué significaba vestir su camiseta?
A mí, llegar a Cobreloa me costó ocho años. Hacer cuatro años muy regulares en O’Higgins, cuatro años igual de regulares en Wanderers, ser seleccionado y recién fui a Cobreloa. Entonces, me parece que uno tiene que buscar el perfil para los equipo. Sobre todo en Calama, que la gente es exitista, que hay mucha presión. Hay que saber jugar ahí. Hoy no solo están jugando con el rival. Están jugando con la tabla, con la presión. Es el entorno el que te mata. El prestigio se ha ido perdiendo por las malas decisiones. Y también pasa por el tema económico. Uno tampoco puede cerrar los ojos. El aporte de Codelco era fundamental. Se compraban ocho o diez jugadores por año. Hoy, lamentablemente, no se puede. Hay varias situaciones que han llevado a Cobreloa a estar viviendo este momento, que no es grato.
¿Cómo es la relación con los hinchas en momentos críticos como este?
La gente es complicada, te exige. En lo personal, jamás tuve un problema, porque creo que, al final, el hincha valora al tipo que se esfuerza, al que entrega todo en la cancha. Muchas veces los futbolistas contamos las buenas no más. Que fui bicampeón, que le ganamos a Colo Colo tantas veces. Pero también me tocaron las malas, que perdimos con Colo Colo dos veces en Calama y que perdimos un invicto de 23 años con ellos. Y hubo que asumirlo. Pero la gente se daba cuenta de que entregábamos todo. Y no cuestiona al que se esfuerza, al que entrega todo. Y las redes sociales son veneno para el momento que están viviendo. No hay jugador que entre a hacer las cosas mal o, como dicen, que hagan la cama.
¿La enfermedad de Cobreloa es más profunda que lo que reflejan sus resultados deportivos?
Hoy en día está el Pato (Galaz). Pude conversar con él, desearle el mayor de los éxitos y que pueda resolver estos temas. Él destapó la olla y tuvieron que salir el presidente y dos dirigentes más. Entonces, creo que cuando las cosas caminan bien es porque la cabeza está bien. En eso tendrá que trabajar, hace una limpieza, una reestructuración. E ir por el objetivo. Hoy se habla del ascenso, pero lo primero es que Cobreloa se salve de ir a la Segunda División, porque está en un momento complicado. Muy difícil.
Este año, Patricio Galaz acusó a Aguilera de privilegiar el fichaje de jugadores de un determinado agente, Sergio Morales, y el timonel terminó saliendo del club…
Así es. Yo recuerdo que con todo el respeto que merecen los jugadores, uno tiene un gusto por uno u otro. Queríamos a Stefan Pino y a Javier Parraguez y Aguilera fue y nos dijo que tenía listo a tal jugador. No voy a dar el nombre, por respeto al colega. Al final, a mitad de año, me tuve que ir yo. Hacíamos jugar a Pablo Parra como delantero. Y, después, el dirigente se lava las manos, porque te paga el sueldo. Pero el fútbol es mucho más que eso.
¿Qué otros problemas o carencias había?
En el tema de sueldos nunca tuvimos problemas. Por ahí lo que nos faltó fue en los viajes. A veces jugábamos en Santiago a las 16 de la tarde y viajábamos a las 21 horas. Entonces, hablaba con Boris (González), que era el coordinador y me decía que no había vuelos. Yo quería llegar a Santiago a descansar y cenar y nunca me lo dieron. Una vez hicimos Calama-Concepción en avión y Concepción-Puerto Montt en bus. Quizás lo hagan para aburrirte, pero eso no era propio del fútbol profesional. El día que jugamos con la UC nos fuimos a las 21 horas, llegamos al hotel a la 1 de la mañana y nos estaban esperando con un jugo Watt’s y dos atoradores de jamón y queso. Esa no es la cena de un jugador profesional. Para ellos son detalles, pero para nosotros no. La alimentación y el descanso son cosas básicas. Es lo mínimo. Pequeños grandes detalles que hacen la diferencia para ir detrás de un objetivo.
Usted nombró a Galaz, a Boris González, a Kalule Meléndez y está su caso, ¿se transformó Cobreloa en un club ‘quema-ídolos’?
