Lealtad de Hierro
Seleccionador por sorpresa, pero líder con vocación. El ex central respetó en su debut el plan trazado por Lopetegui, vivió con intensidad el duelo, repartió elogios al término del partido y se cuadró en conferencia con sus jugadores.
Fernando Hierro (50) no tenía que estar sentado ayer en la banca del Fisht Stadium. No había viajado a Rusia para eso. Su misión era otra, la de director deportivo, pero su sentido de la lealtad terminó por instalarlo en el área técnica. "No podía decir que no", reconocía el propio ex futbolista el día de su presentación de urgencia como seleccionador español tras la destitución fulminante de Lopetegui. De manera que dijo que sí, se enfundó su camisa blanca y su chaqueta oscura y se disfrazó de técnico. Había dirigido sólo un año, al Oviedo y en Segunda, pero había liderado durante casi 15 la zaga de todo un Real Madrid. Su presencia resultaba improvisada, pero su cometido no era nuevo.
La plácida tarde de Sochi, sin embargo, no tardó en oscurecerse. Con el tempranero tanto de Cristiano, de penal, llegaron los primeros sofocos, los calores y las urgencias, pero Fernando se quitó el terno y se remangó la blusa, como en su época de jugador, en la que era mariscal y zaguero, y comenzó a repartir instrucciones merodeando por el área técnica.
No llegó a tomar asiento el DT interino en toda la primera parte. Conversó largo y tendido con sus ayudantes de campo reclutados de urgencia (Juan Carlos Martínez y Julián Calero) y también con los colaboradores de Lopetegui que sobrevivieron al incendio. Había que ser un equipo unido y coordinado desde la banca, o al menos parecerlo. Ésa era la principal consigna. El resto, aplausos a cada jugador tras cada esfuerzo y correcciones tácticas a sus dirigidos, consultadas previamente con el resto del staff técnico. Al empate de Diego Costa, que subió al marcador previa revisión del VAR, con cierto suspenso, le siguió un festejo rabioso del entrenador, que no dejó de morderse las uñas ni de pellizcarse con nerviosismo el mentón en ningún momento. Con gestos cada vez más espasmódicos, acompañados de vez en cuando por un cabezazo al aire (impulso involuntario heredado de sus años como futbolista), y con una interacción cada vez más constante y fluida con sus jugadores se consumió el primer tiempo, que culminó con otro tanto de Cristiano. Y otro soterrado lamento.
Pero fue, curiosamente, en la derrota parcial, cuando Hierro comenzó a sentirse por primera vez entrenador. Y cuando afloró su capacidad de liderazgo y su compromiso de hierro. El otrora capitán de los galácticos rejuveneció de un plumazo 20 años en el área técnica, España obró la remontada y el DT, exhausto, se sentó por primera vez en la banca a falta de cinco minutos para el final. Desde allí presenció el tercer zarpazo de Cristiano.
Al término de su debut con tablas, agrupó a todos sus futbolistas y los envió al centro de la cancha a agradecer el apoyo de la tribuna. Después desapareció del foco regalando elogios a los que todavía están y a los que se fueron. Llamándoles familia.
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