Las historias del Equipo de Refugiados Olímpicos: huir de la violencia para inspirar en París 2024
Escaparon de las guerras, persecuciones políticas, leyes injustas y mucha violencia. 37 deportistas lograron cambiar el destino de sus vidas y ser felices en el evento deportivo más importante del mundo. Una boxeadora lesbiana que no podía volver a Camerún por riesgo a ser encarcelada y un nadador que huyó del desconsuelo de la guerra civil en Siria son dos historias que dan esperanza a los más de 100 millones de refugiados en el mundo.
Son 37 atletas de 11 países distintos los refugiados que compiten en París 2024. 12 deportes cuentan con la presencia de, al menos, un atleta refugiado. USD 23.9 millones ha invertido la Fundación del Refugio Olímpico en apoyar a personas desplazadas a través del deporte.
Cuando el nombre de la boxeadora Cindy Ngamba suena por los altoparlantes de la Paris North Arena, los fanáticos la aplauden con un cariño especial. “¡Cindy!, ¡Cindy!”, grita su hinchada fiel, un grupo de unas 20 personas vestidas de blanco que contagian al resto de los fans en las tribunas y cargan un lienzo que dice #FORTHE100MILLION mientras la deportista de 25 años hace su debut en París 2024.
Ngamba es el icono de la delegación: fue la abanderada del Equipo de Refugiados sobre las aguas del Sena en la ceremonia de inauguración. Y se asume como representante de más de los 100 millones de refugiados repartidos por el mundo. Llegó a sus primeros Juegos Olímpicos como la mayor esperanza de convertirse en la primera medallista en la historia del equipo que se creó en Río 2016. Este domingo compite en los cuartos de final de la categoría hasta 75 kilos. Si gana, tendrá asegurado subirse al podio (el boxeo entrega dos bronces) en la competencia que se definirá en Roland Garros.
“Hay mucha presión, soy humana y no voy a ocultar mis emociones, pero nunca he dejado que la presión me frene, que haga que me cuestione a mí misma”. Hay presiones deportivas. Y también presiones sobre cosas más complejas y difíciles. Hubo un momento de su vida en la que Ngamba se encontró arrinconada. No era en un cuadrilátero. Ngamba nació en Camerún. A los once años migró junto a su familia al Reino Unido en busca de mejores oportunidades. Sufrió reiterado bullying en el colegio por su inglés limitado y su acento marcado.
En 2019, tras la visita semanal que debía hacer a la oficina de inmigración a firmar papeles, sorpresivamente la esposaron y la metieron en la parte de atrás de una furgoneta para llevarla a Londres con la intención de deportarla a su país de origen. “Fue una de las experiencias más aterradoras de mi vida. Pasé toda la noche pensando que me llevarían contra mi voluntad a un país donde la homosexualidad es ilegal, y donde acabaría en la cárcel por ser quien soy”, escribió la boxeadora en el medio italiano The Owl Post.
Según las leyes del país de África Central, Ngamba podría pasar hasta cinco años en prisión por el solo hecho de ser lesbiana. Camerún es una de las 64 naciones del mundo donde la homosexualidad es un delito. Tras el episodio que aún recuerda todos los días, pudo terminar sus estudios de criminología y seguir desarrollándose en el ring. Un par de años atrás, el Reino Unido le otorgó el status de refugiada. Ganó tres títulos nacionales en Inglaterra y pronto la quisieron para representar al Team GB en 2024, sin embargo, las autoridades deportivas no pudieron ayudarla a conseguir el pasaporte.
En la ruta a estos Juegos, el Comité Olímpico Internacional le entregó una beca y clasificó por sus propios méritos. “Cuando clasifiqué a los Juegos Olímpicos me dije ‘bueno, parece que en realidad estoy hecha para esto’”, dijo después de vencer a la campeona del mundo Tammara Thibeault. Minutos antes, Ngamba había consolado a la canadiense con un abrazo emotivo que fue captado por las cámaras.
