Como toda la Selección, Claudio Bravo sufrió. Nada pudo hacer el capitán de la Roja para evitar que recién en los 9′ Pervis Estupiñán enmudeciera a San Carlos de Apoquindo y a todo el país. El disparo cruzado del lateral izquierdo del Villarreal entró furibundo pese al achique del guardameta del Betis. Chile caía inesperadamente ante Ecuador y las malas señales seguirían. Poco después se iría expulsado Arturo Vidal y, más tarde, se lesionaría Alexis Sánchez.

En una noche negra para la Roja, considerando, además, la obligación de ganar para volver a meterse en los puestos de clasificación directa al Mundial, el golero sacó a relucir lo mejor de lo suyo. Desde el fondo de la cancha, intentó mantener en alto el espíritu. Sus instrucciones fueron constantes. Incluso, después de la expulsión de Vidal y antes de que la dupla ofensiva de la Roja se desarmara por la lesión del Niño Maravilla, se acercó al tocopillano y a Eduardo Vargas para darles instrucciones y anticiparles que intentaría buscarlos directamente desde el arco.

Con la defensa, la comunicación seguía siendo permanente, sobre todo con Gary Medel, otro de los bastiones de la Roja que persistía en el intento por, al menos, igualar el marcador.

Las manos milagrosas

Bravo sabía que ya se trataba de un partido atípico. Con 10 hombres en el campo y con la obligación de lanzarse al ataque en busca, al menos, del empate, era natural que se produjeran espacios y que su participación en el juego creciera considerablemente. Y pasó. Fue en ese momento en que el oriundo de Viluco mostró su solvencia y jerarquía para evitar que su arco fuera doblegado nuevamente. Dos tapadas, de hecho, le valieron el reconocimiento generalizado. En los 19′, se jugó la vida para evitar que una llegada profunda de Michael Estrada significara el segundo gol del equipo de Gustavo Alfaro. Y, más tarde, en el inicio del complemento, volvió a dar muestras de su calidad: le sacó un tiro libre a Ángel Mena que se colaba en el ángulo superior izquierdo respecto de su posición en el campo de juego.

En varias ocasiones, también, salió de su arco para achicarles a los atacantes ecuatorianos.

El aporte de Bravo no se limitó a las contenciones. En varias ocasiones, cuando a Chile le faltaban opciones para salir desde el fondo, se ofreció por alternativa para iniciar la elaboración con los pies, en otra de las cualidades que los han transformado en uno de los guardametas más importantes del mundo.

En ese afán por agilizar el juego, varias veces les pidió a los pasapelotas que le acercaran más rápidamente los balones para ejecutar los saques de meta y buscar desde el fondo a sus compañeros.

Sobre el final, eso sí, no logró detener el fuerte disparo de Moisés Caicedo, que significó el 0-2 aunque, en justicia, sin el aporte del capitán de la Roja, el desenlace pudo ser mucho peor en una noche negativa de principio a fin para las aspiraciones nacionales.

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