No sé. Lo que sí creo es que en una institución siempre tiene que estar el respeto. A Boris siempre le dije que si nos querían echar, que nos lo dijeran. La relación siempre fue tensa, distante. De muchas reuniones que íbamos a tener se enteraba primero la prensa. Lo mío siempre fue trabajo. No quería estar bien con uno o dos tipos que hablen. Llevan cinco o seis años dándose vueltas en lo mismo. Es lamentable, porque están todos tan lejos de la capital que deberían estar todos unidos. Recuerdo que una vez un tipo empezó a hablar y con Lucho Fuentes, Nelson Tapia y Fernando Cornejo lo vetamos y no hablamos más con él. El grupo era tan fuerte que los objetivos estaban más que claros. Llegamos a jugar seis Libertadores consecutivas, a tener cinco o seis jugadores en la Selección. Los valores se han perdido. Nunca escuché a Heriberto Pinto, a Jarpa, a Guillermo Vera o a Gerardo Mella, del que uno decía que era medio ‘apichangado’, pero te decía las cosas de frente. Pero en Cobreloa las últimas noticias eran que el presidente salía matando a los jugadores, que salia hablando mal del técnico, que le golpeó la mesa a Sulantay, que echó a Carlos Rojas al mes o a los dos meses. Que echó a Bravo, a Meléndez, a Rodrigo Pérez. Por eso me daba risa cuando me decían ‘mercenario’ en las redes sociales. Y me gustaría que le preguntaran al tesorero qué hice yo con el sueldo: lo repartí casi en partes iguales con Nelson Tapia, con Eduardo Fournier e Ítalo Traverso. Hoy estoy tranquilo. No soy monigote de nadie. Y si voy a dirigir será por capacidad, porque tengo la inteligencia. No para ser basureado y menos por gente que no tiene idea de fútbol
¿Perdió la identidad el club?
No sé si la identidad, pero creo que perdió el prestigio con tanta cosa, con tantos malos manejos. Por lo mismo está hoy en una situación súper delicada. Ojalá que el nuevo entrenador pueda resolver el tema, porque sería muy ingrato que Cobreloa pudiera descender. Uno no puede asegurar un resultado, pero sí puede desearle la mejor de las suertes.
Víctor Merello lamentaba que las figuras emblemáticas estuvieran tan lejos del club, ¿es el momento de llamarlos, de aunar voluntades? ¿Iría o ya es un capítulo cerrado?
No. Ya se fueron estos dos tipos que te mostré y siempre está la disposición de ayudar. Eso no significa candidatearse. Al contario. Soy súper respetuoso de la gente que está, apoyaría en lo que sea. Daría una mano para salir de esta. Merello lo dijo: hay que ser fuerte, apoyar, no destruir. Es el momento más difícil de la historia de Cobreloa. Hay que hacerlo por esa gente, que sufre con el club.
La actual dirigencia, de Duncan Araya, dice que está enfocada en recuperar la cantera ¿se puede pensar en eso cuando el apremio indica que hay que salvarse de caer a la tercera categoría?
Está bien que el proyecto sea fortalecer el fútbol joven, pero hoy la realidad es otra. Que el equipo empiece a ganar, que salga de esta situación. Es el momento de que el equipo pueda levantar. Más que en lo técnico o lo táctico, hay que trabajar en la parte sicológica. Lo que están viviendo no es fácil. Hay que estar ahí. Me tocó vivirlo. Me tocó ser campeón y también descender. Y sé lo que es estar ahí, el día a día, la presión. Ya no piensas solo en tu resultado. Me imagino lo que vivieron cuando ganó San Luis y quedaron últimos
¿Qué le parece la llegada de Héctor Almandoz a la banca?
Si tomaron esa decisión es porque le vieron cosas positivas. Hizo una muy buena campaña con Copiapó. La de Rangers fue normal. Por lo mismo se fue a Antofagasta. Es un técnico que conoce el medio. Más allá no lo conozco, pero espero que obtenga los resultados que todos queremos para que Cobreloa salga de esta situación. No hay tiempo. Tiene que empezar a ganar de local y a sumar de visita.
¿En qué momento Calama deja de ser esa ciudad inexpugnable, en la que el equipo que iba perdía?
El fútbol va evolucionando, la parte física, los métodos de trabajo, sobre todo para jugar en altura. Y está el tema de los planteles, que son de más jerarquía. Uno mira hacia atrás y se encuentra con jugadores de selección. Hoy no están. Y eso se traduce en resultados incluso a nivel internacional. Hace un tiempo la base de la Selección era Cobreloa y hoy no lo es. Y nosotros jugábamos Copa Libertadores con Boca o con Sao Paulo. Se ha ido perdiendo la jerarquía, ya no hay jugadores de muy buen nivel. Las sociedades anónimas han visto más el tema monetario y eso ha llevado a que muchos clubes hayan perdido el protagonismo. Y le pasó a Cobreloa también. Ya no se ve ese Cobreloa que goleaba en casa.
Santiago Wanderers, otro de los equipos que marcó su carrera también sufre ¿cómo lo ve?
