El paso de Carlos Campos por está vida dejó innumerables historias. Hincha acérrimo de Universidad de Chile, club al que llegó a los 11 años y del que nunca se fue. Dueño de una estirpe goleadora que ningún otro azul ha podido alcanzar. Sus números también fueron impresionantes: 183 conquistas en Primera División, máximo artillero de los superclásicos y del clásico universitario y cuenta con un récord tremendo de seis goles (cuatro de cabeza) en 28 minutos, en un partido del Torneo de Primera División frente a Rangers en 1961. Y hoy, en el día de su partida, algunas de esas anécdotas son relatadas por sus compañeros y amigos del fútbol.
Enseñándole a Quintano a marcar
Alberto Quintano es uno de los más grandes zagueros de la historia del fútbol chileno. Al igual que el goleador, se formó en la cantera de Universidad de Chile y en la parte final del Ballet Azul alcanzó a coincidir con el goleador. “La historia del Negrito en la U comenzó como volante de contención y después se fue perfeccionando y se convirtió en centrodelantero. Yo crecí al alero de él y éramos sparrings del primer equipo. Después de los entrenamientos se quedaban Leonel y el Negrito para practicar. Leonel le metía centros y él tenía que terminar la jugada de volea o de cabeza. Yo tenía que marcarlo. Ese entrenamiento a él lo transformó en un especialista en la terminación de las jugadas y a mí él me enseñaba los secretos de la marca. Me decía cómo saltar, cómo poner los brazos y el cuerpo”, recuerda el Mariscal, quien agrega: “Además, siempre nos dio consejos para la vida y a mí me decía que no se me subieran los humos a la cabeza. Era un ídolo dentro y fuera de la cancha”.
Forrado en nylon
Una de las mayores complicaciones de Carlos Campos era el peso. Medía 1,82 metros y pesaba 79 kilos en sus inicios, pero tenía que hacer grandes esfuerzos para no pasarse. Sin embargo, siempre estaba al límite, por lo que buscaba distintas formas de poder mantenerse. Manuel Astorga, exarquero del Ballet Azul, recuerda los métodos que utilizaba el delantero.
“Sufría por su peso. Le costaba mantenerlo. Siempre estaba a régimen por lo mismo. Para entrenar, se forraba el cuerpo con nylon, para sudar más. Entrenaba más que todos y lo hacia por iniciativa propia. Se sometía a las indicaciones médicas y técnicas para llegar al peso ideal para jugar. Lo hacía con gusto, porque no quería quedarse fuera del equipo. Nunca lo escuché reclamar ni tampoco lo pillé comiendo a escondidas”, señala el mundialista, quien agrega: “Él era bueno para comer, eso sí. Le gustaba, pero sufría por eso, porque no podía comer todo lo que quería. Leonel se comía dos o tres platos de porotos o de cualquier legumbre y no le pasaba nada. Yo también y tampoco me pasaba nada. El Negrito sufría mucho por su peso, pero era capaz de cualquier esfuerzo porque le gustaba jugar”.
Un zapato en la cabeza
Jorge Toro, compañero de tantos años en la Selección, recuerda la fama de cabeceador del Tanque, algo que lo acompañó toda su vida. “Una vez, en la mesa, empezaron a salir los goles que había convertido cada uno, que quién había hecho más y cómo los había hecho. Y él dice que había hecho tantos de cabeza. No recuerdo la cifra... Ahí le le dije ‘podrías ponerte los zapatos en la cabeza, entonces’. Todos se mataban de la risa... Tiene razón Sergio (Navarro) cuando dice que Carlos era un niño en cuerpo de gigante. En realidad era bien querendón y a la vez medio ingenuo, pero era macanudo”, desclasifica el exjugador de Colo Colo.
Mientras que Astorga complementa: “En ese tiempo uno no sentía el daño de la pelota, pero le pegaba fuerte, de verdad. No me atrevería a decir que con la cabeza le pegaba más fuerte que con el pie, pero se sentía. Y si la pelota estaba mojada, más todavía. Recuerde que en esa época no se usaban guantes”, rememora.
Matrimonio suspendido por Colo Colo
Su amor por Universidad de Chile era tal que llegó a poner al Romántico Viajero sobre su casamiento el 19 de enero de 1963. “Los dirigentes me llamaron y me dijeron que tenía que suspender mi matrimonio. Uno tenía que pedir permiso para casarse dos meses antes y yo pedí dos meses antes de casarme, pero 15 días antes la ANFP (Asociación Central de Fútbol) cambió la programación y nos tocó jugar con Colo Colo ese día. Yo me casaba el sábado", relató el propio goleador hace un tiempo.
“Los dirigentes me llamaron y me dijeron ‘tienes que suspender el matrimonio’ y lo tuve que suspender nomás. Además, que era amigo del cura. Fui a hablar con él y me dijo que era dueño de la iglesia”, añadió. El resultado de la decisión fue óptimo, los azules ganaron 6-3 y el Tanque fue la figura: “El día del partido que yo tendría que estarme casando le hice tres goles a Colo Colo y me decían ‘por qué no te fuiste a casar’, me sacaban la madre toda la barra de la galería en ese tiempo”.
Para el Tanque, la U era vital. “Una parte importante de todo, un cariño, una ilusión permanente, una garantía de seguridad en la vida y un responsabilidad que enfrento con toda mi decisión”, confesó el goleador en una oportunidad.
La Cruz Roja y los Boy Scouts
Carlos Campos siempre fue muy carismático y en las entrevistas lo hacía saber. Una vez en una conversación con Antonino Vera para la Revista Estadio en 1961, respondió sobre cómo se definía. “Con dos slogans: el de la Cruz Roja, ‘Yo sirvo’ y el de los boy scouts, ‘Siempre listo’. Quizás esta respuesta debió formar parte de aquella en que analicé mis modestas virtudes. Yo soy un jugador útil a los planteamientos de mi equipo, sin importarme el sacrificio personal para que ellos funcionen mejor. Por ejemplo, sabiendo que mi fuerte está en el área, me he pasado partidos enteros corriendo por las puntas, porque así ha convenido”, manifestó.
A pesar de que sus características terminaron despertando muchas simpatías en los hinchas, al comienzo él no lo sentía así. “Debo ser el más discutido y el más vilipendiado de los futbolistas. No sé por qué. Reconozco que no tengo términos medios; o estoy muy bien —y entonces exaspero a la barra rival por las posibles consecuencias— o estoy muy mal, y en tal caso le doy ‘papita al loro’ y saco de quicios a nuestra propia hinchada, algunas veces con toda razón. Pero no me reconozco características que me hagan odioso. Juego honestamente, no abuso del físico, aun cuando me estén tratando muy duro; no soy irrespetuoso, no soy sobrador. Pero odios y amores no tienen explicación, asi es que no me hago mala sangre”, comentaba.