Siendo una de las grandes historias de estos Juegos, Ngamba tiene claro el mensaje: “Hay tantos refugiados en el mundo que atraviesan tantos obstáculos y que aún no creen en ellos. Yo les digo que no es el fin del mundo, hay que luchar”.
De la guerra a París
La prioridad de Alaa Maso era poder alimentarse: “De la natación ni se hablaba. Lo que importaba era comer”. Muy lejos estaba de pensar en una nutrición óptima que necesita un deportista de alto rendimiento. Lo que el especialista de 50 metros libres se refiere, es que alguna vez tuvo que luchar por conseguir cualquier cosa que le llenara el estómago a él y a su familia durante el tiempo más crudo de guerra civil en Siria, una década atrás.
“Exactamente en 2014 estaba viviendo los momentos más duros en medio de la guerra en Siria”, recuerda a El Deportivo el nadador de 24 años. “Había sitio en Alepo, no podíamos salir de la ciudad, estaba todo cortado, y con suerte podíamos encontrar comida. Ahora estoy parado en el mayor evento deportivo del mundo…”.
Maso se tapa la cara, no aguanta la emoción. Se seca las lágrimas con su chaqueta de delegación que sostiene Anne-Sophie Thilo, una regatista suiza que en París 2024 las oficia de attaché de prensa del equipo multicultural. Maso pide que la entrevista se retome luego porque no le salen las palabras. Vuelve después de pasar por la ducha: “Fue una descarga de emoción, un alivio, como si hubiera soltado una gran roca. Es mi segunda experiencia en unos Juegos Olímpicos y la primera vez con tanta gente, no estoy acostumbrado a esta multitud”.
En Tokio hubo restricciones y gradas vacías; y en los campeonatos de Europa, asegura Maso que el público no supera las 2 mil personas. En la Defense Arena, donde normalmente se juega al rugby y en mayo Taylor Swift brindó cuatro conciertos, se construyeron a toda máquina dos piscinas de 50 metros (una de competición y otra de calentamiento). “Aquí hay diez veces más de espectadores que el máximo que yo he visto”, cuenta el sirio.
El recinto indoor más grande de toda Europa, donde caben 40.000 asistentes (para la natación en París 2024 está dividido en la mitad). Un estadio de lujo en medio del distrito financiero, impecable, pulcro y con un enorme cubo de agua de celeste penetrante. Seguramente completamente diferente al centro de entrenamiento que había cerca de la casa de Maso. La piscina sufrió daños y entrenar cuando en la ciudad estallaban las bombas no era seguro. En octubre de 2015, el deportista finalmente decidió huir de Siria para encontrar paz y también poder desarrollar su talento y pasión por la natación.
El destino eran los Países Bajos, donde tenía familia. La ruta vía Turquía pasó por Alemania. Como se les habían tomado las huellas dactilares en territorio alemán, las normas de la Unión Europea obligaban a tramitar allí sus solicitudes de asilo.
Rehízo su vida en Hannover y hoy considera Alemania como su casa. “Ya comencé los cursos de entrenador en Alemania. Quiero aportar para que la natación esté al alcance de todos. Quisiera en un futuro trabajar con el COI o con la Federación Internacional de Natación para iniciar talleres en el Medio Oriente, y en Siria especialmente”, sueña.
Maso, orgulloso de ser parte del Equipo de Refugiados, cree en la importancia del grupo como fuente de inspiración: “La gente que la está pasando mal lejos de su casa pude mirarnos. Somos 37 personas que llegamos a París habiendo pasado por el infierno. Todos pueden salir adelante con el apoyo necesario y creyendo en ellos mismos, empujando los límites”.
El 47° puesto que sacó en París 2024 pasa a ser un detalle para alguien que pasó el periodo más importante en el desarrollo de la vida de un nadador pensando en sobrevivir. Entonces, ¿qué le diría a ese chico del pasado que pasaba hambre y sentía miedo e inseguridad en medio de la guerra?: “Que sea paciente, que aguante la tormenta, porque luego el premio es que será dos veces olímpico”.
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