Es curioso como muchos creen que un simple cambio de esquema soluciona todos los problemas. Como si una simple reorganización del dibujo táctico pudiera, por sí sola, solucionar los males de un equipo sin reparar en la organización de juego.
No. Nada más fuera de la realidad. Si fuera tan fácil, todos lo harían.
Guillermo Hoyos calentó la mano probando la línea de tres defensores, pensando en la llegada de Rafael Vaz. El primer tiempo le dio la razón defensivamente. Los azules se vieron mas balanceados y, hasta la expulsión, Echeverría cubría bien la espalda de sus compañeros de zaga.
La roja obligó a reordenarse en el segundo tiempo y la propuesta inicial cambió radicalmente. Iquique se adelantó de manera evidente y la U se quedó sin salida.
La ultima línea terminó defendiendo con cinco hombres (es decir, mucho volumen), pero muy cerca del arco de Johnny. Toda la salida que había logrado quedaba en nada con los nortinos machacando. Tanto Matías Rodríguez como Beausejour se transformaron nuevamente en laterales, lo que favorece el sentido defensivo, pero perjudica la salida desde atrás. La U se vio obligada a salir por el medio. Y eso alimentó el deseo iquiqueño.
En resumen, si la idea era probar la línea de tres en el fondo, Hoyos debe haber quedado satisfecho en lo general. Pero el cambio no siempre te hace distinto.
No soy partidario de medir el éxito por la consecución de resultados o la coherencia del proyecto. Son demasiados los ingredientes del fútbol que pueden desvirtuar ese análisis. Ganas un partido llegando dos veces y, si no consideras el resto y lo que rodea tu juego, puedes caer en un engaño peligroso. La U marcó en el momento justo y eso se premia, pero el fondo de juego de la segunda etapa dejó mas de alguna duda.
Hoyos se tomó un respiro gigante. Sus jugadores apelaron al amor propio para luchar sin tregua frente a Iquique en inferioridad numérica. Será un punto de partida para el DT. Sin embargo, este nuevo camino requiere y amerita un trabajo muy profundo y extendido.