Cuando LeBron James se decidió a cambiar Cleveland por Los Angeles, mucho se especuló en cómo serían los nuevos Lakers. La máxima figura de la NBA llegaba a despertar a un histórico equipo que no ha peleado el título en los últimos torneos. La temporada 2018-19, sin embargo, no ha sido lo que esperaban. Alejado de las esperanzas que caían sobre el alero, el cuadro amarillo mira de lejos los playoffs y aquella ilusión de levantar al gigante dormido, continúa soñando.
Hoy los Lakers marchan en el décimo puesto de la conferencia Oeste, con pocas posibilidades de clasificar a la post temporada. La derrota sufrida el sábado ante Phoenix agudizó la crisis de la histórica franquicia. Los Suns son, por rendimiento, el peor equipo de la presente NBA, pero no tuvieron mayores problemas para ganarle 118-109 a los de LeBron. El último de la tabla extendió la cara larga del King, pese a que fue el máximo anotador de su equipo con 27 puntos y, además, 16 asistencias. De paso, se convirtieron en el equipo de peor registro (13 victorias y 51 perdidos) que derrota a algún conjunto donde esté jugando James.
Lo que empezó como un idilio entre la experiencia del 23 y la juventud que prometían los Lakers está terminando como una pesadilla. Ni Kyle Kuzma, Brandon Ingram o JaValee McGee han podido sacar a Los Angeles de su letargo. Son 33 las derrotas que llevan ante 30 triunfos y están cinco victorias abajo del, hasta el momento, último clasificado, sus vecinos de los Clippers.
La frustración de LeBron es evidente. Desde su fallida intención de que su equipo fiche a Anthony Davis, cuya petición pública significó un llamado de atención de la NBA para frenar esas aclamaciones fuera del tiempo de pases, hasta sus claros gestos en la cancha. Por ejemplo, en la caída ante Milwaukee del viernes fue el primero en abandonar el terreno de juego, visiblemente ofuscado. También ante los Suns dio una muestra, cuando reprendió en pleno partido al novato Moritz Vagner por perder un balón que le había cedido James en área del rival y que terminó con Phoenix anotando un doble.
El ex Cavaliers no parece estar cómodo en Los Angeles y el ambiente de derrotas no le agrada. "En los últimos tiempos todo el mundo aquí se ha acostumbrado a perder y yo no estoy acostumbrado a eso. Y nunca me voy a acostumbrar. Así es como soy", dijo luego del juego ante los Suns, al tiempo que reconocía de la dificultad del desafío que asumió al fichar por los Lakers, consciente de la juventud del plantel.
Por ahora, el tricampeón de la NBA, tres veces MVP de las finales, cuatro veces MVP de la temporada y 15 veces parte del Juego de las Estrellas, se está quedando sin playoffs. No es menor, considerando que desde su segundo año en el mejor básquetbol del mundo no le pasaba. En 2005 quedó fuera junto a los Cavaliers y, desde entonces, nunca más faltó a la fiesta. Más aún, estuvo presente en las últimas ocho finales. Ahora, sin embargo, parece que las tendrá que ver desde lejos. A los Lakers, en tanto, ni LeBron los despiertan de la siesta.