Es muy difícil. No era fácil llevar dos puntos en tantos partidos. Ahora pudieron sumar dos triunfos, pero era complicado. Es una institución linda, una hinchada muy grande. Tuve la posibilidad de estar cuatro años, que fueron de mucho aprendizaje. Le tengo un gran cariño. Pasa por lo mismo. Despotencian los planteles. Miguel (Ramírez) venía haciendo las cosas muy bien y no le contrataron jugadores. Yo no coarto la posibilidad de que juegue la gente joven, pero tiene que jugar el que esté en condiciones. Yo estoy en contra del Sub 20 o del Sub 18 en cancha. No. Los minutos uno los suma solo, de acuerdo a lo que va mostrando semana a semana. Cuando debuté, con Rubén Espinoza, Cristián Trejos o Gustavo de Luca, no existía la regla del Sub 20. Todo eso ha llevado al fútbol al momento en que está hoy.
¿A perder la jerarquía?
Claro. Y a acelerar procesos. Si un jugador está para jugar, va a jugar, pero no podemos obligarlo. Cuando dicen lo del tiraje a la chimenea, hay que dejarlo que se dé solo, por capacidades, aptitudes. Eso se traduce en que contratan a menos gente de jerarquía, para obligar a que jueguen los jóvenes. Y por eso el recambio no aparece.
El otro sufrimiento
¿Se alcanza a salvar Wanderers?
Está difícil el panorama. Tienen ocho puntos y el más cercano tiene 20. Son cuatro partidos. Pero lo más importante es que dé la lucha hasta el final. El otro día la gente celebraba como niños. Hay que pelearla hasta el final, entregar el máximo.
¿Qué le pareció el regreso de Reinaldo Sánchez al club?
Dentro de todo, nunca tuve un inconveniente con él. Al contrario, soy súper agradecido. Con sus falencias, sus formas, su trato conmigo se portó bien. En 1998, cuando descendimos, me quise ir a préstamo y no me dejó. “No, yo respeto a la gente que se saca la cresta y te quedai conmigo”, me dijo. Con él viajábamos en avión privado a Coquimbo, a Conce, cosas que no hace ningún presidente. Tenía todas las ganas de invertir. Ese año llegó el Coca, Borghi, el Pato Toledo y terminamos descendiendo. Ahora, muchas veces uno no comparte la forma en que dice las cosas, no es lo más normal, pero tenía cosas muy buenas. Una vez que ganamos con nueve, se metió la mano al bolsillo y nos dio un premio. Quiere al club.
¿Y que haya puesto un premio de 240 millones por salvarse? ¿Es legítimo?
Siempre va a ser importante. Es como cualquier trabajo. Terminas una pega bien y vas a tener tu bono. No me complicaría. Distinto es lo del hombre del maletín, que te ofrezcan plata por dejarte perder. Pero los premios, los incentivos siempre han existido. No tiene nada que esconder. Es su club, lo quiere sacar adelante. Ojalá que los jugadores entreguen el máximo.
Los orígenes de Alexis
Hablemos de recuerdos felices, como haber compartido con Alexis Sánchez en el origen de su carrera ¿qué momentos guarda de haber compartido vestuario con el Niño Maravilla?
Era chistoso. Estaba todo el día riéndose. Fue muy grato poder compartir con él esos momentos. Tenía muchas ganas. La primera vez que lo vi me sorprendió, más que los amagues, los regates, lo atrevido que era, la humildad, el deseo de crecer. Siempre decía que iba a ser uno de los mejores jugadores del mundo y muchos, quizás, se cagaban de la risa. Y tan lejos no está. Era el único que hacía remates e iba a buscar la pelota, igual que en barrio. O se quedaba dos horas haciendo bicicleta, remates, dominando, haciendo el látigo. Me acuerdo de que Nelson Acosta peleaba con él. Ese año yo venía llegando de México y quedé viviendo en un departamento con Tapia y Jonatan Cisternas. Ahí lo teníamos todos los días. Nos reíamos mucho. Lo acompañé un par de veces a ver a su familia a Tocopilla. Uno se pone muy contento por todo lo que le ha pasado. Es un tipo esforzado, consecuente, de mucho esfuerzo, sacrificio. Nadie le ha regalado nada. Lo molestábamos mucho. Una vez se compró unas zapatillas blancas y las lavaba todos los días, las dejaba impecables. Siempre fue muy cuidadoso. Ver a un muchacho tan joven, con esas condiciones, pero también con el deseo de querer ayudar a su familia, a su tierra, a su gente, es muy grato. Lo mismo con Eduardo Vargas, con Charles.
¿Es cierto que se turnaban para levantarlo a patadas en los entrenamientos?
Sí. Si era hinchapelotas. Te pasaba, te volvía a pasar. Y sus brazos eran de orangután, le pasaban la rodilla. Era medio extraño. Pero es un tremendo jugador.
¿Cuándo se convencieron de que no había que pegarle, sino de que debían cuidarlo?
Nunca en Calama vi que se parara todo el estadio a aplaudir a un jugador. Y este ocho años ahí. Ese día hizo tres o cuatro goles, a Huachipato. El primer día ya sabíamos que iba a llegar muy lejos.
¿Ha vuelto a hablar con él? ¿Sabe cuánto sufre por el tema de las lesiones, por ejemplo?
No. Hace muchos años. La última vez yo estaba en Unión. Me acuerdo de que lo venden al Udinese y me fue a ver a la casa. Uno también entiende. Tiene tantas cosas en su cabeza, en su vida. Tampoco soy el exjugador que va a Pinto Durán. No me gusta eso. Con los que hablé hace poco fue con Eduardo Vargas, con Claudio Bravo, que debutaron con nosotros. Siempre respeto, porque no es fácil. Imagino cuánta gente le debe hablar. Siempre le desearé lo mejor, nada más. Que se pueda recuperar de las lesiones y que vuelva al nivel que todos le conocemos.
¿Alcanzaremos a ver al Alexis Sánchez que fue en algún momento?
Sí, sobre todo porque es un tipo que se cuida, preparado. Y por tantos años. Acá la gente lo cuestiona y ha venido por 10 o 12 años a la Selección. De repente puede tener un año malo, por lesiones, por irregularidad, por un montón de factores que influyen. A veces somos los reyes de los chaqueteros. Por un partido que juega mal, un jugador ya no está. Me acuerdo de que a Eduardo Vargas lo estaban retirando de la Selección y después hizo un par de goles y ‘volvió Vargas’. Entonces, a veces somos un poquito desequilibrados a la hora de criticar a un jugador. Tiene mucho que mostrar. Es un tipo joven.
La dura tarea de la Roja
Lo que sí es criticable es el rendimiento de la Selección. Usted jugó por la Roja. ¿Qué le parece su actual desempeño? ¿Llegará al Mundial?
Ha sido difícil. Cuando uno habla del recambio, tiene que ser natural. No es llegar y sacar cinco o seis jugadores y que no jueguen más. Se tiene que ir dando naturalmente, de acuerdo a los rendimientos, al momento que estén pasando. Y ha sido difícil, porque ha sido un comienzo súper irregular con Rueda, después con Lasarte. Soy un convencido de que el fútbol es de momentos y quizás ambos técnicos no tomaron a la Selección en su mejor momento individual y colectivo. Y eso ha costado, porque a los jugadores tampoco los tienen tanto tiempo para trabajar. Eso nos ha llevado a estar en una situación que nadie esperaba, sobre todo por los buenos rendimientos en las Eliminatorias y en los mundiales anteriores.
¿Involucionó Chile con Lasarte?
Sería injusto decirlo, porque le ha costado rearmar una Selección. A muchos tampoco les gustaba Rueda, porque era muy defensivo, porque jugaba muy agrupado. Claro, quizás vimos una Selección más agresiva, más atrevida, que iba al frente. Estos tres partidos son fundamentales, sobre todo para, por último pelear el repechaje. Por los números, se ve difícil quedar entre los cuatro. Lo más importante es que ellos estén convencidos. Son los únicos que pueden hacerlo.
¿Por qué Chile saca tan pocos laterales izquierdos, el puesto que usted ocupó?
Es un tema que uno también analiza. Y no solo ahí, en todos los puestos. Lo principal es ver qué estamos haciendo mal en las divisiones menores, por qué no salen jugadores o por qué no salen tantos. Es una pregunta que se tienen que hacer todos los entrenadores, un análisis. Desde la ANFP, darle más importancia al Fútbol Joven, al campeonato. Tener una estructura y una idea que vaya en pos de la Selección. Como dices, hace cuánto tiempo que no se encuentra un jugador que pueda jugar como lateral izquierdo. Mena venía haciéndolo bastante bien, aunque quizás en un partido no tuvo regularidad. Pero, si no está, ¿a quién tenemos? Se coloca a Sebastián Vegas. A mí me gustaba Parot. Un lateral tiene que saber marcar, cerrar, retardar una jugada. Cuando se improvisa con un jugador, no tiene esa parte. También ha sido un invento de los entrenadores, que quieren una mejor salida. Pero, para mí, lo primero es que el tipo sepa marcar, que cierre su banda. Después, lo que haga hacia arriba, bienvenido.
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